“Yo lloraba y lloraba cuando nos enteramos de que la casa estaba hipotecada.
“Lloraba todo el día, era una tristeza. Yo no sabía nada y como él (el esposo, Arturo Guillermo Espinoza Platero) era el que se encargaba de todo, no sabía que nos había dejado esa jarana, en todo lado se había enjaranado. Estaba preocupadísima, que voy a hacer ahora sin él ...”
De esa forma resumió Zulay Araya Cantón, de 64 años, la angustia que comenzó a vivir poco después del 21 de diciembre del 2010, cuando falleció su esposo y a su casa llegó una persona y le contó que Espinoza le pidió un crédito de ¢2 millones, por el cual había hipotecado la propiedad.
Ella, que siempre fue una ama de casa, debía asumir de la noche a la mañana, como ella dice, el pago de una mensualidad sin tener ningún ingreso.
“Eran como ¢200.000 pero yo no tenía plata para pagar, apenas me alcanzaba para los alimentos de mi hijo enfermo y los gastos de la casa”, rememoró.
Arturo Espinoza Platero era propietario del barco pesquero Karla, una de las 14 embarcaciones que se quemaron durante el incendio del 7 de abril del 2009 en el Estero de Puntarenas.
Este hombre, junto con otras personas demandaron al Estado, y estuvo en el primer juicio en el cual el Tribunal Contencioso Administrativo y Civil de Hacienda ordenó en noviembre del 2010, el pago de los daños.
Sin embargo, don Arturo, de 56 años, falleció de manera natural en diciembre del 2010, solo un mes después de la resolución judicial y dejó a su esposa sin recursos para retener la propiedad.
Vecinos de Las Playitas
Este pescador, junto a Zulay Araya, procrearon tres hijos, uno de los cuales al momento del siniestro padecía una enfermedad terminal. Ellos vivían en una casa en barrio Playitas, en el centro de Puntarenas. Durante el tiempo de vida del pescador, éste se encargó de llevar el sustento a su esposa e hijos.
Poco después de perder a su compañero, la mujer debió comenzar a trabajar en oficios domésticos en casas vecinas, a cuidar adultos mayores, limpiando oficinas y en cualquier oficio en el cual ganara algo.
“Él era el que llevaba el teje y maneje de todo y por eso yo no me había dado cuenta de que la casa estaba hipotecada.
“El acreedor casi todos los días venía aquí a estar cobrando y no le pude pagar. Yo sabía de la demanda y que tenían que pagar un dinero por el barco. Hablamos con el abogado, pero él decía que nada, que todavía no pagaban, que había que esperar”, narró la mujer.
Debido a que la familia no pudo pagar la deuda, se desarrolló un proceso judicial en el cual la casa de Arturo Espinoza Platero fue rematada en el Juzgado de Cobro y Civil de Menor Cuantía de Puntarenas, el 17 de agosto del 2016, en un precio de ¢3,2 millones.
“La persona que pagó no es de aquí, sino de San José. Cuando vino a ver la casa, ya que me la habían quitado, comenzó a tomar fotos. Vieras que tristeza y yo le dije que no le tomará fotos a mi hijo enfermo, ni al cuarto de él.
“Él se puso muy nervioso y fue cuando me dijo: ‘vamos a ver qué hacemos’. Yo tengo otra casa en el Cocal (de Puntarenas), sino la mandó para allá, pero él se comportó como un ángel y me dejó viviendo en la casa con la condición de que se la cuidara.
“Mi hijo enfermo falleció y yo me quedé viviendo aquí con mi hija. Ella trabaja, no gana mucho, pero ahí nos la jugamos. El otro hijo se casó y tiene familia.
“Gracias a Dios he ido pasando. En tres meses cumplo 65 años y casi no doy la talla en los trabajos porque tengo varias enfermedades, ahora casi que tienen que atenderme a mí.
“Nosotros le hemos hechos algunos arreglitos a la casa y yo estoy esperanzada de con esa plata, que si Dios quiere nos la van a dar por lo del barco, decirle a él y volver a comprar la casa”, manifestó Zulay Araya.