
Hay niñas que sueñan con castillos, otras con micrófonos, otras con hadas. Elena soñaba con una pasarela. Y no con una cualquiera: era una pasarela invisible que aparecía cada vez que se colocaba los audífonos, cerraba los ojos y dejaba que la música hiciera lo suyo.

A los quince años, mientras muchas buscaban respuestas, ella ensayaba silenciosamente con la imaginación: caminaba erguida, segura, sin público, sin luces... solo con sus pensamientos, su alma sensible y un universo que parecía, desde entonces, conspirar a su favor.

Hoy, Elena Hidalgo es Miss Universe Costa Rica 2024. Pero antes de coronarse frente a miles, ya se había coronado en privado: con cicatrices, con amor propio, con una hija que la llama mamá y con una voz que, por primera vez, decidió no callarse.
La foto que lo definió todo
Existe una fotografía en donde Elena tiene tres años. En la imagen aparece rodeada de tres mujeres vestidas de Barbie, y en el centro está ella: una versión diminuta de sí misma, con ropa (que como dice ella) es tan neutra que cuesta saber si es niño o niña. Pero esa niña desde ahí, ya sabía quién sería, aunque no pudiera explicarlo.

Esa imagen la ha acompañado toda la vida como un tipo de presagio, como un espejo del destino. Tal vez por eso siempre sintió una mezcla extraña de deseo y rechazo hacia los certámenes. Su papá, alguna vez, dijo en voz alta: “Eso es muy difícil de ganar”. Y esa frase quedó ahí, sembrada sin querer, como una semilla que tardó años en florecer. Pero finalmente lo hizo.

Desde San José, con raíces fuertes
Elena nació en el corazón de San José, en la capital, pero muy pequeña fue llevada por un tiempo a Limón, donde vivió con su abuelita materna. Esa etapa, aunque breve, la marcó profundamente. “Creo que eso me dio la fuerza que tengo hoy”, dice.

Esa fuerza que no se rinde, que resiste, que no necesita alzar la voz para ser firme. Creció en una comunidad organizada, donde los niños participaban en actividades como sembrar árboles (a algunos incluso les puso nombre) y pintar murales. Recuerda con especial cariño una mariposa que pintó de niña. “Siempre me han encantado las mariposas”, confiesa.
Hoy, muchos años después, esos árboles siguen ahí, grandes y firmes, como ella. Y esa mariposa, quizás, voló a su lado hasta la gala final. Su familia, dice, ha sido siempre su cimiento más fuerte. Padres presentes, amorosos, que renunciaron a sueños por verla crecer. “Por eso, ahora me toca vivir mis sueños también por ellos.”

La corona que pesaba distinto
La noche de la gala final, cuando el país entero la miraba, Elena sintió una mano tocarle la espalda. Giró. No había nadie. Pero ella lo sabía; era su abuela. Su energía abrazó el alma de Elena y le dijo al oído que era su momento. Segundos después, su nombre fue anunciado.
Lloró. Pensó en su hija. Pensó en su mamá, que sabía cuánto se había esforzado. Pensó en todas las veces que dudó, en los rumores, en la vez que quiso abandonar y su mamá la sostuvo con una frase firme: “ni se te ocurra”.
Ese día entendió que no estaba sola. Que todas las mujeres que alguna vez se sintieron fuera del molde estaban de alguna forma ahí con ella. “Desde ese día, ya no camino sola”, dice. Y no lo hace. Hoy, lleva consigo a todas las que dudaron, a todas las que alguna vez sintieron que su historia no era lo suficientemente “perfecta” para sentirse merecedoras.

Ser madre, ser Miss, ser mujer
Durante todo su reinado, Elena ha sido madre antes que todo. Su hija tiene casi siete años y ya entendió lo que significa tener una mamá que también es Miss. Se siente orgullosa. La llama con admiración. Y sueña (¿por qué no?) con seguir sus pasos.
“Mi hija es mi prioridad. Siempre”, dice Elena. Se organiza, estudia con ella, hace videollamadas cuando está lejos. Nada la ha alejado de ser madre. Porque para ella, ser mujer, madre y profesional no son cosas que se excluyen. Son roles que conviven.
Espiritualidad, ciencia y señales
Elena habla con dulzura de la espiritualidad. Cree en las señales, en los sueños, en los mensajes que el universo nos lanza cuando estamos listos para verlos. Dice que a veces sueña cosas que luego pasan. Que los colibríes, las mariposas y hasta los nombres que aparecen tres veces en una semana son maneras sutiles que el universo tiene de hablarle. Y ella escucha.
Le apasiona la neuroplasticidad y la física cuántica. “Me encanta cómo la ciencia confirma lo que las tradiciones espirituales ya sabían”, confiesa. Esa mezcla entre razón y fe, entre materia y energía, es parte de lo que la hace única.

“Quiero que digan que cambié la narrativa. Que abrí puertas sin pedir permiso. Que fui luz cuando otras lo necesitaban.”
Actriz de emociones, guardiana de símbolos
Pocas personas lo saben, pero Elena tiene un talento oculto para la actuación. Puede conectar con las emociones con facilidad, y sueña (algún día) con actuar. De hecho, antes de la gala final, hizo un ritual en su casa: sacó una foto suya del kínder, la miró a los ojos y le dijo: “Vamos juntas, porque ahí también te van a ver a vos”. Y así fue.
Hoy, esa niña que sembraba árboles, que pintó una mariposa en un mural de su comunidad, que hablaba con pajaritos en su mente, fue vista. Por todos.

“Desde ese día, ya no camino sola. Camino con todas las mujeres que alguna vez dudaron de su poder.”
Después de la corona
El reinado termina, pero la historia apenas comienza. Elena no sabe con exactitud qué vendrá, pero tiene propuestas, sueños y una certeza inquebrantable: su propósito no se apaga con una banda y una corona que finalmente entregará a la futura reina.
“No se rindan. No solo ante un sueño. No se rindan ante la vida.”
Gracias a este reinado ha cumplido metas escritas en su agenda hace años: New York Fashion Week, Miami Swim Week. Pero más allá de los desfiles, lo que más valora es la plataforma para inspirar. “Si no hubiera participado, algo en mí habría quedado incompleto”, dice. Porque esto no fue una competencia: fue una afirmación. Un acto de fe en sí misma. Un “sí puedo” gritado con el corazón.

Para quienes aún no se atreven
A quienes sueñan con seguir sus pasos, Elena les dice que esto no es solo belleza. Es propósito. Les aconseja que se conozcan, que sanen, que lean, que se preparen de manera integral. Que no se comparen, porque cada mujer tiene su propia luz. Y esa luz (dice) es lo que realmente hace brillar.
Si tuviera un megáfono para que todo el país la escuchara, diría: “No se rindan. Ni ante un sueño, ni ante la vida.” Porque la vida, aunque tenga subidas y bajadas, siempre tiene algo hermoso esperando más adelante. Aunque no se vea aún. Aunque no se sienta todavía.

Y lo fue, lo es, y seguirá siendo por siempre: Elena Hidalgo Ramírez, Miss Universe Costa Rica 2024.