
A los 29 años, Alejandra Guzmán —o Ale Guzmán, como la conocen sus seguidores en redes sociales— vivió la tragedia que muchas temen: quedó viuda con una hija de apenas un año y medio. Lo que vino después no fue solo una etapa de duelo, sino un largo y valiente camino de reconstrucción personal.
No solo se levantó: floreció. Hoy, Ale es fotógrafa, emprendedora, creadora de contenido, esposa nuevamente… y madre por segunda vez.
Su historia no es solo de pérdida, sino de amor multiplicado. Ale decidió enseñar con el ejemplo a su hija, María Julia, que la vida, incluso con cicatrices, puede volver a ser luminosa. Que el dolor no anula la esperanza. Que está bien volver a soñar, a reír, a enamorarse.

En esta entrevista íntima, Ale comparte cómo se rehízo desde los escombros, cómo se enamoró otra vez, esta vez de Tomás Quirós, el abogado que trajo calma a su vida y a la de María, y cómo ahora, con un bebé en camino, se siente más fuerte que nunca.
Una historia real, contada desde la vulnerabilidad, que nos recuerda que el amor verdadero no solo sana: también reconstruye.
¿A qué edad te casaste por primera vez?
Me casé a los 25 años, pero empecé la relación con él cuando tenía apenas 19. Él me llevaba diez años, así que siento que ya había vivido muchas etapas que yo, en ese momento, ni siquiera imaginaba. Estábamos en momentos de vida distintos, pero el amor era real.
¿Te casaste enamorada?
Totalmente enamorada. No tengo la menor duda de eso.
¿Cómo fue perderlo?
Él murió de una trombosis cerebral. Todo fue muy rápido y confuso, como una pesadilla de la que no podía despertar. Nuestra hija María Julia estaba pequeñita, de apenas un año y medio. Habíamos construido una vida juntos y teníamos tantos planes por delante… estábamos en proceso de construir nuestra casa, yo no trabajaba tanto, porque estaba enfocada en la maternidad. Nunca imaginé una vida sin él, y de pronto, simplemente ya no estaba.
¿Cómo te reconstruís después de una pérdida así?
La verdad, hasta ese momento yo no sabía de lo que era capaz. No conocía mi propio potencial, ni como mujer ni como profesional. Necesité ayuda, claro que sí. Busqué acompañamiento psicológico que fue fundamental para poder salir adelante, además del apoyo incondicional de mi familia y amigas.
Mi mamá, por ejemplo, fue clave. Pasaba mucho tiempo con mi familia, con mis amigas. Ellas me rodearon de afecto, me cuidaban, me ayudaban con María Julia para que yo pudiera empezar a trabajar y volver a armar mi vida. Sin ese soporte, hubiera sido mucho más difícil.
¿En qué momento empezaste a sentirte lista para crear una nueva vida?
No creo que haya un momento exacto. Siempre he dicho que es un tema de actitud. Si una decide quedarse en el hueco, ahí se queda. Pero si decidís salir, entonces empezás a ver cosas distintas. Yo empecé a ver la mano de Dios en muchos detalles: en las puertas de trabajo que se fueron abriendo, en cómo las redes sociales comenzaron a convertirse en una segunda fuente de ingresos para mí, y en las oportunidades inesperadas que comenzaron a aparecer.

Quería darle a María Julia una vida distinta, y ahora era posible porque yo era distinta. Hoy ella tiene seis años y me encanta verla crecer: es una niña feliz, segura, llena de vida. Y todo eso me impulsa cada día.
Empecé por reconstruirme desde adentro. Trabajé mucho en mí misma, en sanar, en entender que lo que pasó no fue mi culpa, y que esta era una segunda oportunidad para las dos. Quería que su infancia estuviera llena de alegría, no de sombras. No quería que, además de haber perdido a su papá siendo tan chiquita, tuviera que crecer con una mamá triste, sin ganas, apagada. Ella fue y sigue siendo mi motor.
¿Y cuándo empezaste a abrirte de nuevo al amor?
Es curioso, porque uno nunca se siente “lista” como tal. No fue que un día me levanté y dije “ya estoy preparada para tener una relación”. Las cosas simplemente se dieron. Conocí a Tomás en un restaurante. Él estaba celebrando su cumpleaños y yo había salido con unas amigas. Fue sin planearlo, simplemente en un momento cruzamos miradas y lo hicimos varias veces. Fue de esos encuentros que te dejan pensando. Yo nunca lo había visto, no sabía ni su nombre, fue alguien que nada más vi y ya.
Después supe que su hermana me seguía en redes, y fue por eso que él me escribió al día siguiente. Al principio, yo no sabía quién era, pero empezamos a hablar y a los pocos días salimos a cenar. Desde entonces empezamos a salir, aunque con mucha cautela de mi parte. Yo era muy cuidadosa con María Julia, no quería presentarle a alguien sin tener claridad de hacia dónde iba la relación.

Estuvimos saliendo como tres meses, y él fue muy honesto conmigo. Un día me dijo que no sabía si estaba listo para asumir una relación con alguien que ya era mamá. Yo lo entendí perfectamente y le dije que estaba en todo su derecho. Compartimos momentos lindos, pero mi hija es mi prioridad y no estaba dispuesta a restarle tiempo a ella por algo que no estuviera claro.
Pasó una semana sin hablarnos, y luego él volvió. Me pidió disculpas, me dijo que había estado asustado, pero que quería intentarlo, de verdad. Fue entonces, y solo entonces, cuando formalizamos la relación y le presenté a María Julia. Entre ellos fue algo impresionante, hicieron una química perfecta, fue amor a primera vista para ellos también.
¿Tuviste miedo o culpa de volver a enamorarte?
Sí. Más que miedo de enamorarme otra vez, sentía culpa de introducir a alguien nuevo en la vida de mi hija. Uno vuelve a ilusionarse, a tener esa emoción de las primeras salidas, pero al mismo tiempo, hay un montón de dudas. Yo pensaba: “Ella ya tuvo un papá, no quiero que parezca que le estoy buscando otro”. También me preocupaba el qué diría la gente, que pensaran que estaba reemplazando a alguien que fue muy importante para nosotras.
¿Qué te decía la gente cuando empezaste esta nueva relación?
Muchos opinaban que había sido muy pronto. Existe todavía una idea muy arraigada de que una viuda debe hacer un luto largo, pero nadie determina cuánto debe durar ese duelo. Algunas personas sienten que, cuando se muere la pareja, la viuda también tiene que dejar de vivir en muchos aspectos. Que no se puede ver feliz, ni reír, ni ir a la playa, ni enamorarse de nuevo. Yo lo viví. Escuchaba comentarios como: “¿Por qué sigue haciendo videos?”, “¿Por qué está saliendo con alguien?”, “¿Por qué no se ve triste?”. Pero aprendí que la única persona que puede definir cómo vivir el duelo… soy yo.

¿Qué fue lo que más te atrajo de él, de Tomás?
Fue muy vacilón. Siempre lo molesto porque desde la primera cita supe que me iba a casar con él, y él no me cree. Me dice: “Alejandra, ¿cómo vas a saber eso?”. Y claro, uno tiene que conocer bien a una persona, pero desde ese primer encuentro nos reímos tanto... Pasaron esos tres primeros meses y todo fluía. Nos divertíamos montones, la pasábamos muy bien.
A pesar de que somos muy diferentes: él es abogado, muy estructurado, criado para la excelencia. Yo, en cambio, soy fotógrafa y mucho más relajada. Yo sabía que no era lo que él estaba buscando en una mujer. Pero más allá de eso, creo que ambos vimos el interior del otro y nos enamoramos del potencial que teníamos como pareja. De hecho, ya tenemos un año de casados, y siempre le digo que ha sido el mejor año de mi vida.
Tomás trajo mucha paz a mi vida, y él dice que yo le doy color a la suya, que era tan estructurada. También fue un reto para su familia aceptar que se enamorara de una viuda con hija. Creo que nadie lo esperaba, y fue un proceso para todos. Pero al final nos aceptaron, nos recibieron con amor, y hoy nos adoran y nosotras a ellos.
¿Qué aprendiste de tu primera relación que hoy aplicás en esta nueva etapa?
En mi relación anterior muchas veces me sentía insegura, y sentía que mi carrera estaba un poco minimizada, hoy me siento fuerte, segura. Aprendí que soy fuerte y que siempre lo he sido.
Con Tomás he aprendido que las cosas tienen que fluir. No hay que forzar nada: si ambos quieren, todo sale de la mejor manera. Hay respeto, compromiso y una verdadera dedicación a construir el hogar que ambos deseamos.
¿Cómo describirías el amor después de una pérdida?
Creo que uno aprende a valorar las pequeñas cosas. Aprendí a vivir el día a día. La vida es tan efímera. En mi caso, mi ex esposo se acostó a dormir y no se despertó. Tenía solo 38 años. Fue una trombosis cerebral. Era joven, saludable, y simplemente no amaneció.

¿Qué le dirías a quienes han perdido a su pareja y sienten que nunca volverán a amar?
Que la vida no termina ahí. También que uno debe vivir en agradecimiento. En mi caso, él me dejó a mi hija. Y volvería a vivir todo con tal de tenerla. Creo que cuando uno vive en gratitud, atrae cosas positivas. Tal vez no todas las historias incluyen una segunda oportunidad, pero agradezco los años que compartimos, porque gracias a eso soy quien soy hoy.
¿Cómo es el vínculo entre tu hija y Tomás?
Ha sido muy natural. Trabajé este tema con una psicóloga porque al principio me sentía culpable de que mi hija se llevara tan bien con él. Pensaba que la gente creería que yo lo estaba forzando. Pero la psicóloga me dijo algo muy sabio: la vacante de paternidad en ella está libre, y si ella quiere llenar ese espacio, está en su derecho. El problema era mío, no de ella.
Ella se refiere a él como “mi papá”, aunque en persona le dice “Tommy”. Le escribe cartas que dicen “papi te amo”, le manda mensajes, y cuando habla de él con otros, dice “mi papá”. Tomás no la presiona para que lo llame papá, pero sé que se le llenaría el alma si eso pasara. Tal vez suceda de forma natural cuando nazca Pedro.

Ahora estás embarazada de nuevo ¿Lo habían planeado?
Tomás siempre quiso tener hijos y yo también, aunque su plan era esperar dos años después del matrimonio. Pero ya con María Julia en casa, la rutina de niños ya existía. Entonces de una lo intentamos y pasó súper rápido. Cuando empecé a notar un retraso, supe que estaba embarazada. Tomás se puso nervioso, pero muy feliz. Me enteré muy pronto, así que el embarazo se me ha hecho largo. Por dicha he trabajado todo el tiempo.
Contanos un poco sobre esta nueva experiencia de maternidad. ¿Cómo ha sido con Tomás?
Totalmente diferente. Es lindísimo verlo tan involucrado: va a todas las citas, le habla a Pedro, está emocionado. Pero lo más lindo ha sido el trato que le ha dado a María Julia. Para él no hay diferencia: ella también es su hija. Si trae un regalo, son dos. Si hay atención, es para ambos. Me da paz saber que, aunque Pedro será su primer hijo biológico, Tomás se ha encargado de que no haya diferencias.
Yo quería que fuera niño, para que el lugar de princesa de María Julia siguiera intacto. Dios hace las cosas perfectas. Pedro viene a complementar esta familia.
¿Qué le dirías a la Ale del pasado, cuando pensaba que no podía seguir adelante?
Que todo pasa. Que hay que disfrutar el día a día, valorar a quienes están cerca ayudándote. Que todo mejora. Y que todo lo que siempre soñé, lo voy a lograr.
¿Qué significa para vos la palabra resiliencia en términos de amor?
Volver a creer, volver a confiar, y disfrutar el día a día de una relación. Porque uno nunca sabe si va a despertar al día siguiente. Ese es mi mayor temor ahora, perder a Tomás. Cuando sale a andar en bici, siempre le digo: “Por favor, cuídese”. No quiero volver a pasar por eso. Pero resiliencia es justamente eso: poder volver a creer en el amor.
¿Qué ha sido lo más hermoso de permitirte esta segunda oportunidad?
Ser amada de una manera en la que nunca antes lo había sido. Ahora todo es distinto, tenemos a Dios en nuestra relación y eso ha sido maravilloso.
¿Qué te gustaría que otras mujeres aprendan de tu historia?
Que sí se puede salir adelante. Que sí podemos sacar a nuestros hijos adelante solas. Durante mi relación pasada pensaba que no podría sin apoyo económico. Pero sí se puede.

¿Cuál es tu mensaje final para los viudos o viudas?
Que primero hay que aprender a amarse a uno mismo. Después de una pérdida uno tiene que reencontrarse, volver a ser persona en soledad, y no tenerle miedo a eso. Fue uno de mis mayores temores. Pero es importante chinearse, sanar y tomar lo bueno y lo malo de esa relación para construir algo mejor en el futuro.
Hay que abrir el corazón con mucho cuidado, identificar las amenazas y las oportunidades. Si alguien está dispuesto a amarte con tus heridas, bienvenido sea. Si no lo está, entonces no es ahí. Tomás ha venido a sanar heridas que él no causó.
La historia de Ale Guzmán recuerda que el amor no se agota con la pérdida, que el duelo no tiene una forma única y que las segundas oportunidades no son un reemplazo, sino un renacer. Su testimonio, contado desde la verdad, la vulnerabilidad y la fe, inspira a otras mujeres a creer que sí se puede volver a empezar.