Paz, conexión, camaradería, lealtad, empatía y respeto fueron parte de las respuestas que me dieron mis amigos cuando les pregunté, y me parece que cada uno, con su definición, refleja su historia en el amor.
Historias que los han destrozado, que los han salvado y que los han hecho crecer. Sus corazones son los más cercanos al mío y he descubierto en las últimas semanas que nos los estamos curando juntos, con mensajes, abrazos, audios como podcasts, llamadas en la madrugada y reels de “aquí estaré siempre” a pesar de todo.
Cuando pienso en amor, pienso en sus historias, que tienen como denominador común ser intensas, sin miedo y apostar todo por el todo.
Un corazón que se va a Australia dejando en Costa Rica a uno solo y confundido, que al final encontró a otro corazón que lo invitó a Monteverde y que sin saberlo sanó algo que no dañó. Un corazón que, a pesar de vivir con otro y tener una hija, decidió buscar su camino y no conformarse con lo mínimo.
Otro corazón que se enamoró de un futuro que nunca llegó, que salió del congelador de donde estaba y que al final lo dejaron peor. Ahora, meses después, ese mismo corazón dice: “creo que ya encontré el verdadero”. Dos corazones que se conocieron por Tinder en plena pandemia, que han desafiado a sus familias para lograr estar juntos, que no ven el pasado del otro, solo apuestan por un futuro con sus propias reglas y sus tres gatos.
Un corazón que entregó todo su amor a un mini corazón, su hijo. Que confió en sus promesas de ser una familia y que al final no lo valoraron, al preferir irse a Cancún con un corazón extraño. Este corazón cobarde al final les hizo un favor, porque ahora el corazón que por un tiempo sufrió, brilla más que nunca con su mejor compañero de vida.
Y para terminar, un corazón que ahora está partío (dijo Alejandro Sanz) por idealizar a otro, intentando ponerse curitas de amor propio para sobrevivir.
Unos dicen que el que se enamora pierde, otros que en el amor no vale ser valiente y, un poeta, que el amor se llama el juego en el que un par de ciegos juegan a hacerse daño.
Hay tanto que decir y escribir sobre el amor, en todas sus expresiones y manifestaciones. Tantas canciones, películas y libros que nos hablan de qué es, cómo se vive y qué se siente. El amor es amor, pero con los años, al parecer, es más confuso, un fantasma, un tabú. Generaciones que quieren conectar menos, donde el que demuestra más desinterés gana el juego, donde el que contesta luego de muchas horas demuestra que lleva la batuta y donde un corazón en una historia marca la pauta de un interés o no.
De niños, creo que lo teníamos más claro, con esos papelitos escritos a mano con la pregunta “¿te gusto?”, y dos casillas para marcar con una x sí o no, y listo, ya se definía la intención. Entre más grandes, más complicamos la vida detrás de una pantalla con una red social y como dice Laura Maré en su canción Beatriz “que sí que no, que tú que yo, que vas que voy, que ayer que hoy”, todo queda en eso, en una confusión, sin ser sinceros y donde uno de los dos de fijo sale lastimado.
Regreso al título y a la pregunta del inicio, ¿qué buscamos en un amor? “Todos quieren plata, otros quieren fama, un amor superficial, pero ella quiere calma, no dañar su alma, nunca se olvida de lo real. Un corazón como el tuyo está en extinción”, dice Kali Uchis y Peso Pluma en “Igual que un ángel” y lo comparto. Hay corazones en extinción, que al final del día no les importa un cuerpo desnudo, si se tiene desnudo, solo y con curitas el corazón, deseando que alguien cuide su alma y abrace su corazón.
Hablando toda la noche con una amiga sobre el tema, entre muchos recuerdos que nos hicieron reír a carcajadas y que nos sacaron una que otra lágrima, al final me preguntó, ¿Sofi, qué buscas en un amor? No le pude dar una palabra, solo le dije, alguien que se sepa la cantidad de lunares que tengo y busque siempre su favorito para darle un beso.
¡Las leo!