Perforaciones en orejas, narices, cejas, labios, mejillas, ombligos, pezones y hasta genitales. Una práctica que se remonta a miles de años atrás, utilizada para adornar los cuerpos con joyas, y que hoy continúa con una forma de arte corporal que atrae a todas las edades. Hablemos de los piercings.
Que lo diga Sebastián, un joven oriundo de Heredia que comenzó a hacerse piercings a los 16 años. Al cumplir 21, decidió realizarse uno industrial, que consiste en dos perforaciones en el cartílago conectadas por una barra que atraviesa la parte superior de la oreja. En aquel momento quedó encantado con el resultado, pero jamás se imaginó que dos años después pagaría para que le retiraran un queloide y, con ello, perdería un pedazo de la oreja.
Después de hacerse la perforación, Sebastián siguió los cuidados recomendados: evitó tocarla en exceso y no aplicó ningún tipo de crema. La limpiaba con agua y jabón antibacterial, pero aproximadamente al mes comenzaron los problemas.
El queloide, que creció como un abultamiento en uno de los orificios de la oreja, no le causaba mayores molestias salvo en el aspecto estético. Para que se lo removieran, se dejó llevar por las redes sociales: encontró a un supuesto experto en este tipo de procedimientos y como los resultados lucían exitosos, no lo pensó dos veces.
Ubicado en un centro comercial de San José, el “perforador” le cobró ¢80.000 por removerle el queloide. Le aseguró que no dolería, puesto a que le colocaría inyecciones de anestesia local. El proceso tardó cerca de una hora y media, le suturaron la herida y Sebastián no tuvo dolor alguno.
Solo entonces, cuando finalizaron, el perforador le advirtió al cliente que, en caso de alguna complicación, no podía asistir a ningún centro médico porque, de lo contrario, se darían cuenta de que él no tiene los permisos sanitarios del Ministerio de Salud.
La situación fácilmente pudo convertirse en una pesadilla. Sebastián desconocía que, para que un establecimiento pueda realizar actividades invasivas en el cuerpo como perforaciones y tatuajes, debe cumplir con los requerimientos de esa cartera. Entre esas regulaciones, además, se prohíbe el uso de anestésicos inyectados.
El “experto” le indicó que debía comprar antibióticos para ayudar en la recuperación de la herida, pero al no ser un médico colegiado, no podía proporcionarle una receta. Nuevamente, Sebastián se encontró en un panorama incierto, temeroso de haber cometido un error.
Por fortuna, encontró una farmacia que le vendió los medicamentos necesarios y su recuperación fue exitosa. Inmediatamente reconoció su error y hoy, cinco meses después de la extracción del queloide, se siente agradecido de que la herida continúa sanando correctamente y sin complicaciones. En esta ocasión, la suerte estuvo de su lado.
La experiencia de Sebastián no es exclusiva. Basta con caminar por calles de Heredia, Alajuela y San José para darse cuenta de lo obvio: estudios de tatuajes y perforaciones sobran. Para hacerlo aún más atractivo, en la mayoría de los locales es bastante simple hacerse un piercing: se puede llegar sin cita previa y no hay tantas limitaciones para escoger el tipo de perforación.
Técnicamente, cualquier persona con una aguja y confianza puede realizar una perforación, pero lo más recomendable es acudir donde un profesional, ya sea un perforador capacitado o un dermatólogo.
Aunque en principio parece una acción simple, es crucial que los clientes consideren ciertas recomendaciones para evitar posibles complicaciones: infecciones, malas cicatrizaciones e incluso la transmisión de enfermedades sanguíneas.
‘Cada vez que nos exponemos a un piercing es una lotería’
Escoger un buen perforador puede significar la mucho, especialmente en aquellos casos de lesiones o infecciones en las zonas perforadoras. Algunos podrían sugerir métodos caseros para tratarlos, pero los experimentados reconocen cuándo se trata de un problema que requiere intervención médica.
Carla Hidalgo Vega, jefa del servicio de dermatología en el Hospital San Juan de Dios (HSJD), explicó que al realizar un piercing pueden surgir seis tipos de riesgos: reacciones alérgicas a las joyas, generalmente al níquel; infecciones en la piel; queloides secundarios; dificultades para masticar y tragar debido a la hinchazón o inflamación de la lengua; enfermedades como Hepatitis B y C, Tétanos y VIH por el uso de equipo contaminado; y traumas, cuando la joyería se engancha en la ropa o se desgarra.
La doctora comparó tener un piercing con jugar a la lotería, ya no hay manera de predecir cómo cicatrizará la herida. Por esta razón, recomendó que las personas que ya han tenido cirugías y saben que cicatrizan con queloides no se expongan a las perforaciones, pues es muy probable que experimenten el mismo problema.
La especialista añadió que, en su criterio, la edad no es un factor determinante en la cicatrización, salvo en los casos de bebés que son perforados en sus primeras semanas de vida. En estos pacientes, la buena cicatrización se debe a que no están expuestos a tantas bacterias y reciben cuidados constantes. En cambio, cuando la persona crece, enfrenta las mismas posibilidades de desarrollar queloides, independientemente de si tiene 20 o 60 años.
Ante consulta de La Nación, el Ministerio de Salud aclaró que no maneja estadísticas sobre la cantidad de personas que acuden a los centros médicos para tratar perforaciones infectadas o dañadas, ya que no se consideran un evento de vigilancia. No obstante, existen múltiples historias como la de Sebastián, de quienes han sufrido las consecuencias de una mala perforación.
En caso de que usted tenga una infección o abultamiento en la zona de perforación, debe acudir donde un dermatólogo, pues son los especialistas en piel, cabello y uñas. Estos tratamientos no deben tomarse a la ligera; en el caso de los queloides, es crucial que los retire un profesional, ya que, si no se hace correctamente, pueden reaparecer con el tiempo.
¿Cómo evitar una infección por un piercing?
El primer paso para que la herida provocada por un piercing sane exitosamente es asegurarse que el establecimiento donde se hacen las perforaciones cumpla con lo estipulado en el reglamento del Ministerio de Salud. Este a su vez es un requisito para que las empresas obtengan su patente municipal y con ello pueden llevar a cabo las actividades invasivas en el cuerpo.
En el establecimiento, se deben de reforzar las medidas de seguridad: que el perforador se lave las manos, utilice guantes desechables y abra los materiales nuevos en frente de la persona. Las agujas deben nuevas, esterilizadas, selladas y con fecha de vencimiento, mientras que las joyas deberían ser preferiblemente hipoalergénicas (usualmente de acero quirúrgico, titanio u oro de 14 o 18 quilates).
Para garantizar que el equipo cumpla con las medidas sanitarias, los perforadores deben utilizar un autoclave, una máquina metálica que permite descontaminar los materiales quirúrgicos y la joyería con una limpieza a altas temperaturas.
Una vez realizada la perforación, hay que saber cuidarla. La dermatóloga Hidalgo explicó que es normal que la zona se hinche, se ponga levemente roja, sangre un poco e incluso duela ligeramente. Sin embargo, el problema surge cuando el dolor es intenso, la inflamación es considerable o la zona está caliente.
Para evitar estas complicaciones, las personas con piercings en la boca pueden utilizar enjuague bucal sin alcohol y un cepillo de dientes con cerdas suaves, para limpiar alrededor de la joya antes de dormir y después de cada comida.
En las demás superficies, basta con limpiarlas con agua y jabón. No se debe aplicar agua oxigenada ni otros productos, ya que podrían irritar o inflamar la zona. Además, es importante evitar tocarse en exceso y no retirar las joyas hasta que la herida haya cicatrizado por completo, lo cual puede tardar entre seis semanas y nueve meses.
Felipe Álvarez, dueño del estudio de tatuajes y perforaciones Eureka, agregó que cada persona es diferente, por lo que no existe una fórmula para cada perforación. Sin embargo, es fundamental valorar ciertas condiciones y estilos de vida antes de decidir sobre el tipo y el lugar donde se desea colocar el arete.
Por ejemplo, si alguien practica natación recurrentemente, lo mejor es que no se haga ninguna perforación, pues se podría infectar fácilmente por el agua con cloro. Los conductores de motocicletas, a la vez, pueden ser más propensos a lastimarse las orejas, por la cantidad de veces que se ponen y quitan el casco de seguridad.
La forma de la cara es otro factor importante, según Álvarez, quien ha trabajado en la industria de la perforación por más de 20 años. Por ejemplo, si una persona tiene el tabique desviado, es posible que el septum –el piercing que se coloca en la columela, donde se dividen las fosas nasales– no quede centrado.
El tamaño de la joyería también juega un papel crucial en el proceso de cicatrización. En ocasiones, se utilizan piezas demasiado grandes que no se ajustan adecuadamente al tamaño del orificio, lo que puede generar un peso adicional o produce choques con el cabello de la persona, que terminan en lesiones.
Si bien Álvarez reconoce que esta profesión es una de prueba y error, considera que actualmente hay muchas opciones para que los perforadores se capaciten. Si no cuentan con las posibilidades para salir del país a capacitarse, pueden llevar cursos virtuales y acercarse a otros profesionales, pues se necesita adaptarse a la industria.
“Siempre te estás llevando aprendizajes nuevos, haciendo cosas nuevas, viendo que se cambian técnicas. Ya no trabajamos igual a como trabajamos hace cinco, diez, quince años. La joyería cambia y la forma de trabajar también.
— Felipe Álvarez, perforador del estudio Eureka, en Heredia.
Los piercings ya no son solo de ‘los muchachillos’
Aunque solía pensarse que los piercings y tatuajes solo le interesan a los jóvenes, esa percepción ha cambiado con el tiempo. Actualmente, los artistas corporales atienden a una amplia gama de personas que buscan una variedad de joyería para su cuerpo: desde los tradicionales aretes para bebés hasta los adultos mayores con tatuajes.
La industria ha evolucionado, según explicó Álvarez. En la década de los 2000, la joyería era más “básica”, pues predominaban las piezas plásticas. Ahora, se buscan piezas de oro, titanio e incluso cristales.
Esto, sumado al hecho de que las celebridades lucen perforaciones en la nariz o en las cejas, y no solo en las orejas, ha contribuido a romper el estigma de que estos adornos son solo para “muchachillos”.
A lo largo de sus dos décadas como perforador, Álvarez ha atendido a cientos de estudiantes de la Universidad Nacional (UNA), debido a su cercanía geográfica del campus con su estudio. Muchos de estos estudiantes se gradúan y, años después, regresan para perforar a sus hijos: “Es algo natural, ya no resulta tan raro”, comentó.
Aunque el público que él atiende varía entre los 15 y 60 años, el perforador ha observado algunas tendencias a lo largo del tiempo. Generalmente, los adolescentes prefieren perforaciones en las orejas, las mujeres de alrededor de 20 años optan por perforaciones en el ombligo o los pezones, y los clientes mayores de 35 años son quienes solicitan piercings en los genitales, que son más invasivos y requieren un cuidado más exhaustivo.
Basado en su experiencia, Álvarez también comentó que los hombres suelen desmayarse con mayor frecuencia durante y después de las perforaciones, ya que se les puede bajar la presión. Caso contrario ocurre con las mujeres, quienes toleran el dolor con más facilidad.
Sin importar el tipo de persona que lo visite, este perforador herediano sigue las mismas medidas de seguridad y se esfuerza por mantenerse actualizado en la industria, para ofrecer una mejor atención al cliente. Esto le ha permitido observar un crecimiento constante en su clientela a lo largo de los años, lo que refleja que la cultura de los piercings va viento en popa en Costa Rica.