Como en la película Coco, la historia se remonta al negocio familiar. Los abuelos de Sofía eran zapateros nicaragüenses que llegaron a Costa Rica e instalaron su empresa.
Es bien sabido que los zapatos de Nicaragua son de excelente calidad y gran confort. Todo ese conocimiento sobre la magia del calzado se vino con la familia Lazo.
Mis abuelos vinieron de Nicaragua, en los años 60, mi abuelo empezó a hacer zapatos. En los años 60, mis abuelos se dedicaban a vender zapatos. Mi abuela los alistaba y mi abuelo los iba a vender por todo lado. Siempre la zapatería ha sido el negocio que les dio de comer a la familia”, cuenta Sofía.
Luego, Reynaldo (papá de Sofía) y su hermano Rigo, continuaron con la tradición del negocio y abrieron un nuevo taller. Para ese entonces, Calzado Lazo ofrecía estilos tradicionales, en cuero y hecho a la medida de las clientas.
Sofía pertenece a la tercera generación. Ella ha sido la encargada de renovar la marca, introducir colores, bajar los precios y levantar las ventas.
Desde niña, siempre anduvo entre suelas, materiales y diseños. Heredó el gusto por los zapatos, la habilidad para los negocios y el amor por la marca.
Por eso, cuando su padre Reynaldo decidió pensionarse y cerrar el taller, Sofía Lazo propuso un cambio de planes. Su papá se podría pensionar y dedicarse a su hobbie –la fotografía– pero el negocio de los zapatos no se cierra, ella iba a tomar las riendas. De por sí, lo peor que podría pasar es que fuera mala para los negocios y tuvieran que cerrar de todos modos. No perdía nada intentándolo.
“Para ese momento yo estaba por graduarme de la universidad y le dije a mi papá que yo estaba dispuestas a agarrar las riendas del taller. Él se salió y entré yo a ver qué pasaba”, recuerda.
“Fue un gran reto porque yo pasaba mucho tiempo en el taller, conocía todo sobre las suelas, sobre el calzado y hasta había trabajado en las tiendas; pero no sabía cómo se hacía un par de zapatos”, añade.
Ya se van a cumplir diez años desde aquella decisión, la cual fue apoyada por su padre. El negocio no solo salió a flote sino que aumentó exponencialmente su producción, ventas y ganancias. Pasó de vender 200 zapatos mensuales a producir hasta 3000 pares al mes por la alta demanda.
De enfermera a diseñadora
Sofía Lazo es licenciada en enfermería de la Universidad de Costa Rica. Sin embargo, el destino tenía otro camino para ella. De las tres hermanas, ella siempre fue la más interesada en el negocio familiar.
“Yo me iba al Hospital San Juan de Dios a hacer la práctica de enfermería y luego de eso me iba para el taller de zapatos. Buscaba revistas y le daba ideas a mi papá, iba a buscar materiales, una suela y así hacía una lista de toda una colección de zapatos nuevos, inspirada en las tendencias que venía en revistas”, cuenta.
Eso llamaba la atención de sus familiares pues, en lugar de pasar tiempo con amigas o estudiando temas relacionados con su carrera universitaria, ella prefería consumirse en el taller de zapatos. Además, en el tiempo libre se dedicaba a ver revistas y empaparse de temas de modas. Lo que jamás imaginó es que algún día ella iba a ser la portada de una de esas revistas.
Su papá sí se lo sospechaba, él sabía que había un gran espíritu emprendedor dentro de su hija. Por ejemplo, Sofía nunca pedía dinero para costear sus estudios, sino que se llevaba zapatos del taller y los vendía, con eso financiaba sus necesidades. Además, siempre ha sido excelente administradora del dinero, no gasta en exceso ni despilfarra. En su vocabulario gana la palabra inversión ante el gasto.
Si a esas aptitudes de empresaria se le suma su amor e interés por la moda, la empresa y la marca Lazo: la fórmula está completa.
“Decidí meterme de lleno en el negocio, en todo caso, si no servía, yo tenía mi plan b que es la enfermería”, asegura. No obstante, hoy en día Sofía no se ve ejerciendo como enfermera, aunque sí ha considerado establecer un negocio de servicios médicos. Su camino es continuar como empresaria.
Renovación de la marca
Cuando esta empresaria asumió el negocio, las ventas habían bajado mucho porque los diseños de ese entonces eran muy conservadores y casi todos los zapatos eran en cuera café o negro.
Así que poco a poco fue dándole un giro a la oferta, tanto en diseño como en precios. El cuero se había vuelto cada vez más costoso, así que Sofía implementó calzado con materiales sintéticos y telas.
Sucedió que la gente empezó a comprar esa línea nueva que era mucho más juvenil y más económica. “Esa nueva colección empezó a crecer y los modelos más conservadores empezaron a morir, hasta que murieron”, comenta la empresaria.
Otro cambio fue eliminar el sistema de zapatos a la medida porque el margen de error era demasiado grande. “Casi siempre se fallaba porque las hormas no eran iguales o la gente llegaba con el pie inflamado a tomarse las medias y a la hora de retirarlo ya no tenía la inflamación y no le quedaba bien, o no le gustaba el resultado”.
El conocimiento en diseño de calzado es empírico. “Empecé a ver en internet cómo dibujar zapatos, mi punto de partida es la suela porque no puedo inventarme un zapato con una suela que no tengo ni puedo tener. A partir de eso, veo qué voy a hacer: si de amarrar, de mocasín, zapato de muñeca, y elegir la gama de colores que quiero”, explica.
Para diseñar, Sofía debe ponerse en los zapatos de sus clientas. “Yo pienso en todos los estilos de mujeres: lo que va a usar una muchacha para ir a la universidad, lo que va a usar mi abuelita o una muchacha que quiere ir a una fiesta”.
Su inspiración viene de las tendencias mundiales, si se están usando cuñas, oxford, sandalias, botines o zapatos casuales, siempre adaptándolo a nuestra cultura.
Eso sí, el pilar de su trabajo es ofrecer comodidad. “No puedo comprar una suela o materiales que vayan a ser dolorosos para una mujer, eso no va conmigo, yo ofrezco confort”.
Asimismo, asegura que las mujeres en Costa Rica son más conservadoras pero poco a poco han ido logrado que sus clientas se atrevan más. “La gente se está atreviendo a que el zapato sea el que llama la atención”.
“Tampoco puedo hacer cosas muy locas, porque sino no se me va a vender. La tica quiere andar un zapato que pueda usar todos los días, que se vaya a ver linda y se sienta cómoda. Yo les ofrezco ese producto”, agrega.
Producción artesanal
Importar zapatos y venderlos en tiendas sería la opción más sencilla, pero menos apasionante. Esta mujer se inclina por la producción artesanal, con sus zapateros en un taller ubicado en Barrio Cuba.
Cada zapato tiene una historia y cada zapato cuesta producirlo, debe ir bien cocido, llevar su refuerzo, ser probado, adherirle un forro especial contra malos olores y hongos. “Es un proceso difícil y costoso, por eso ya casi nadie produce. Sin embargo, es algo que yo no quiero dejar de hacer porque me encanta la industria creativa y me siento satisfecha cada vez que se termina un zapato nuevo”, dice Sofía.
Además, la producción artesanal ha sido clave para mantenerse vigente en el mercado costarricense. Industrializar el proceso implica adquirir máquinas que producen miles de pares de un solo estilo, pero en Costa Rica somos un país de pocos habitantes. “¿A quién se los vendo?”, cuestiona ella.
“En otros países como México, Italia, Brasil o Colombia, producen para millones de habitantes, yo produzco para miles”.
Otra importante estrategia ha sido vender a contado, algo que pocos acostumbran pues prevalece el crédito. Su plata no anda en la calle y eso le permite trabajar con liquidez.
Siguientes pasos
Recientemente la empresaria aumentó el espacio en su taller para tener más capacidad de producción. Calzado Lazo tiene dos tiendas (en el Mall San Pedro y en Paseo de las Flores) y para abrir una tercera –meta de Sofía para este año– era urgente la ampliación.
Además, ya están por habilitar las compras en línea, lo que le permitirá vender sus productos en otros países. Calzado Lazo también vende a tiendas boutiques y mujeres que emprenden el negocio de vender calzado incluso desde sus casas, beneficiando a la economía de muchos hogares.
Por ahora Sofía sigue creando para mujeres y tiene en vista a las adolescentes, pero sus clientas le demandan mucho trabajo.
Esta diseñadora lanza una colección nueva cada mes, en una gran variedad de colores y obviamente, nosotras los queremos todos.