La madrugada del 4 de noviembre, 1.200 oficiales irrumpieron en 67 propiedades para desarticular el que se presume podría ser el primer cartel de drogas identificado en el país. Sus cabecillas, ampliamente conocidos desde hace años, operaban en las sombras de una estructura cuya verdadera magnitud se reveló hasta la mañana de los allanamientos.
El Organismo de Investigación Judicial (OIJ) desplegó el operativo más grande de su historia, que culminó con la captura de 37 presuntos miembros que seguían de cerca las órdenes de Luis Manuel Picado Grijalba, alias Shock, y Jordie Kevin, alias Noni, los hermanos artífices de la estructura.
Ambos orquestaron el ahora llamado cartel del Caribe Sur, que en los últimos años extendió su dominio desde el Caribe hasta la costa del Pacífico.
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En apariencia, en alianza con estructuras lideradas por Edwin López, alias Pecho de Rata, y Gilbert Bell Fernández, conocido como Macho Coca, así como con el respaldo armado de Tonny Peña Russell, lograron controlar las rutas de la droga. Al mismo tiempo, eliminaron a rivales de peso, como Danny Hernández, alias Ratón, una de las víctimas de la masacre de Matama; a Leonardo Joseph Méndez, alias Chombo, ejecutado en las afueras de los Tribunales de Limón y a Ronny Dobrosky Rojas, quien murió a balazos dentro de un vehículo en un colegio privado del Caribe.

Así, el grupo se consolidó como el único con presencia sostenida en ambas costas y como el principal abastecedor de drogas dentro del territorio.
Hoy, tanto sus principales aliados como sus rivales están tras las rejas, y las organizaciones criminales más poderosas de los últimos años se encuentran debilitadas. Peña Russell permanece en prisión; Pecho de Rata espera su extradición a Estados Unidos, al igual que Macho Coca y Jonathan Álvarez Alfaro, alias Gato.
La extradición de Elías Herrera Hernández, uno de los cabecillas del grupo conocido como Los Hondureños, se concretó el pasado 21 de octubre. Tras las rejas está también un hombre de apellidos Angulo Fernández, alias John Cadenas, quien dominaba la zona sur y ahora espera su extradición a Italia por narcotráfico.
Por su parte, Alejandro Arias Monge, alias Diablo, –el hombre más buscado del país y por quien Estados Unidos ofrece medio millón de dólares– lidera una organización que, aunque abarca territorio, también ha sido golpeada por las autoridades en los últimos años.
Pese a ello, Michael Soto, subdirector de la Policía Judicial, sostiene que Costa Rica se encamina a cerrar el año con cerca de 900 homicidios, y advierte de que el debilitamiento de las estructuras no necesariamente se traducirá en una disminución de la violencia en las calles.
¿Qué ocurre ahora?
Determinar lo que sucederá tras la caída del cartel del Caribe Sur resulta complejo para las autoridades judiciales. Sin embargo, basándose en casos anteriores y mediante labores de inteligencia, se perfilan varios escenarios posibles.
Una de las hipótesis es que personas que antes fungían como mandos medios del grupo, ante la ausencia de los cabecillas y la necesidad de mantener operativa la estructura, asuman posiciones de poder. También podría suceder que el grupo busque alianzas para fortalecerse o, por el contrario, termine por desintegrarse.
En ello, señala Soto, podrían influir los procesos de extradición de los líderes de la organización. Noni será llevado a Estados Unidos por narcotráfico, y el mismo destino aguarda a su hermano Shock, quien está detenido en Londres desde diciembre del 2024.
“Si las extradiciones de todos estos sujetos se materializan con rapidez, que es lo que nosotros quisiéramos, en Estados Unidos la posibilidad de comunicación es muy baja”, indicó.
Desde su detención en Europa, Shock, por ejemplo, ha mantenido comunicación con sus allegados y desde ahí continuaba ejerciendo influencia sobre el grupo. Ahora, la posibilidad de que la organización se vuelva a estructurar, afirma Soto, es difícil, pero no imposible.
La línea que toma más fuerza es que dos grupos criminales históricamente afincados en Limón podrían aprovechar el debilitamiento del cartel para ocupar territorio.
“Haciendo prospectiva criminal podríamos inferir que hay dos grupos (cuyos cabecillas) estuvieron privados de libertad por tráfico internacional de drogas en la provincia de Limón. Podrían ocurrir dos cosas: o entre ellos hacen una alianza para tomar el control, o empiezan a disputarse el territorio y generan algún conflicto, principalmente en la provincia de Limón”, explicó el subdirector.
En Puntarenas, por otro lado, donde el cartel del Caribe Sur llegó a dominar toda la franja hasta isla Chira, permanecen algunos grupos que operaron junto a ellos y otros que están bajo investigación, los cuales también podrían llegar a disputarse el control del Pacífico.
Para el director de Ciencias Criminológicas de la Universidad Estatal a Distancia, Rodrigo Campos, el resurgimiento de grupos cuyos cabecillas y miembros permanecieron en prisión se explica, en gran medida, por la falta de inversión en prevención y por un sistema penitenciario que amerita reformas.
“Hay que generar una serie de medidas tendientes a que la persona, una vez que salga, no vuelva a delinquir. (...) Ahora, las cárceles no son solo para contener. Si usted encierra a mucha gente junta dedicada al mismo negocio, termina siendo una especie de centro de convenciones empresarial del crimen. (...) Cuando alguien de una red criminal va a prisión, la red criminal se extiende hacia esa prisión”, explicó Campos.
Costa Rica, sostiene, debe invertir en herramientas para los privados de libertad y que así aprendan a canalizar las emociones, la violencia, y dar un seguimiento adecuado según cada perfil psicológico. Por ejemplo, explica que el sistema carece de protocolos de diagnóstico que registren padecimientos psicológicos de personas que no estarían en condiciones de reinsertarse en la sociedad.
“La ciencia no conoce una manera de reinsertarlos. Son personas cuya condición no les permite vivir en sociedad y tenemos que ver qué hacer con ellos”, agregó.
Alianzas, fortalecimiento de las estructuras y una oferta de drogas similar a la que se puede hallar afuera hacen de los centros penitenciarios una especie de escuela que fortalece a las agrupaciones y, una vez afuera, sus miembros pueden recuperar el poder e incluso superar el que algún día ostentaron.
Un ciclo que no se detiene
Por el momento, hay organizaciones criminales operando en las calles y continuarán formándose nuevas, alimentándose de la vulnerabilidad social y la juventud. El subdirector del OIJ, Michael Soto, no descarta que en algún momento, en Costa Rica, surja nuevamente un grupo con una estructura de cartel igual o más fuerte que la desarticulada, aunque advierte de que eso tomaría años.
Por lo pronto, pese a que los cabecillas están fuera de circulación, explicó que no se vislumbra una disminución significativa en los homicidios y el país se encamina a cerrar el año con entre 880 y 900 asesinatos, una cifra similar a la de los últimos dos años, los más violentos en la historia.
“La Policía, y aquí hablo de todo el aparato de seguridad del Estado, hace contención criminal. Este año ha sido muy intenso para el OIJ; prácticamente hacemos dos allanamientos al día. Hemos desestructurado muchos grupos, pero eso no se ha traducido necesariamente en una baja considerable. ¿Por qué? Porque los que están poniendo la violencia en las calles son las personas jóvenes”, afirmó.
Para disminuir la violencia y reducir la creación de nuevas agrupaciones a mediano y largo plazo, la estrategia, según Soto, trasciende la posibilidad policial y requiere de un abordaje integral de desarrollo humano que brinde las herramientas a los jóvenes para no ceder ante el opulento y lucrativo negocio del narcotráfico.
