
En Costa Rica, en promedio, dos mujeres son asesinadas cada mes por sus parejas, exparejas, allegados o por hombres que ejercen alguna cuota de poder sobre ellas. El caso más reciente de femicidio ocurrió hace menos de 10 días, en una cuartería ubicada en pleno centro de San José.
En el segundo piso del inmueble la vida de Belkis Scarleth Molina, una mujer nicaragüense de 35 años, se apagó después de recibir una puñalada mortal en la pierna, propinada por un hombre que también residía en el complejo.
Hasta el 16 de noviembre, el Observatorio de Violencia de Género Contra las Mujeres del Poder Judicial contabilizó 33 femicidios. Este es el tercer año consecutivo en el que, a menos de dos meses de finalizar el año, la cifra supera ya las 30 víctimas. A esta misma fecha, en 2023 se registraron 34 delitos de este tipo y, en 2024, la cifra ascendía a 40.
En el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que se conmemora este 25 de noviembre, la magistrada y coordinadora de la Comisión de Género, Roxana Chacón Artavia, aseguró que el femicidio constituye la expresión más extrema de violencia contra las mujeres.
“La violencia va en aumento. Queremos dejar un mensaje para la población en general, para que aquellas mujeres que están sufriendo violencia a manos de sus compañeros, se acerquen a denunciar”, aseveró.
La víctima mas joven
La víctima más joven de femicidio en 2025 tiene apenas cuatro años. Se trata de la niña que murió asfixiada junto a su madre, Cindy Murillo Bonilla, de 39 años, dentro de un apartamento en San Rafael de Alajuela. En apariencia, una fuga de gas licuado de petróleo (LP) les causó la muerte.
Sus cuerpos fueron hallados el 3 de noviembre y el principal sospechoso de asesinarlas es un hombre de apellidos Chavarría Monge, quien, según las autoridades, era la pareja sentimental de Cindy. Investigaciones preliminares establecen dos hipótesis: que la niña y su madre hayan sido asfixiadas mecánicamente, o que Chavarría hubiese liberado el gas para provocar su muerte por inhalación.
La muerte de Cindy y su hija se suma a la lista de mujeres asesinadas por asfixia. Este año, el Observatorio registra nueve víctimas cuyas vidas fueron arrebatadas de esta manera, la tercera causa más común en este tipo de delitos.
En lo que va del año, 11 mujeres murieron por ataques con arma blanca, siete por arma de fuego y una a golpes. Del resto de casos no se conocen detalles.
Entre los nombres de las mujeres asesinadas en 2025 figura también el de Rufina Jiménez Arias, de 56 años, cuyo rastro se perdió durante dos meses, hasta que su cuerpo apareció enterrado en el patio de su propia casa el pasado 19 de agosto. Su hijo, de 17 años, fue detenido como el principal sospechoso de quitarle la vida.
A la lista se suma también el nombre de Ligia Faerron, de 53 años, cuyo cuerpo fue hallado el 15 de octubre, enterrado en una finca en Javillos de San Carlos. El principal sospechoso de asesinarla es un hombre de apellidos González López, de 29 años, quien, al parecer, mantenía una relación de cercanía con la mujer.
Huérfanos de madre
Aunque las víctimas más visibles del femicidio son las mujeres, detrás de cada una hay una familia que también queda marcada por la pérdida. Según datos del Observatorio, 26 de las 33 víctimas en lo que va del año eran madres. Tras sus muertes, 57 personas quedaron sin su mamá; de ellas, 39 son menores de edad.
“La muerte de un ser querido, especialmente de una madre, es una situación sumamente dolorosa para un menor de edad, especialmente cuando esto se da por razones de género”, afirmó Dixinia Centeno, profesional de la Unidad de Género del PANI, luego de que la institución intervino para proteger a los dos hijos de Belkis Molina, fallecida en la cuartería en San José.
Algunos niños han visto a sus padres asesinar a sus madres; otros, aunque no presenciaron el ataque, estaban en la misma vivienda cuando ocurrió el homicidio. En ciertos casos, menores de edad incluso intentaron intervenir en las escenas de violencia que culminaron con la muerte de sus madres.
“Es difícil para un niño, que lo lleven a la escuela y no esté su mamá. Que sus otros compañeritos van con su mamá y ella no está, porque cruelmente le arrebataron la vida”, manifestó a La Nación en agosto Luz Vega, tía de un menor que, cuando su madre fue asesinada en 2014, tenía solo cinco meses.
También en agosto, Óscar Morera, padre de Eva Morera, una joven universitaria asesinada por su pareja sentimental en 2019, afirmó a este medio que los familiares de víctimas de femicidio no reciben un seguimiento psicológico, y que los hijos de las mujeres asesinadas, con suerte, llegan a recibir tres sesiones psicológicas.
“Eso es lo que el Estado les da”, lamentó.
Muertes en manos de su pareja
Del total de casos registrados este año, 24 corresponden a mujeres asesinadas por hombres con quienes mantenían una relación: matrimonio, unión de hecho, noviazgo, convivencia, no convivencia o relación casual, incluso tras un divorcio o separación.
Los nueve casos restantes fueron catalogados como femicidios en otros contextos, según lo contempla el artículo 21 bis de la Ley de Penalización de la Violencia Contra las Mujeres.
La cifra incluye asesinatos en los que el agresor se aprovecha de una relación de confianza, amistad, parentesco, autoridad o poder, incluso sin convivencia. También comprende situaciones en las que el homicida tiene antecedentes de violencia contra la víctima en el ámbito familiar, laboral, estudiantil, comunitario o religioso, así como cuando es cliente explotador sexual, tratante o proxeneta.
Además, considera femicidios los casos en que la víctima se niega a iniciar o retomar una relación, a tener contacto sexual, o cuando el crimen se comete para preparar, facilitar u ocultar un delito sexual.
La ley también incluye los asesinatos cometidos como acto de venganza, represalia o cobro de deudas en contextos de crimen organizado, así como los homicidios motivados por la participación, cargo o actividad política de la mujer.
