No había mejor lugar que la ladera de las montañas en Monteverde para situar Valle Escondido, un pequeño hotel, granja orgánica, restaurante y reserva natural donde cada decisión, por mínima que sea, se toma conscientemente.
Por ejemplo, un ingeniero agrónomo, en un laboratorio de semillas, selecciona cuidadosamente las especies que plantará en la huerta y que, meses después, darán las frutas, verduras y legumbres que usted disfrutará en su plato.
Cada huésped puede atestiguar el proceso, desde visitar la huerta y escanear un código QR para conocer las características de la planta cultivada; hasta conocer a las 300 gallinas que producen la totalidad de huevos que se consumen en el hotel.
Asimismo, es posible visitar el laboratorio de semillas, el sector de compostaje con gusanos vivos, o la incubadora de pollitos. En este lugar todo se aprovecha, por eso la huerta se construyó con botellas de refresco, canoas plásticas, latas de zinc viejas y llantas usadas.

Pero la mejor parte es sentarse en el restaurante, con una impresionante vista de un celaje en el atardecer del Golfo de Nicoya, y degustar un café y una pizza de carpaccio cocinada en un horno de ladrillo y leña.
Si lo prefiere, puede pedir pollo a la plancha en salsa de zanahoria y chayote. En Valle Escondido la cocina empieza desde la huerta, que se encuentra a tan solo unas decenas de metros de los platos.
LEA MÁS: En Feroz, un paseo por Escazú culmina con una comida familiar
Alfredo Echeverría, quien ayudó a conceptualizar Valle Escondido, asegura que este hotel, granja y reserva natural se toma muy en serio el lema “de la huerta a la mesa”. Desde su punto de vista, los alimentos que consumimos deben ser medicina para el cuerpo, y esto solo se logra conociendo perfectamente los métodos de producción. Desde luego, cada huésped puede conocerlos también.
“Necesitamos preguntarnos cuál es la gastronomía que queremos para los próximos 10 años en Costa Rica. Si para 2060 no corregimos la obesidad, vamos a ser el tercer país más enfermo del mundo. Debemos despertar a la gente para que entienda que nos estamos envenenando con lo que comemos. No es posible que se anuncie con bombos y platillos una pizza de cantonés”, criticó Echeverría.
LEA MÁS: Fuimos a Capital Grille en Escazú para descubrir el espíritu del vino californiano
El consultor afirmó que el disfrute gastronómico debe integrarse con la educación al comensal, y así lo hacen en Valle Escondido. En el restaurante apuestan por la gastronomía del bienestar desde un enfoque enriquecedor y divertido, pero aterrizado. Nada de “gourmet” desde el elitismo inconsciente, desde el ego ni desde el estatus.
“El 47% de la comida que se produce, se bota, y eso es porque la gente pide más de lo que puede comer. Tenemos que generar la consciencia de que puedo disfrutar, pero también debo ser consciente. Costa Rica puede hacer la diferencia a nivel mundial, podemos innovar”, apuntó Echeverría.
LEA MÁS: Antica, donde la pizza es todo menos ‘comida rápida’
Como el lobby y restaurante del hotel se construyó en torno a un árbol nativo, no es raro ver llegar monos, tucanes o mapaches a escasos metros de los comensales. Además, al tratarse de un hotel relativamente pequeño, de apenas 29 habitaciones, el ambiente es íntimo y familiar.
Por si todo esto fuera poco, puede motivar la digestión de su almuerzo o cena con uno de los tours nocturnos por los senderos de la reserva natural Valle Escondido, o una placentera visita al jardín de hamacas, que se encuentran colgado amarradas a los árboles en pleno bosque. Todo esto, en las laderas de las montañas de Monteverde.