
Barrio Amón fue destino para cientos de personas quienes, este sábado, tomaron algunas de sus calles, instituciones y edificios atraídos por una nutrida y llamativa agenda de actividades artísticas enmarcadas en el festival Amón Cultural.
Nada detuvo a la sexta edición del proyecto, ni siquiera la noticia de la llegada a Costa Rica del coronavirus Covid-19. Conciertos, intervenciones del espacio público con diferentes expresiones artísticas, exposiciones de arte, gastronomía y artesanía dieron vida al festival, que disfrutaron por igual jóvenes y adultos en un ambiente de respeto, tolerancia, inclusión y amor por el arte.
Los vehículos estuvieron vetados en algunas calles del legendario barrio josefino, lo que le permitió al lugar tomar un descanso de su usual ajetreo. Solo para tener una idea, la carretera contigua a la Alianza Francesa (en sentido norte-sur) sirvió para los asistentes al festival de cuaderno de dibujo. Ahí, todos tenían la libertad de sentarse a pintar una historieta.
La iniciativa fue de la Alianza Francesa, unas de las instituciones que se sumó a Amón Cultural. Además de esa “historieta comunal”, se ofreció al público videojuegos basados en libros, degustación de gastronomía francesa y la pintura en vivo de un mural por la artista Julie Cheng.
A 100 metros de distancia, varios jóvenes invitaban a los asistentes a ingresar al Instituto Tecnológico de Costa Rica a tomar una clase breve de LESCO.

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La herediana Melissa Piedra fue una de las que aceptó, complacida, la invitación. “Siento que no se enseña (el LESCO) como debería de enseñarse ni se le da la importancia a la población sorda que sigue siendo excluida en la rutina diaria”, refirió la joven sobre el por qué decidió dedicar 10 minutos para tomar el breve taller, a cargo del centro especializado Enseñas.
Fue la primera vez que Piedra asistió al festival y entre las actividades que, según dijo, no podía dejar pasar, era la de tomar esa clase gratuita, donde aprendió sobre colores, algunas figuras geométricas, y a decir “gracias” o “te quiero”.
Muy cerca de la entrada principal del recinto universitario, el grupo Pintal (Pintores Al Aire Libre de Costa Rica) tenía una de las tres estaciones con las que participaron por cuarto año en Amón Cultural.
La propuesta del colectivo atrajo miradas, fotografías y felicitaciones por parte de un público que observó con curiosidad todas las posibilidades del arte corporal y en tercera dimensión que mostraron en sus distintas locaciones.
Transeúntes en blanco y negro tituló Pintal su intervención. En ella, cerca de siete artistas plásticos pintaron sus cuerpos y ropas con blanco y negro y simulaban curiosas escenas al aire libre.
“Este arte nos permite interactuar con el público; es decir, la gente puede ser parte de una obra plástica de este tipo”, comentó Gabriela Ureña, una de las tres gestoras de este proyecto.

En todo lado
Al tiempo que Pintal hacía de las suyas, la agrupación Souvenir convocaba gente a su alrededor con un repertorio de covers y una que otra pieza original que eran aplaudida por la audiencia.
En tanto, el edificio de Amón Solar se entregaba en toda su extensión a emprendedores con sus tiendas efímeras de ropa y joyería artesanal.
En la “pista” de baile de Amón Solar varias parejas aprendían los pasos básicos de tango o del jocoso y divertido lindy hop, un estilo de baile que, en la década de los años 20, popularizaron en Nueva York afroamericanos.
Pero al tiempo que el reloj se acercaba a las 4 p. m. el público de Amón Cultural fue mermando en los distintos espacios para congregarse frente a la tarima principal del festival, en las inmediaciones del TEC, donde la agrupación Malpaís se presentó en un concierto.
Tras un breve acto protocolario donde se reconocía la labor del Plan Cuadrante de Seguridad Ciudadana de la Fuerza Pública, los primeros sonidos de Malpaís despertaron aún más los ánimos de los asistentes, algunos de los cuales “quemaban” los últimos minutos antes de la presentación entre juegos tradicionales como el hula-hula.
Guiselle Montoya estaba entre ese público expectante. La vecina de Cartago no se sumaba al juego que divertía a chicos y grandes por igual, pero sí permanecía a la espera de que Malpaís iniciara con su repertorio. El grupo, dijo, le gusta bastante.
“Es la primera vez que asisto al festival y me ha parecido muy lindo e interesante. Hemos andado viendo y conociendo, pero también disfrutando de las artesanías y actividades. Ahora queremos ver el concierto”, dijo Montoya. Ella llegó a Amón Cultural con sus hijas y un primo.

La brumosa opinó que el festival es de gran relevancia en estos tiempos. “Esto para la juventud y las familias es muy importante porque significa convivencia, algo que se está perdiendo mucho y tener un espacio así todo el día, me parece de gran importancia”, consideró.
Malpaís inició su show a las 4:15 p. m. y con el primer acorde también nacieron las ovaciones de la gente rendida a la música de la agrupación. El concierto comenzó con Otro lugar e incluyó icónicas piezas como Abril o Marina.
Un año más, Amón Cultural demostró que las mejores “galas” que puede lucir la capital son aquellas que se fabrican con su gente, su arte y su cultura.
