El sismo de magnitud 4,1 que sacudió la madrugada del viernes 22 de agosto al Valle Central no fue un evento aislado, sino el resultado de un entramado de fallas locales; un tejido tectónico justo debajo de San José. Aunque fue de baja magnitud, la señal que deja es clara: San José no está exento a un sismo fuerte.
Así lo explicó el Dr. Esteban J. Chaves, director del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica (Ovsicori) de la Universidad Nacional (UNA), quien señaló que la población suele asociar la ocurrencia de sismos con zonas montañosas y volcánicas, pero tiende a olvidar el riesgo en áreas urbanas como San José.
“En el Valle Central básicamente vemos una zona plana, abundante en edificios, casas, oficinas y vías terrestres. Ese paisaje urbano puede hacer que olvidemos el peligro tectónico porque no vemos montañas. Sin embargo, el peligro es real”, advirtió Chaves.
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Un reporte científico de la semana anterior evidencia que zonas de frecuente sismicidad coinciden con áreas densamente pobladas, un hecho que incrementa sustancialmente la exposición de la población a futuros eventos sísmicos, ya que el evento del 22 de agosto representa el sismo más grande que se haya registrado en la Gran Área Metropolitana en la era instrumental sismológica moderna.
Apenas el viernes, Chaves divulgó nuevos análisis, los cuales muestran que el centro y sureste de San José se asientan sobre un entramado de fallas activas a profundidades entre 6 y 12 kilómetros.
Ese sistema de fallas, según explicó, tienen una característica conocida como deslizamiento de rumbo, donde los bloques rocosos se mueven horizontalmente, uno junto al otro en paralelo a la falla; pero también una componente de falla oblicua.
Ese tipo de fallamiento se caracteriza por un movimiento combinado de buzamiento (vertical) y deslizamiento de rumbo (horizontal). La sismicidad asociada a estas fallas se manifiesta en forma de terremotos y enjambres sísmicos a lo largo de sus trazas.
Esos sí, Chaves recalcó que todos los sismos analizados en esta zona son relativamente pequeños y el más grande fue el 22 de agosto en la madrugada, con una magnitud de 4,1 y en los alrededores de barrio Tournón y Llorente de Tibás.
Sin embargo, el análisis de Chaves arrojó una línea de eventos ya en formación a largo de la falla que rompió durante la madrugada del 22 de agosto y a solo 4 kilómetros de profundidad.
Potencial sísmico
De manera individual, explicó Chaves, cada falla en ese entramado debajo de San José tiene el potencial de generar sismos de entre 5,0 y 5,9 grados. En un escenario conjunto, si todas se activaran en el marco de un único evento, la magnitud máxima calculada sería de 6,5 grados.
“Cuando pasa un sismo como el del viernes 22 de agosto, lo primero que pensamos es en un escenario catastrófico lejano. La sorpresa es que ocurrió justo debajo de uno de los sitios más poblados de Costa Rica”, explicó Chaves.
El evento del 22 de agosto liberó una cantidad baja de energía (unos 60 kilopascales), pero la experiencia debería servir de llamado de atención.
El director del Ovsicori recordó que un sismo de magnitud 5 libera 32 veces más energía que uno de 4, y si ocurre bajo las mismas condiciones —a poca profundidad y en medio del área urbana— la sacudida sería mucho más intensa.
La principal preocupación planteada por Ovsicori es esa superposición espacial entre es tejido de fallas con actividad sísmica y áreas de alta densidad poblacional.
Por ejemplo, reportes de densidad sísmica muestran un repunte en la recurrencia de eventos hacia el sur y sureste de San José. En el área estudiada (Valle Central) habitan en promedio 2.114 personas por kilómetro cuadrado y esa misma superficie sufre una afectación de 2,39 sismos por kilómetro cuadrado en promedio.
Esto se traduce en que, dentro de cada kilómetro cuadrado afectado por un temblor, habitan al menos 884 personas.
Costa Rica es una nación altamente sísmica, registrando un promedio de 35 a 40 sismos diarios, aunque solo 3% de estos son percibidos por la población.
El Valle Central no es la única zona fracturada.
En el Pacífico, explicó Chaves, la interacción de placas tectónicas en la subducción bajo Nicoya y Osa puede generar terremotos mucho más grandes. Un evento de magnitud 7,9 en Nicoya, por ejemplo, liberaría 7.900 veces más energía que el temblor reciente en San José, indicó.
“Costa Rica tiene un potencial sísmico alto. El mensaje no es de terror, sino de recordar que vivimos en un país sísmico y que debemos estar preparados”, concluyó Chaves.
Preparación ciudadana
El experto recalcó que el mensaje no es de alarma, sino de prevención. Ante un eventual sismo más fuerte en la capital, cada familia debe contar con un plan básico:
- Identificar salidas de emergencia y llaves o controles de apertura de puertas.
- Tener lista una mudada básica y un foco.
- Durante la sacudida, mantener la calma, agacharse y proteger la cabeza y el cuello.
- Revisar cuidadosamente la vivienda después del evento, para descartar fracturas o daños estructurales.
- Si hay fracturas o daños fuertes, recomendó NO ingresar de nuevo a inmueble en tales condiciones por riesgo debido a réplicas.
“Lo más importante es protegernos en la sacudida y luego asegurarnos de que quienes están con nosotros estén a salvo. Si el inmueble presenta daños de fondo y ocurre otra sacudida, el riesgo aumenta”, explicó Chaves.