
La trágica muerte de Álvaro Monge Hernández, conocido como Cupido, llenó páginas de periódico y largos minutos en noticieros esta semana. El desamparadeño, papá, abuelo y querido vendedor de flores, fue asesinado durante un violento ataque, por negarse a entregarle unas monedas a un sujeto la noche del miércoles, en Los Guido, Desamparados.
Su historia, truncada por la violencia a los 48 años, fue un cúmulo de resiliencia, trabajo y un sueño inconcluso: brindarle un hogar propio a su madre.
Vendedor de flores desde niño
Desde los ocho años, Álvaro o Cupido, como lo conocen en el barrio, recorría las calles con ramos de flores para venderlos junto a su madre, Vera Hernández, quien sacó adelante sola a sus siete hijos, después de que el padre los abandonara.
“Él decía: ‘mamá, vamos conmigo, yo vendo flores’”, recuerda su hermana, Hazel Monge.
A veces lo acompañaban sus hermanas o hermanos; otras iba solo, decidido a aportar lo que pudiera. Así, Álvaro asumió pronto un importante papel de apoyo en el hogar familiar.

No tuvo la oportunidad de estudiar formalmente, ya que cuando era bebé enfermó de sarampión y rubéola, una condición que afectó su desarrollo de aprendizaje.
Como resultado, no aprendió a leer, ni a escribir. Sin embargo, aprendía de otra manera: observando, escuchando y repitiendo. Así fue como llegó a manejar frases en inglés; mientras saludaba y ofrecía sus flores, podía sostener pequeñas conversaciones con turistas y clientes.
Entre el trabajo, la familia y una salud frágil
A los 23 años se convirtió en padre, y con el mismo oficio de la venta de flores, sacó adelante a su esposa en ese momento y a su hijo.
Cuando cumplió alrededor de 42 años, volvió a enfermarse gravemente. Un accidente doméstico lo llevó a una cirugía de emergencia y estuvo a punto de perder la vida. Desde entonces quedó con secuelas y con una salud frágil.
Eso no lo detuvo. Aunque ya no podía vender flores, buscó formas de seguir adelante: hacía jardines, techos, pintura, mandados. Lo que saliera.
“Gracias a Dios, la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) le aprobó la pensión no contributiva a mi mamá. Era poquito, ¢82.000, pero ella con eso pagaba la casita, medio comía. Él se iba a hacer trabajitos”, contó Hazel.

Trabajaba desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde y siempre, sin excepción, regresaba a acompañar a su mamá. Era su prioridad absoluta.
Era querido por todos. Los niños lo llamaban “viejo” con cariño, lo invitaban a jugar bola, a comer, y lo saludaban al pasar. Los vecinos confiaban en él, y los clientes de toda la vida lo buscaban por su educación y por la nobleza que transmitía. Ese cariño se hizo más evidente cuando su nombre se convirtió en noticia.
El día que todo cambió: asesinado por unas monedas después de trabajar
De acuerdo con la versión de su familia, el día de la tragedia, el pasado miércoles 19 de noviembre, Álvaro salió temprano de su casa para realizar un trabajo: mover tierra en una casa cercana.
Le pagaron su jornada y, antes de regresar a su vivienda, hizo una parada en la pulpería del barrio. En determinado momento, un hombre entró y le pidió un cigarrillo y Cupido se lo dio. Luego, el mismo sujeto le pidió ¢200 y también se los dio. Pero cuando volvió a pedirle más dinero, Álvaro le explicó que no podía, ya que esas monedas eran para comprarle comida a su mamá.
Esa negativa provocó una discusión. El sujeto salió molesto, y Álvaro continuó con su rutina. Pero cuando se dispuso a levantar su carretillo para regresar a casa, el sospechoso volvió y lo atacó de forma repentina por la espalda.
“El sujeto le salió por la espalda, dándole con una pieza de baldosa por el cerebelo. Le dio tan fuerte que mi hermano cayó al suelo, y enseguida él se le montó encima y le dio por un costado de la frente, y después por el estómago, y él quedó ahí en el lugar”, contó entre lágrimas la hermana de Cupido.
Los niños que persiguieron al sospechoso
Los menores del barrio, testigos de la huida del sospechoso, corrieron tras él.
“Se fueron atrás y gritaban: ‘agárrenlo, él le pegó al viejo’”, contó Hazel.
Un joven lo alcanzó y logró detenerlo hasta que llegó la policía. Así, gracias a la comunidad, el sospechoso, identificado por el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) con el apellido Zamora, de 36 años, fue arrestado y entregado a las autoridades.
Sin embargo, la familia sigue esperando información oficial sobre las medidas que se le impondrán, por lo que acudirán a la Fiscalía en los próximos días.
Un adiós sostenido por la solidaridad
La familia no tenía nicho ni recursos para un funeral. Pero la noticia movilizó al país. Vecinos, clientes, amigos y desconocidos enviaron ayuda económica y mensajes de apoyo.
La Municipalidad de Desamparados les prestó un nicho, y con las donaciones lograron cubrir los gastos del funeral. Ahora esperan reunir lo necesario para adquirir un derecho de suelo y darle un lugar permanente donde descansar. Desde el viernes, en esa tumba prestada, hay flores, tantas como las que Álvaro vendía.
“Él merece lo mejor”, recalcó su hermana. “Fue un excelente ser humano, hijo, y hermano”.

El sueño que fue truncado
En medio de sus jornadas laborales, Álvaro tenía un sueño que lo impulsaba a continuar: regalarle una casa a su mamá, una adulta mayor que padece diabetes e hipertensión.
“Él hablaba con nosotras a veces y nos decía, mi anhelo dejarle la casita a mi mamá, por lo menos que ella tenga un techo. Y no lo logró gracias a las manos de ese hombre de mal corazón”, contó su hermana.
¿Qué pasará con doña Vera, madre de Cupido?
A sus 71 años, doña Vera enfrenta la ausencia más dura. Álvaro era su compañía diaria, su cuidador y su soporte emocional.
La familia se organiza para acompañarla; un nieto ya se ofreció a vivir con ella y, por ahora, permanece cuidada por Hazel y otros familiares, quienes velan por su salud y estado emocional.
El hijo de Álvaro, de 24 años y padre de dos niños, también está devastado. “Me abrazó y me dijo: ‘Tía, ya no tengo a mi papá, ¿qué voy a hacer?’”, cuenta Hazel.

El mensaje para el pueblo costarricense
En declaraciones a La Nación, Hazel y su familia enviaron un mensaje de agradecimiento a cada costarricense que mostró su apoyo, ya fuera con un mensaje o con una donación.
“No tengo cómo agradecer tanto apoyo. Les agradezco con todo el alma y le pido a mi Dios que a todos los bendiga y los prospere siempre, que me les dé salud, bienestar, estoy muy agradecida por todo el apoyo que hemos recibido”, expresó.
Aunque la historia de Cupido terminó de manera injusta, su memoria permanece en las manos de quienes lo amaron, en los barrios donde trabajó y en un pueblo que hoy lo recuerda con cariño.
Este caso se enmarca en un contexto de creciente violencia: su homicidio forma parte de los 778 registrados en el país durante el 2025, según el último reporte del OIJ.
