
La música, ese universo abstracto, siempre tiene detractores. Más si se trata de la criolla: alguna gente piensa que no sirve, que es pérdida de tiempo, y que es mejor afuera. Pero ese cuento ya está añejo. Lo cierto es que, cuando un pueblo no defiende su arte, se afecta la economía local; cuando se le invierte, vemos réditos.
Tomemos San José, por ejemplo. Aunque es el epicentro de los conciertos masivos, cada vez tiene menos venues. Los más grandes -los teatros Nacional y Melico, el INS Estadio y Parque Viva- son inalcanzables para el artista promedio, en términos presupuestarios. Y si buscara un espacio más pequeño, la situación no mejora: hoy solo sobreviven El Sótano o Pepper Club.
La bola de nieve, entonces, golpea al turismo cultural. Los viajeros llegan a una ciudad por su infraestructura, su comida, su historia, su arte. Suponiendo que en el día recorren las calles, en la noche podrían ir al cine, pasar el teatro, escuchar música en vivo. Pero si las opciones son pocas, a lo mejor se van a otra urbe donde rebalsen.
“(La música costarricense) no atrae visitantes y eso genera que los negocios no tengan los ingresos para poder apostarle a este tipo de artistas. Los hábitos del consumidor han cambiado tremendamente y la música en vivo se ha visto muy afectada”, acotó Guillermo Madriz, director general del Teatro Nacional y profesor de Gestión Cultural en la Universidad de Costa Rica.
Que los costarricenses escuchen poca música local también incide anímicamente. Cuando surgen estudios como el de DataPulse Research y Skoove, que señalan que ningún artista local apareció en la lista Top 200 de Costa Rica en Spotify por más de un año, muchos jóvenes podrían desilusionarse y rechazar el arte como profesión.
Más, a sabiendas de que los artistas toman de sus ahorros para financiar sus producciones y difusión de sencillos, en búsqueda de que les pegue un sonido en TikTok. Componen, interpretan, producen, mezclan, promocionan; todo por su cuenta.
Pero entre más consumamos local, más fortalecemos los productos que a futuro pueden ser exportados y convertirse referentes en la región.
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En otras periferias lo hemos visto. La industria musical local de Perú generó $54 millones en ingresos en 2024, según el Global Entertainment & Media Outlook de PwC. En Reino Unido, UK Music estimó que la música contribuyó con 3.800 millones de libras esterlinas en 2013.
Acá, aunque no tenemos medido el impacto de la música en la economía de la capital u otra ciudad, sí tenemos datos del aporte del sector cultural a la economía costarricense (aunque no actualizados).
“Las plataformas digitales, llámese Spotify, YouTube y otras, están de alguna manera controladas y dominadas por inversiones que hacen grandes transnacionales para lograr la atención de públicos. Ahí es donde el artista costarricense se ve más invisibilizado (...). Si la gente no consume música en vivo, si la gente no consume libros de autores locales, ese gasto inicial en términos generales del consumo no va a ayudar a la economía local”.
— Guillermo Madriz, director del Teatro Nacional

Cómo la música dinamiza la economía en Costa Rica
De acuerdo con los datos del Banco Central y la Cuenta Satélite de Cultura, de la Unidad de Cultura y Economía del Ministerio de Cultura y Juventud, el aporte de la música en 2021 (último año disponible) fue de ¢28,4 millones.
Aunque la cifra venía subiendo desde 2010, cayó una década después con la pandemia por la Covid-19. Pasó de representar el 0,11% al 0,08%% del Producto Interno Bruto (PIB).
Y si hablamos de quienes se dedican al sector musical, tanto en sector público como privado, también vamos en declive. Para 2010 había 35,7 mil personas ocupadas, mientras que en 2022 se reportaron 27,6 mil.
A esto hay que anotarle que la última Encuesta Nacional de Cultura, que ofrece indicadores del comportamiento de la población, como la asistencia a conciertos y el acceso a la música grabada, data del 2016. Aunque, al tiempo que usted lee estas líneas, el Ministerio de Cultura debería estar haciendo una nueva.
Lo que sabemos es que, para que una ciudad sea exitosa, debe incorporar su música. Para ello se necesita, según el mismo estudio de IFPI, fortalecer la propuesta, generar espacios públicos aptos para la música, consolidar una audiencia receptiva y retener la inversión de las disqueras.
Claro, como en casi todo, para ello ocupamos voluntad política (y en consiguiente económica). Así lo ha hecho Brasil, cuyas discotecas revientan canciones echas allá, o Londres, donde los músicos callejeros tienen licencias para presentarse en el metro, sin que se les esté corriendo.
Por lo pronto, sigamos escuchando cuanto músico tico podamos.
“El consumo de productos locales lo que hará es un fortalecimiento del productor local que a futuro puede ser un ente exportador, puede sumarse a toda esa lista de empresas que van a estar exportando cine, obra plástica, escultórica, guiones teatrales, guiones cinematográficos”.
— Guillermo Madriz, director del Teatro Nacional.

