
En una reunión nadie escucha su propuesta… hasta que un compañero la repite y todos la aceptan. El jefe a veces la llama “mi reina” o “chiquita”. Cuando pide firmeza en un proyecto, le dicen que está hormonal. Le preguntan si planea tener hijos antes de ofrecerle un ascenso. ¿Le suena familiar? Eso es micromachismo.
Aunque muchas veces pasan desapercibidos o se disfrazan de bromas inofensivas, los micromachismos son una forma sutil pero persistente de violencia de género que refuerza la desigualdad, limita la participación de las mujeres y deteriora el ambiente laboral.
Este artículo le ayudará a identificar los micromachismos más comunes en el trabajo y le dará herramientas prácticas para enfrentarlos.
Lo primero es comprender que el término micromachismo hace referencia a actitudes, gestos, comentarios o decisiones que reproducen la desigualdad de género de forma cotidiana y muchas veces imperceptible. No se trata de grandes actos de violencia, sino de acciones normalizadas que refuerzan la dominación masculina en lo privado y lo público.
En el entorno laboral, el micromachismo no siempre se manifiesta con gritos o acoso directo. A veces se presenta como un chiste, un tono condescendiente, una pregunta fuera de lugar o la invisibilización sistemática del trabajo de las mujeres. Su impacto no es menor: puede afectar la autoestima, el desarrollo profesional, el liderazgo femenino y la cultura de respeto dentro de una organización.
¿Cómo se ve el micromachismo en el trabajo?
Lenguaje condescendiente. Llamar a las mujeres “nena”, “muñeca”, “mami” o “mi amor”.
Usar un tono paternalista al explicar algo que ellas ya saben o dominan: “¿Te explico mejor cómo funciona esto?” Este tipo de actitudes se dan cuando un hombre explica algo a una mujer de forma condescendiente, sin considerar su experiencia o conocimiento.
Piropos. El micromachismo también se produce con comentarios sobre la apariencia física.
“Hoy viniste más guapa que de costumbre”, “¿No hace mucho calor para venir tan tapada?” Este tipo de observaciones son invasivas, innecesarias y fuera de lugar.
Invisibilización o apropiación de ideas. Interrumpir a una mujer cuando habla, ignorar sus aportes o retomarlos como si fueran propios. Dar el crédito del trabajo a un compañero, aunque ella haya liderado el proyecto.
Discriminación por maternidad o edad. Preguntar en entrevistas si planea tener hijos. Excluir a mujeres de proyectos retadores para no recargarla si es madre. Suposiciones sobre la productividad o disponibilidad de una mujer según su situación personal.
Asignación de roles según género. Esperar que las mujeres organicen cumpleaños, tomen notas o preparen el café en reuniones, aunque no sea parte de su rol.
¿Cómo ponerles freno?
Aquí algunas recomendaciones prácticas para identificar y actuar frente a los micromachismos laborales:
1. Nombre lo que está pasando. Ponerle palabras a una situación permite visibilizarla. Si escucha un comentario sexista, puede responder con frases como:
“Ese tipo de comentarios no son apropiados en este espacio.”
2. Use el humor o la ironía, si se siente segura. A veces, una respuesta sutil pero firme puede incomodar al agresor sin generar conflicto:
“¡Gracias por explicármelo! Justo eso fue lo que dije hace 2 minutos.”
3. Busque aliados. Hable con compañeras o compañeros que también quieran fomentar un ambiente de equidad. Las redes de apoyo internas pueden ser clave para frenar conductas abusivas.
4. Documente los patrones. Si hay una conducta persistente o sistemática, tome nota de fechas, frases y comportamientos. Esto puede ser útil en caso de que decida hacer una denuncia formal.