Para Karla Rodríguez, una administradora de 36 años, el clima nublado tiene un efecto inmediato en su rutina. “Cuando llueve o hace frío, siento que me cuesta más arrancar el día. Me pongo más apagada, con menos ganas de hacer cosas y hasta me siento más lenta para pensar”, cuenta. No se trata solo de una percepción personal: a su alrededor, ha escuchado a amigos y compañeros quejarse de lo mismo. Pero, ¿es el clima el verdadero culpable o hay algo más detrás de esta sensación?

Teorías detrás del ánimo “bajo” en días grises
Para los expertos las razones son variadas, algunas de ellas son:
- Menos producción de serotonina
La luz solar influye en la producción de serotonina, un neurotransmisor relacionado con el bienestar y el buen ánimo. En días nublados, la menor exposición a luz natural podría reducir temporalmente sus niveles, lo que se traduce en sensación de apatía o tristeza.
2. Alteración del reloj biológico (ritmo circadiano)
La luz también regula nuestro ritmo circadiano, el sistema interno que controla los ciclos de sueño, vigilia y energía. Cuando los días son oscuros, el cuerpo puede interpretar que es momento de “bajar el ritmo”, haciendo que te sientas más lento o con sueño, incluso si dormiste bien.
3. Cambios en la presión atmosférica
En algunos casos, la caída de la presión atmosférica, que suele acompañar a la lluvia, puede provocar dolores de cabeza, fatiga o sensación de incomodidad física, lo que repercute en el ánimo.
4. Menor actividad física y social
Los días nublados o lluviosos suelen llevarnos a movernos menos y pasar más tiempo en interiores. Esa reducción de actividad física y social limita la liberación de endorfinas, hormonas que ayudan a sentirnos motivados y felices.
5. Asociaciones psicológicas y culturales
En muchas culturas, el sol está asociado con alegría, vitalidad y energía, mientras que la lluvia o el cielo gris se vinculan con melancolía y recogimiento. Estas asociaciones, aprendidas desde la infancia, pueden influir en cómo interpretamos y sentimos un día nublado.
O tal vez, como comenta el Dr. Alfred J. Lewy, profesor de psiquiatría de la Universidad de Ciencias y Salud de Oregón, ocurre algo más en el cuerpo que los científicos aún no comprenden del todo, las teorías anteriormente mencionadas son reales pero no se comportan igual en todos.
Lo cierto es que no existe una certeza absoluta sobre cómo las variaciones diarias del clima influyen en la energía. “Es difícil estudiar este tema ya que muchas personas reaccionan de forma diferente”, explica Kelly Rohan, profesora de ciencias psicológicas y psicóloga clínica de la Universidad de Vermont. Agrega que la investigación es escasa y que, en gran parte, se basa en reportes de percepción individual.
Un fenómeno que no afecta a todos igual
No todo el mundo responde de la misma forma al clima, coinciden los especialistas. Hay personas especialmente sensibles a la falta de luz solar o que simplemente no toleran un día de lluvia; otras, por el contrario, disfrutan de la calma que esta provoca. También están quienes detestan el calor sofocante del verano. “Nos encantaría decir que hay una respuesta fácil, pero simplemente no la hay”, afirma el Dr. Paul H. Desan, psiquiatra y director de la Clínica de Investigación de la Depresión Invernal de la Facultad de Medicina de Yale.
Estrategias para contrarrestar el “bajón”
Si en un día nublado ocasional percibe que la energía cae, los expertos recomiendan priorizar el descanso nocturno, mantener una rutina de actividad física ligera y buscar estímulos que te activen, como caminar al aire libre, abrir cortinas para dejar entrar la luz o escuchar música animada. Incorporar pausas activas en la jornada y cuidar la alimentación, con suficientes frutas, vegetales y proteínas, también puede ayudar.
La terapia con luz, recibir todo el sol y luz natural posible (con cuidados), el ejercicio regular y la exposición consciente a espacios abiertos forman parte de las estrategias más efectivas. Y, si los síntomas se prolongan o afectan de forma significativa la vida diaria, siempre es recomendable consultar con un profesional de salud mental.
Como concluye Karla, para quien un cielo gris es un desafío: “No puedo cambiar el clima, pero sí puedo decidir qué hago con mi día… aunque a veces cueste un poco más”.