En 1922, en la esquina donde confluyen la calle y la avenida cinco de Limón, nació el Black Star Line, sede de la Asociación para el Mejoramiento del Negro (UNIA). Durante décadas, las paredes verdes de aquel edificio esquinero fueron testigo de anécdotas, reuniones políticas, bailes, coros, fiestas, y en su primer piso, de deliciosos platillos que transportaban a cualquiera a lo más profundo del corazón del Caribe.
Aquella estructura, de aire antiguo, fue un punto de encuentro que entrelazó la vida cotidiana con quienes no concebían una visita a Limón sin detenerse a comer en el restaurante. Sus raíces culturales lo mantuvieron en pie por más de un siglo; el Black resistió al paso del tiempo aún con cicatrices. En los años 90 fue reconstruido, declarado patrimonio histórico en el 2000 y remozado en 2006.

Sin embargo, una falla eléctrica provocó la chispa que la madrugada del 29 de abril de 2016 redujo a cenizas el emblemático edificio. En cuestión de horas, el fuego consumió toda la estructura y quedaron solo sus cimientos. Casi una década después, su silueta continúa ausente en el paisaje urbano limonense.
El recuerdo de sus suelos, su atmósfera y su sazón sigue muy vivo. Tan vivo, que aún hoy hay quienes llegan a Limón preguntando por él. Así nos pasó a nosotros.

Es impensable que un lugar como este desaparezca por completo. Con la ayuda de vecinos que transitaban por las calles del centro, y en un intento por seguir su rastro, nos llevamos una grata sorpresa: un fragmento de su legado culinario aún sobrevive. Superados por las llamas, los propietarios del restaurante que operaba en el Black se trasladaron unos cuantos metros, justo al frente, a un local comercial que hoy lleva el nombre de Taylor’s Dine & Grill.
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Rodeado de ventanales, Taylor’s acapara una de las esquinas de la calle cinco. Cruzamos sus puertas de vidrio y nos sentamos en una mesa al lado de la ventana, con una nostálgica vista a lo que hoy queda del Black, con un desteñido cartel que señala que ahí se irguió alguna vez el edificio. Pedimos entonces dos de sus tradicionales platillos en busca de un viaje al pasado.
Llegó el primero: el histórico pollo caribeño, acompañado de crujientes patacones. Una pechuga jugosa, sazonada con especias y envuelta en ese inconfundible sabor a coco, alma de la cocina afrocaribeña. La salsa, generosa, no solo realzaba la carne, sino que convertía los patacones en los cómplices perfectos para una grata experiencia de sabores.

¿Y el rice & beans? Visitar Limón y omitirlo sería una falta casi imperdonable. Por suerte, también estaba exquisito. Acompañado de una porción de rabo de toro, bañado en la misma salsa caribeña —con ese característico picor en el paladar— provocó un solo impulso; el deseo de querer regresar.
Hoy, las puertas de Taylor’s Dine & Grill las cruzan quienes buscan los auténticos platillos caribeños, pero también quienes quieren reencontrarse con los sabores que, durante décadas, deleitaron locales y extranjeros dentro de las paredes del emblemático Black Star Line.
