
Una parada con escasa visibilidad, sin acera, bahía para buses, techo, ni espaldón, fue donde Francisco Javier Gutiérrez García se bajó del autobús del circuito San José-San Miguel de Santo Domingo, pasadas las 6 p. m. del lunes en Llorente de Tibás, durante un torrencial aguacero.
Apenas al bajarse, el adulto mayor de 69 años perdió el equilibrio y fue arrastrado por el agua que se desbordaba de la cuneta, hasta ser absorbido por el tragante de una alcantarilla sin rejilla en la ruta 32. El incidente fue presenciado por los pasajeros del bus, que empezaron a gritar cuando la corriente se llevó a Gutiérrez.
Su cuerpo fue rescatado 18 horas después, a las 12:38 p. m. del martes, a 14 metros de la alcantarilla donde cayó, en una caja de registro detrás del Ministerio de Economía Industria y Comercio, en Llorente.
La oficina de prensa del Consejo de Transporte Público, órgano adscrito al Ministerio de Obras Públicas y Transporte (MOPT), confirmó a La Nación que en ese sitio hay una parada de autobús autorizada; sin embargo, aclaró que no le compete a ese despacho “la parte estructural o el mobiliario”.
“Dependiendo de la ubicación, le corresponde a otras entidades el mobiliario, construcción de bahías, entre otros. En el caso de ruta nacional, el Conavi realiza las valoraciones y gestiones”, agregó la entidad.
Una vecina de la carretera declaró el martes pasado que en ese lugar había una rejilla para evitar que la basura tapara la alcantarilla, pero sostuvo que seguro alguien se la robó.
Este medio envió consultas sobre la falta de bahía, parada y la rejilla al Consejo Nacional de Vialidad (Conavi), pero se está a la espera de respuestas.
Esa no era su parada
Don Francisco Gutiérrez nació en Nicaragua pero era naturalizado costarricense. Milena Gutiérrez, su hija de 36 años, contó que su papá trabajaba en imprentas, elaboraba formularios y facturas, hasta que se pensionó hace unos años.
El viajaba seguido a San José, donde tenía amigos que aún laboraban en esa área. Sus familiares no saben porqué decidió bajarse en Llorente, en lugar de llegar hasta su casa en San Miguel, donde vivía solo en un cuarto a unos 400 metros de la casa de su familia. Aunque estaba casado desde 1983, se había separado hace unos años.
Ese lunes por la noche, varios de los ocupantes del autobús atestiguaron el fatal accidente.
“Estaba lloviendo mucho y cuando el señor se bajó, se escucharon los gritos de las personas que iban en la parte de adelante del bus. Todos dijeron: ‘¡El señor se cayó y se lo está llevando el agua!’. Yo me asomé por la ventana y lo vi”, contó a La Nación la pasajera Ileana Alvarado Orozco. Ella observó al señor intentando nadar en vano, pues la fuerza del agua lo superaba.
Aunque una persona se bajó para intentar socorrerlo, nada pudo hacer.
El adulto mayor fue velado durante la noche de este miércoles en la capilla de velación de la Parroquia de San Miguel, y el funeral está programado para este jueves a las 8 a. m.
