Es una noche como cualquier otra. Usted llega agotado del trabajo y con dificultad sube las estrechas gradas del complejo donde vive, hasta llegar a su habitación: un pequeño aposento, apenas suficiente para una cama y algunas pertenencias. En cuestión de minutos se sumerge en un sueño profundo, de esos tan pesados que solo una alarma podría interrumpir.
Las manecillas marcan las 5 a. m. y una chispa en la planta baja irrumpe el silencio, pero el sonido no alcanza a despertarlo ni a usted, ni a sus vecinos. Como un fósforo, la estructura comienza a arder y el fuego se propaga. Las llamas, acompañadas por un denso humo, avanzan voraces hacia el segundo piso.
A usted lo despierta un olor extraño y abre los ojos, pero ya no puede ver nada a su alrededor. El humo invadió su habitación, poco a poco entra a sus pulmones y el rugido del fuego lo aturde. Son apenas las 5:05 a. m. En tan solo cinco minutos, la ventana de tiempo para escapar se cerró y usted quedó atrapado en un horno. Es probable que no salga con vida.
Esta es, posiblemente, una de las principales razones por las que decenas de personas han muerto atrapadas por el humo o las llamas en Costa Rica. Entre 2010 y 2025, 201 adultos y 40 niños han muerto en incendios, según el Cuerpo de Bomberos. Solo en lo que va del 2025, ya se contabilizan nueve víctimas fatales, incluidos tres menores de edad. Sin embargo, aunque los incendios pueden ocurrir en cualquier tipo de vivienda, hay estructuras más vulnerables que otras.
Tal es el caso de las cuarterías: viviendas subdivididas en estrechos aposentos, muchas veces construidas con materiales como madera o láminas de zinc, sin salidas de emergencia y con accesos limitados que las convierten en trampas mortales para quienes las habitan.
Hace cinco años, la Municipalidad de San José reportó que al menos 15.000 personas vivían en 400 residencias de este tipo en la capital.
“Esto (la cuartería) es un elemento que nos encontramos prácticamente todos los días. (...) Como no se planifica la construcción inicial, se toma espacio de donde no hay. No tienen una segunda salida, no tienen una escalera de emergencia. Es una única entrada, usualmente la entrada tiene una gradiente muy pronunciada, bastante empinada, porque hay que ganarle al espacio”, explica Mauricio Montero, jefe del batallón de Bomberos del norte de San José.
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Este fue el escenario que encontró el Cuerpo de Bomberos hace tan solo una semana, cuando una madre y sus tres hijos, todos menores de 12 años, fallecieron en San Juan de Dios de Desamparados. El incendio fue calificado por Bomberos como el de mayor letalidad en menores de edad en los últimos nueve años.
Hornos en segundos
Hace dos meses, una situación económica difícil y una separación marcada por presunta violencia familiar obligaron a Marilyn, de 33 años, a mudarse con sus tres hijos, Kristell, de 3 años; Keylor, de 6; y Kendall, de 11 a un cuarto construido con láminas de zinc, ubicado en el tercer piso de una pulpería, entre las estrechas calles de San Juan de Dios. El único acceso a la habitación era una angosta escalera ubicada a un costado del negocio.
De acuerdo con Montero, el factor común en estas edificaciones es que, además de incorporar estructuras metálicas para levantar segundos, terceros y más niveles, los pisos suelen estar completamente cerrados y, por lo general, no cuentan con ningún tipo de ventilación.
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“Esto los convierte como en un horno, porque hay una gran acumulación de temperatura por la poca ventilación. Al no existir compartimentación, hay una propagación horizontal que se da muy fácil y muy rápido”, explica.
En los últimos cinco años, el Cuerpo de Bomberos ha atendido 77 incendios en estructuras de este tipo, nueve de ellos en lo que va del 2025. Según los registros de la institución, el incendio ocurrido en una cuartería en La Carpio, en abril de 2019, se mantiene como el tercero más mortal en la historia del país, con un saldo de siete personas. Solo lo superan el siniestro en el Hospital Calderón Guardia, en 2005 (19), y el incendio en un asilo de ancianos, en el año 2000 (17).
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De acuerdo con la entidad, el fuego tarda aproximadamente cinco minutos en consumir una vivienda. Esta ventana de tiempo; sin embargo, se reduce en condiciones de escasa ventilación y hacinamiento. El escenario se complica cuando escasean las rutas de escape.
Allen Moya, jefe de Ingeniería del Cuerpo de Bomberos, explicó a La Nación que el fuego se propaga con mayor facilidad según la cantidad de elementos dentro de una vivienda. Asimismo, avanza con más fuerza cuando hay plantas superiores en una estructura.
“Las llamas generan gases calientes más livianos que el aire, por lo que tienden a subir con mayor facilidad. Si encuentran un espacio para filtrarse, los compartimientos superiores se llenan de humo y el fuego se propaga más rápido”, afirma Moya.
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Asimismo, este tipo de estructuras no cumple con ninguna normativa contra incendios, reglamento de construcción ni con las regulaciones mínimas establecidas por el Ministerio de Salud. “Eso eleva aún más el nivel de riesgo”, agrega.
Así ocurrió en Desamparados. De acuerdo con Bomberos, las llamas se habrían originado en el primer nivel, en la pulpería, debido a una falla eléctrica. Las únicas gradas de acceso fueron obstruidas por el fuego y permitieron el paso del humo hacia las plantas superiores.

La llamada de emergencia ingresó a las 5:47 a. m. del domingo y Bomberos atendió el siniestro con ocho unidades al sitio, entre ellas, unidades extintoras, de rescate y un tanquero. Mauricio Montero fue unos de los primeros bomberos en llegar ese día; no obstante, a su arribo, ya el 75 % del segundo nivel estaba envuelto en llamas, y fue cuestión de segundos para que el tercer nivel, donde dormía la familia, se consumiera por completo.
“Empezamos esa lucha que nos pasa en los lugares que tienen alamedas o calles estrechas”, recuerda Montero. Según indicó, también es común que la ubicación de las estructuras tipo cuartería incrementen el peligro en casos de incendio, pues en algunas ocasiones, los hidrantes están lejos y los camiones no pueden ingresar hasta la vivienda.
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Esa mañana, mientras un equipo de Bomberos llevaba las mangueras por las calles hasta el aposento en llamas, equipos de búsqueda y rescate lograron evacuar a dos personas que dormían en el segundo nivel, a través de un agujero en la parte posterior de la vivienda. El fuego avanzó y la estructura ardió como una chimenea.

“La posibilidad de vida ahí es cero”, advierte Montero. Lo mismo presenciaron los vecinos, quienes relataron sus testimonios a este medio.
Una alarma salva una vida
Diana tiene 37 años de vivir en San Juan de Desamparados y 7 años de residir en la casa al lado de la pulpería. Aunque prefirió no exponer su nombre, contó que conocía a Marilyn desde la infancia.
La mañana de ese domingo la despertó el olor a humo. “Marilyn estaba pegada a la ventana (una pequeña abertura en el tercer piso). ‘¡Salga!’ le grité yo. Me decía: ‘¡ayúdeme!’. Por más que quisimos no se pudo", lamenta.
“El fuego fue demasiado rápido, se encendió como una caja de fósforos”, rememora. De acuerdo con la vecina, el humo invadió tan rápido la estructura que la mujer no fue capaz, ni siquiera, de hallar a sus hijos dentro del cuarto.

De acuerdo con su relato, Marilyn temía morir en un incendio y, por eso, cada noche desconectaba sus dispositivos electrónicos. Aunque esta medida pudo haber evitado que las llamas comenzaran en su habitación, el verdadero problema radica en la sobrecarga de los sistemas eléctricos en estructuras que albergan múltiples viviendas.
Para Allen Moya, el principal motivo de incendio en las cuarterías coincide con la primera causa de incendios en todo el país: los cortocircuitos. Según explicó, la construcción de añadiduras y dormitorios no planificados suele sobrecargar la instalación eléctrica, diseñada originalmente para una sola casa. Asimismo, se suele utilizar cableado de bajo costo, que no ha pasado por los debidos controles de calidad.
No obstante, conscientes de que para miles de personas en el país esta es la única opción de vivienda, el Cuerpo de Bomberos insiste en la importancia de tomar algunas precauciones. Una de las más accesibles es instalar un detector de humo: un aparato de bajo costo, alimentado por batería, cuya alarma puede alertar a tiempo para evacuar antes de que las llamas se propaguen, en apenas cinco minutos.
“Un dispositivo de estos puede salvar la vida”, afirma Mauricio Montero, jefe de batallón.