“Le incomodaba que usara cierta ropa”. Así describió Alexandra Martínez, madre de Amaly Rodríguez, una joven nicaragüense de 18 años asesinada a balazos en Cartago, uno de los muchos signos de violencia que la adolescente vivió en silencio.
El pasado 5 de abril, Amaly resultó gravemente herida tras recibir varios disparos en su rostro, dentro de la casa de su novio, un menor de 17 años, quien es el principal sospechoso del crimen. Murió poco después, en el Hospital Max Peralta.
En un inicio, el incidente se tornó confuso y nadie sabía a ciencia cierta qué había sucedido, pero pronto no hubo dudas, se trataba de un nuevo caso de femicidio, que enlutó a esta familia de la comunidad del Dique, en Taras de Cartago.
Su madre narró a La Nación lo que vivió su hija antes de su asesinato. Detalló un patrón de celos, amenazas y vigilancia. Una relación tóxica que muchos, incluidos ella y su esposo, intentaron detener.
Un tema de conflicto era la forma cómo Amaly vestía. Él utilizaba palabras hirientes con el fin de que ella vistiera a cómo él quería. En una ocasión, Alexandra notó que su hija se deshizo de ropa y la regaló

“Ella empezó a darme la ropa. Un día me dice: ‘Mami, tome eso, vea qué hace y la regala’. Ya no se la ponía”, recordó la madre, quien agregó que “él ni la dejaba maquillarse”.
“Una vez ella me mostró un audio donde él le dice: ‘¡Mae, parece una india, una nica!’, porque él tenía una fijación contra los nicas“, acotó Alexandra.
La relación que inquietaba a la familia
La relación entre Amaly y su novio, Fabián, comenzó hace dos años. Desde el inicio, el padre de la joven, Lenin Rodríguez, expresó su preocupación. “Yo le dije que no quería que estuviera con él porque andaba en cosas. Yo lo sabía”, comentó días después del crimen.
Amaly vivía con su madre y su padre. Semanas antes de su muerte empezó a trabajar con su hermana en una recicladora de plástico. Esto, según la madre, molestó al novio. Ella notó un cambio en su comportamiento, sobre todo, en las semanas previas al asesinato.
“Él ya venía raro con ella. No quería que fuera a trabajar, estaba enojado”, relató.
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“El jueves antes del crimen, ella iba al trabajo con su hermana y él salió como si quisiera agarrarla del pelo, se notaba alterado”, añadió.
También sucedió que, en una ocasión, un vecino le advirtió al muchacho que una patrulla estaba rondando por la zona. Debido a esto, él amenazó a la hermana de Amañy.
“Entonces le dice: ‘¡Nicolle, espérese, porque si a mí me agarra la policía.... vea mae, que yo ando la bicha’ (mostrando su arma)“, recordó la madre.
El día del crimen
El sábado 5 de abril parecía un día más. Amaly llegó a su casa al mediodía tras salir del trabajo, descansó y luego fue a visitar a su novio, como acostumbraba. Esa noche, la joven mandó a comprar un pollo para comer con él. Incluso, le envió a su hermana unas fotos “de unos platos vacíos y lo que se iban a comer”.
“Yo estaba hablando con ella por teléfono un minuto antes. Me pidió que le prestara el Sinpe para hacer un pago”, narró la madre. Fue lo último que supo de su hija con vida.
Horas más tarde, cerca de las 10:30 p. m., se escucharon los disparos.
Minutos después, los vecinos alertaron a Lenin, el padre, quien corrió hasta la casa del novio. Encontró a su hija tendida en una cama, bañada en sangre.
El propio sospechoso se subió al taxi de Lenin, que lo usó para llevar a su hija al hospital. Durante el trayecto, F... (el novio) repetía con ansiedad: “¡Yo no la maté, yo no fui!”. Para entonces, Amaly ya había fallecido.

Amenazas después del crimen
Lo que más ha angustiado a la familia, incluso después del asesinato, son las amenazas recibidas por parte del entorno del sospechoso. Alexandra asegura haber recibido tres llamadas anónimas el 12 de mayo. La tercera fue la más clara: “Una voz angustiada me dijo dos veces: ‘Los voy a matar a todos’”.
Según la madre, la primera amenaza provino de un allegado del sospechoso y al día siguiente habría recibido la llamada del propio menor desde un número privado.
“Se escuchaban carros, motos, como si estuviera en una pista”, detalló.
“El OIJ (Organismo de Investigación Judicial) nos dijo que están investigando. Él negó los cargos y pidió irse a vivir con la mamá mientras dura la (prisión) preventiva”, comentó con indignación.
Salud quebrantada y el clamor por justicia
A esta tragedia se suma el delicado estado de salud de Alexandra. Tiene un soplo cardíaco y un diagnóstico médico no favorable. “Me habían dicho que me quedaban dos años”, dijo.
No obstante, está aferrada a que Dios haga un milagro, pues ella afirma que “él tiene la última palabra”.
Mientras tanto, la familia espera justicia. Ya recibieron el resultado de la autopsia, pero no han recibido información de otros avances.
“No sabemos nada. Todo sigue en investigación”, concluyó Alexandra.
Colaboró Keyna Calderón, corresponsal de La Nación.