La tarde del 31 de julio, José Alexis Sandoval Alemán falleció en un grave accidente entre el camión que manejaba y un autobús lleno de pasajeros en una intersección de calle El Molino, en El Guarco de Cartago. El irrespeto a un alto casi desteñido que estaba pintado en la calle pudo ser la causa de la mortal colisión.
El día del choque, el alto vertical tampoco estaba en su sitio; se lo habían robado.
A 130 días del siniestro, la calle está recién demarcada y hay un nuevo alto instalado en la intersección, pero los residentes siguen esperando un semáforo, pues sostienen que, en esa calle, siguen ocurriendo frenazos y choques.
Los vecinos aún recuerdan que el bus de la ruta Tobosi-Quebradilla-Tablón viajaba de norte a sur, de Cartago hacia El Guarco, en una ruta principal; mientras que el camión liviano circulaba de este a oeste, en una vía secundaria. En la esquina de Pollos El Buenazo, al parecer, el vehículo de carga liviana irrespetó el alto y se dio el grave accidente.
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El choque desencadenó un incendio que requirió la atención médica de 17 personas. El autobús, completamente consumido por las llamas, y el supermercado Nuevo 98, con graves daños, fueron algunas de las consecuencias materiales del suceso.
Róger Camacho Jiménez, un adulto mayor con casi 50 años de vivir a pocos metros de la intersección, compartió sus inquietudes y considera que faltan más señales en ese lugar.
“De accidentes bravos, ese fue el primero. Ahora nosotros esperamos que, con la señalización, sean menos los accidentes. Probablemente ahora sean menos (...), pero creo que lo más importante es que nos pusieran un semáforo “, expresó Camacho al regresar a su hogar.
Un frenazo más
Mientras un equipo de La Nación estaba en el sitio, hubo otro frenazo de una motocicleta y un vehículo liviano en la intersección. En ese momento, Nicole, otra lugareña que se encontraba en la parada para ir a su trabajo, aseguró que oír esos ruidos es común, a pesar de la demarcación.
“Es extremadamente peligroso, incluso para cruzar. Específicamente en el área donde el autobús arrastró al camión en el accidente, la gente cruza con frecuencia; lo hacen niños, jóvenes y ciclistas. La situación sigue siendo sumamente peligrosa”, lamentó Nicole, quien prefirió reservarse su apellido.
Esa misma percepción la tiene Leandro Zamora, comerciante que vendía pejibayes a unos 5 metros de la nueva señalización de alto. Él incluso recordó un choque de una motocicleta y un vehículo liviano, ocurrido en su primer día de trabajo. Para él, la señal vertical reciente es insuficiente.
La colisión de julio anterior ocurrió justo en el límite entre los cantones de Cartago y El Guarco. Mario Redondo, alcalde cartaginés, aseguró que la atención de ese punto le corresponde a El Guarco. También se le remitieron consultas a Víctor Arias Richmond, alcalde vecino, pero al cierre de esta publicación, no se había obtenido respuesta.
Recuerdos espantosos
Lisbeth Beita Quiel, cajera en el Súper Nuevo 98 cuando ocurrió el trágico siniestro, compartió con este medio su experiencia de sobrevivir al incidente que amenazaba con calcinarla. Beita Quiel, al igual que los vecinos de la zona, lleva años demandando la instalación de un semáforo, consciente de que algunos antisociales acostumbran a robarse las señales verticales para venderlas en chatarreras.
“A los cuatro días o a la semana después de eso, hubo otro accidente justo en ese lugar, directamente enfrente. Es algo espantoso, porque yo me preguntaba: ‘¿Cuánto más tiene que suceder para que las autoridades reconozcan que se necesita un semáforo? No señales de tránsito, porque ya las han puesto y los mismos indigentes las arrancan y se las roban”, aseveró Beita.
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Ella sostiene que ha habido muchos accidentes y que, a pesar del trágico suceso que resultó en la muerte de José Alexis Sandoval Alemán, las autoridades se conforman con la señal de alto.
“El recuerdo siempre está ahí y es muy difícil, pero hay que salir adelante. Les pido a las autoridades que se pongan la mano en el corazón. De hecho, cuando respiro, siento dolor, porque fui una de las personas que inhaló el humo del autobús, que era muy oscuro. Me recetaron medicamentos y dijeron que se me iba a quitar, pero me agarra un dolor en el pecho, el mismo que experimenté después de eso. No sé si son secuelas”, manifestó.
Beita concluyó compartiendo que encuentra refugio en la espiritualidad para evitar que los malos recuerdos de esa tarde la afecten. “Dios me bendice, Él es quien me protege y me ayuda, porque también enfrento otras complicaciones”, finalizó.