
Ella comenzó a grabar tutoriales de maquillaje y cuidado del cabello en 2015, cuando ser creadora de contenido en Costa Rica era poco común y muchas veces malentendido. Hoy lidera su propia empresa de productos capilares y, junto a su pareja, acaba de mudarse a una casa diseñada a su gusto, construida con esfuerzo, paciencia y muchísimas prioridades bien puestas, acá nos cuenta sobre ambos proyectos.
Cuando nadie entendía muy bien qué era eso de “hacer videos”
“El primer video lo grabé en la U”, cuenta, “me temblaban las manos”. Hacía sus videos en inglés porque pensaba que nadie la vería en Costa Rica. Pero aunque no sabía bien a dónde llevaba todo eso, había algo que la empujaba. “No tenía necesariamente claro en qué, pero el deseo estaba”, dice.
Ese deseo creció al margen de trabajos que no terminaban de encajar con su personalidad: colaboró en el negocio familiar, estudió administración porque no sabía qué más estudiar. Pero nunca se sintió cómoda en un escritorio. “No me veía ahí, necesitaba hacer algo mío”.

Lo propio, por fin
Años después, esa necesidad de crear algo que la representara se convirtió en una idea concreta: OLU Cosmetics.
“Yo sabía lo que quería hacer, no a nivel técnico, pero sí a nivel de experiencia. Qué debía sentirse al usarlo, cómo debía oler, qué no había en Costa Rica”.
Compartió la idea con su pareja, Gabriel, quien no solo la apoyó, sino que se convirtió en uno de sus socios. Con su respaldo y el aprendizaje de un pequeño emprendimiento anterior que no prosperó, Priscilla empezó a mover cada ficha: investigación, pruebas, ajustes, registros, desarrollo.
“Cuando entró la primera venta no lo podía creer. Era alguien, en algún lugar, confiando en algo que yo hice”. Desde entonces, OLU ha crecido a paso firme, con una comunidad que no solo compra sus productos, sino que los comparte, los recomienda y los siente como parte de su día a día.

La misma determinación que impulsó OLU también la acompañó en otra meta igual de importante: construir su hogar. Una casa que hoy recorre las redes por su estética cuidada, pero que nació de prioridades bien elegidas y mucho trabajo diario. Es un reflejo del mismo amor al detalle que caracteriza a su marca.
Luego de casi diez años de relación, Priscilla y su pareja, Gabriel, decidieron dar el paso. “Nunca habíamos vivido juntos. Esta casa la pensamos y diseñamos para los dos, desde cero”, cuenta. Fue un año completo de decisiones, sacrificios y enfoque. No se trataba de construir rápido, sino de construir bien.
Hoy disfrutan del resultado. Su espacio favorito es la cocina. Ahí ocurre todo lo que importa: cocinan juntos, se cuentan el día, y apagan el ruido del mundo. “El trabajo no se detiene, pero ese rato de la noche en la cocina es como respirar. Es donde todo se calma.”
Empresa, casa y comunidad
Hoy Priscilla no solo dirige OLU, también gestiona un hogar y crea contenido con la misma naturalidad con la que conversa con su audiencia.
“Comparto mucho porque así soy. Mi comunidad me conoce, sabe quién es mi perro, quién es mi novio… Hay mucha confianza”.
Esa conexión también la guía en el negocio: muchos de los lanzamientos de la marca han nacido de conversaciones con su audiencia. Su nuevo producto, el perfume capilar, por ejemplo, fue una respuesta directa a cientos de mensajes pidiéndolo y comentando acerca del delicioso olor de su primer producto el aceite capilar.
Lo invisible detrás de lo visible
Pero nada ha sido sin esfuerzo. “Yo tenía mucho miedo. Había dinero de otras personas, había presión. No podía fallar”. La Priscilla de hace unos años, confiesa, estaba perdida. “Hoy puedo decirle a esa yo del pasado que sí valió la pena, que está logrando algo de lo que puede sentirse orgullosa”.

La casa no es un símbolo aspiracional de Instagram, es un lugar donde construye algo más que paredes: su familia, su rutina, su balance. “Me gusta estar en casa. Disfruto de cuidar el espacio. Pero también necesito metas, desafíos, seguir creando. Ahí es donde me encuentro”.
Lo que se ve y lo que sostiene
Habitar una casa mientras se sostiene una marca no es fácil, pero Priscilla lo ha logrado gracias a algo que repite varias veces: tener prioridades claras. “No se puede todo al mismo tiempo, pero sí se puede todo por partes”. Esa es su fórmula. También, rodearse bien: su equipo, su pareja, su familia.

Desde su cocina hasta los laboratorios donde prueba nuevas fórmulas, desde los posteos más casuales hasta las decisiones más estructurales de la empresa, Priscilla lleva consigo esa mezcla de intuición, disciplina y una voz propia que nunca quiso parecerse a nadie.
“Siempre fui muy yo, aunque eso a veces me costara oportunidades. Pero hoy tengo algo mío, con sello propio. Y eso no lo cambio por nada”.
Una marca con nombre propio
Hay algo que Priscilla tiene claro: OLU no habría crecido tan rápido sin su marca personal. Durante años, su comunidad la ha visto probar, fallar, aprender, compartir, crear. Y cuando lanzó un producto, no era solo una venta: era la continuidad de una relación construida con tiempo, transparencia y criterio.
“La marca personal lo fue todo al principio”, admite. “Yo no tenía un presupuesto millonario para marketing, pero sí tenía una comunidad que confiaba en mí. Eso no se compra”.
Su historia plantea una pregunta inevitable: ¿puede una marca personal convertirse, en sí misma, en un negocio rentable y sostenible? Para Priscilla, la respuesta ha sido un sí trabajado, no improvisado. Pero, como todo, tiene matices.