En tiempos de tensión, roces e incertidumbre, Revista Dominical propone hacer una breve pausa para recordar qué nos define, cuáles son las deudas pendientes de nuestra sociedad para con sus miembros más vulnerables, y cómo la religión sigue siendo protagonista en plena campaña electoral.
Para analizar esto, La entrevista del domingo conversó con el psicólogo, conferencista y expastor, Milton Rosales, quién se ha posicionado en contra del “contubernio” entre la religión y la política, y asegura que la sociedad “le ha fallado” a las nuevas generaciones.
Le ofrecemos un extracto de la entrevista, así como la conversación completa en formato videopódcast. Para encontrar las ediciones más recientes de La entrevista del domingo visite nacion.com, el canal de Spotify o el canal de Youtube de La Nación.
— Empezamos con una pregunta amplia. Pareciera que el costarricense está en constante estado de alerta, de incertidumbre, ¿Cómo evalúa usted el estado mental de la sociedad costarricense hoy?
— Estamos acudiendo a una época de cansancio emocional acumulado. Esto no ha surgido de un día para otro, sino que se ha venido sumando en el tiempo, y la precariedad, que es real, que se ve en los indicadores, en las situaciones, en el entorno, la frustración de las promesas no cumplidas y sobre todo una sensación de desamparo, ¿quién podrá defendernos?
“Ha llegado a que estemos, como diría nuestro pueblo, ‘al toque’ en una situación en que cualquier frustración, por pequeña que sea, nos dispara y tenemos reacciones absolutamente desproporcionadas.
“Nos hemos vuelto mucho más reactivos, mucho más susceptibles y quizá con todo ello mucho más frágiles también”.
— Vemos manifestaciones de violencia en el día a día, a veces en la calle, en la carretera, entre vecinos, entre familiares... ¿Cómo se atiende a una sociedad tan irascible?
— Entendamos que la ira es la manifestación visible, pero que lo que subyace es el temor. Un temor a no tener certezas, no tener seguridades, a no tener pertenencia. Entonces, más que hablar de la ira, que es una consecuencia, tenemos que trabajar las causas.
“Una tarea pendiente que tenemos es aprender a gestionar el temor y la incertidumbre. Resolver el tema de desconexión, porque nos hemos desconectado y hemos llegado a pensar que todo aquel que tiene óptica distinta, es una amenaza, es raro y está loco. No nos damos cuenta de que esas personas en realidad nos pueden integrar, complementar, ayudar a construir una visión panorámica”.
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— Señala que los temores se deben a no tener certezas, seguridades y pertenencia, ¿De quién es la responsabilidad de generar esa seguridad y pertenencia?
— Mira, de todos, de todas, cada uno, cada una.
“Pero también aquí los líderes, y pienso en los líderes políticos, los líderes sociales, los líderes comunales, los líderes familiares, deben ayudarnos a crear espacios de confianza donde se puedan gestionar las emociones.
“Cuando nos sentimos atacados o en peligro, la reacción instintiva de ataque o huida es una gestión puramente emocional.
“Hace algún tiempo Daniel Goleman vino a explicarnos la importancia de la inteligencia emocional, que es una debida autorregulación donde yo conozco mis disparadores para aprender a regularlos, y así poder expresar las cosas de la manera oportuna, en el lugar adecuado, a la persona que corresponde.
“La solución a la problemática social la tiene la sociedad. Sin embargo, es cierto que tenemos muy buenos discursos y muy malos modelos, y eso genera una suerte de pesimismo que provoca más desamparo. Esa frustración se suma a las conductas explosivas que ojalá logremos disipar”.
“Nos hemos desconectado y hemos llegado a pensar que todo aquel que tiene óptica distinta, es una amenaza, es raro y está loco”
— Milton Rosales, psicólogo
— Menciona que tenemos buenos discursos pero malos modelos, ¿a qué se refiere con malos modelos?
— En general, las personas que se visibilizan como ídolos de foro, y estoy hablando en lo político, en lo deportivo, no suelen ser personas tranquilas, reposadas, calmadas, que tengan un respeto profundo por las ideas ajenas.
“Más bien, lo que se tiende a popularizar, lo que las redes sociales nos ofrecen, son modelos reactivos. Se ha dicho que esta es la época de los odiadores. Eso lo vemos muy sencillo cuando publicamos algo que no le gusta a otra persona, y esa persona no entra en un diálogo productivo, sino que ataca y lo hace de manera artera y violenta.
“Esto ha proliferado últimamente y es algo que, de nuevo, no debe llevarnos al abatimiento, sino a seguir creyendo en lo que era la ‘propuesta costarricense’, una propuesta de diálogo, de construcción, donde el hecho de que no estemos de acuerdo no significa que seamos enemigos”.
— ¿Qué puede hacer una persona que, de pronto, caiga en cuenta de que en el contexto actual, de estrés, de temor, de incertidumbre, se está volviendo más irascible e intolerante?
— En un momento de lucidez, todos los seres humanos tenemos que llegar a definir cuáles son nuestros valores. Yo sé que la palabra ‘valores’ se ha trivializado, se ha prostituido, todo el mundo habla de ella, pero muy pocos la viven.
“Los valores son un anclaje en aquello que va a definir no solamente lo que pienso, sino cómo actúo. Yo sé quién soy. En el momento en que entro en hervor y las cosas se ponen calientes, si tengo un anclaje en lo que yo quiero que me caracterice, el respeto, la honestidad, la sinceridad, la empatía, la escucha, posiblemente voy a tener una mejor reacción.
“Muchas veces aparece la justificación de ‘así soy yo’, ‘así me parió mi mamá’. Pero somos seres en procesos, en contrucción. Nadie ‘es’, sino que ‘hemos sido’, y yo puedo ir definiendo un ‘yo contextual’ según voy madurando y aprendiendo. Nadie está totalmente definido, estamos en proceso”.
“Las personas que se visibilizan como ídolos de foro no suelen ser personas tranquilas, reposadas, calmadas, que tengan un respeto profundo por las ideas ajenas”
— Milton Rosales, psicólogo
— Hace apenas 5 años estábamos aislados en plena pandemia por la covid-19, pasamos tres años en confinamiento. ¿Será que la pandemia nos dejó unas consecuencias que hoy estamos viviendo y tenemos que atender?
— Creo que la pandemia actuó como un catalizador y, paradójicamente, vino a sacar lo mejor y lo peor del ser humano.
“Vino a sacar conductas muy solidarias, muy fraternas, muy sacrificiales. Pero por otro lado también esa separatividad, si es que el término existe. Nos hizo aislarnos y pensar más en el ‘yo’ que en el ‘nosotros’.
“Esas costuras hay que reconocerlas y repararlas, porque el ser humano sin conexión no sobrevive. Necesitamos pertenecer, ser parte de una tribu, de una manada, de un colectivo, de una comunidad, de una iglesia.
“Esa paradoja se ve incluso en la proliferación de las maras, las pandillas, las gangas que no son más que grupos de pertenencia de personas excluidas socialmente que encontraron un lugar de acogimiento.
“De ahí que, de nuevo, las comunidades tienen que seguir como grupos que reparen los vínculos, ámbitos inclusivos donde a las personas se las invite a formar parte”.
— Como usted señala, una de las manifestaciones más crudas de la violencia son las pandillas, la sangre en las calles. Además, parte de ella es provocada por menores que hace 5 años tenían 12 años y en plena pandemia fueron víctimas de la deserción escolar. ¿Cómo analiza eso? ¿Tenemos una generación perdida?
— A mí me gusta pensar que más que una generación perdida, es una generación por rescatar. Porque efectivamente los tocó la pandemia en un momento muy frágil.
“Cuando hablamos de chicos en la época de la temprana adolescencia, hablamos de chicos que tienen mucho rechazo a nivel familiar, porque los padres tenían un día un niño que era precioso, y ahora tienen un joven que cuestiona, que discute, que quiere proponer, un joven al que se le cayeron las figuras idealizadas de los adultos significativos.
“Además, muchas veces son parte de un ámbito educativo donde hay maestros con aulas sobre saturadas, sobre responsabilizados por una burocracia creciente.
“Entonces, tienen rechazo en la casa, tienen rechazo en la escuela, se dan cuenta de la incongruencia de su liderazgo, les aparece una propuesta de pertenencia, y quizás esto les permita tener todos esos símbolos de poder que usted ve en los videos de reggaetón. Ahí le dan algo que la sociedad le ha quitado: la esperanza.
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“Los adultos tenemos la enorme responsabilidad de devolverle la esperanza a las nuevas generaciones, porque les hemos quedado mal.
“En el ámbito educativo, familiar, social, religioso, a los jóvenes les quedamos mal, y no son una generación perdida, son una generación a la que hay que recuperar y recuperarla siendo humildes, diciéndoles: ‘A ustedes les hemos fallado, a ustedes les quedamos mal, por favor, discúlpenos y permítanos tratar de reconstruir’.
“Pero desde la crítica, desde la censura, desde el rechazo, poco vamos a lograr. Creo que en vez de reparar, vamos a destruir más”.
“Las maras, las pandillas, no son más que grupos de pertenencia de personas excluidas socialmente que encontraron un lugar de acogimiento”
— Milton Rosales, psicólogo
— No dudo que nos leerán muchos padres de familia que se han enfrentado a un adolescente retador, incluso algunos que se ven seducidos por el dinero fácil. ¿Cómo deben abordar la situación los adultos responsables?
— Primero, creo que hay que hacerlo desde el amor, desde la empatía, el diálogo, la paciencia, la certeza absoluta de que hay alternativas y hay posibilidades. Porque cuando no lo hacemos desde la esperanza, sino desde la crítica, desde el juzgamiento, cuando no favorecemos el diálogo, no estamos siendo parte de la solución, estamos añadiendo al problema.
“Ahora bien, para poner una venta de pejibayes en la esquina, vos necesitás 80 permisos, así suele funcionar. Pero para tener un hijo cualquier atarantado se la juega, y yo creo que tener hijos es una responsabilidad enorme, requiere aprendizaje, conocimiento, entendimiento.
“Hoy vemos muchos chicos que están teniendo chicos, ¡incluso fue mi caso! Pero la sociedad debe comprometerse con los padres y no con ese sencillismo, con esa intolerancia rampante de ‘A mis hijos los educo yo’, que me parece un reduccionismo absurdo.
“Cuando yo oigo esa frase, ‘A mis hijos los educo yo’, me preguntaba ‘bueno, ¿y a usted quién lo educa?’. Porque nosotros de verdad necesitamos ser favorecidos por el conocimiento y nos damos cuenta de un sistema educativo que a veces parece regresivo.
‘Si había tenido un gran triunfo, un gran éxito con las guías de afectividad y sexualidad, vimos que los indicadores parecían favorecernos y de un momento a otro, de golpe y porrazo higadozo, salen del panorama y empezamos a tener una regresión.
“¡Este es el tema! Y si de esto nos damos cuenta los adultos, los chicos, que también tienen mirada crítica, también se lo plantean".
— Don Milton, usted además de ser psicólogo, es conferencista, guía espiritual y religioso, siempre ha sido muy abierto con eso. Por eso, es interesante que señale la necesidad de las guías de afectividad y sexualidad. Desde su punto de vista, ¿fue un error eliminar las guías anteriores?
— Lo de guía espiritual no lo acepto de entrada. He servido cada vez que he podido, en una época fui muy activo en el ambiente eclesiástico, pero yo creo que el guía espiritual de cada quien está en lo profundo de su ser.
“Sin embargo, sí creo, y en esto he sido muy crítico, que las organizaciones eclesiásticas de cualquier signo deben ser congruentes con aquello de ‘no le harás a tu prójimo lo que no querés que te hagan a vos’.
“Las organizaciones eclesiásticas suponen ser un camino hacia la paz, el respeto y la aceptación; no hacia la marginación, la exclusión y el poder.
“Ese es uno de los dramas que estamos viviendo hoy: cómo las organizaciones eclesiásticas se han politizado y se han vendido al mejor postor político, y con eso han perdido credibilidad.
“Lo vemos en los indicadores de abandono de los grupos religiosos, donde hay profundos estados de decepción. Esto no significa que no sigamos creyendo en algo que nos inspira, que nos orienta, que nos guía, porque cada quien estoy seguro tiene el Dios de su entendimiento y a él conviene que se oriente”.
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— ¿A quién beneficia que haya esa regresividad que usted menciona?
— A nadie. Ni siquiera a quienes han usufructuado esa posibilidad, porque en definitiva, al final la verdad que nos hace libres los va a exponer, y el tiempo y los resultados los ha expuesto.
“A nosotros nos pudieron prometer el oro y el moro. En su momento un alto funcionario de Educación dijo que íbamos a poder salir a pasear el perrito; hoy no podemos sacar el perrito porque nos lo roban.
“A la señora de Purral le hicieron cientos de promesas y hoy la señora de Purral vive en un ambiente donde tiene que pagar peaje y nada se le cumplió. Quienes hicieron esas promesas quedaron en un descrédito absoluto.
“Cuando una promesa no se cumple lo que genera es frustración, decepción, y no podemos vivir con esos sentimientos. Hay que seguir teniendo esperanza y creer que en Costa Rica hay bondad, empatía, talento y vamos a poder salir adelante”.
“Las organizaciones eclesiásticas se han politizado y se han vendido al mejor postor político, y con eso han perdido credibilidad”
— Milton Rosales, psicólogo y expastor
— Señala que las organizaciones eclesiásticas se han politizado. De inmediato me recordó la ocasión en que el presidente Chaves, en una conferencia de prensa, llevó a líderes espirituales de diversas religiones para que respaldaran sus medidas, en un acto eminentemente político. ¿Qué opina al respecto?
— ‘Zapatero a tus zapatos’, decía mi abuela. Sigue vigente esa frase maravillosa. El contubernio entre la iglesia y el poder político nunca ha sido sano.
“El cristianismo fue una propuesta maravillosa, sencilla, vida en comunidad, tratar de solventar los problemas, solidaridad, fraternidad. Pero de un momento a otro vino el cesaropapismo y se prostituyó.
“Cuando hacemos ese tipo de alianzas, ese tipo de contubernios, ahí estamos desviándonos como guías espirituales, si tal cosa existe, y desviándonos como políticos.
“Zapatero a tus zapatos. No creo en que nos vendamos al mejor postor por la mezquindad de obtener aprobación, o un voto”.
— ¿La politización de las iglesias ha alejado al ciudadano de estas organizaciones?
— Está sucediendo. Vemos un abandono de las organizaciones eclesiásticas, pero no creo que la gente esté perdiendo espiritualidad: se le están replanteando.
“Resulta bastante absurdo cuando vemos los representantes de las organizaciones eclesiásticas con algunas conductas como las que describiste, con algunas vestimentas que parece más disfraces que otra cosa. Entonces la gente se pregunta, ¿de verdad quiero creer en esto?
“Sin embargo, el anhelo, el deseo espiritual, la búsqueda, nos lleva más allá. La espiritualidad tiene que ver con una parte ética, un compromiso con trabajar conmigo mismo, para ser el mejor individuo que pueda ser (...)”.
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— Usted mencionó la mercantilización de la religión. ¿La religión también puede ser utilizada como una moneda seductora, es decir, una persona puede interpretar ser religiosa para generar empatía, con fines cínicos o interesados?
— Mi esposa tiene una tesis que la defiende con vigor, y yo la comparto: las iglesias vinieron a cumplir un rol que le tocaba al Estado.
“Las iglesias son maravillosas. Tienen grupos de pertenencia, grupo de señoras, grupo de caballeros, grupo de jóvenes...
“¡Que rico se siente formar parte de algo! Vos el sábado en la noche llegás y hay una reunión, un culto, una misa, como quiera que lo llamés, ¡y hay música, la gente te abraza, hay mimo! ¿Dónde diantres hay eso en un país donde, en la noche, la única alternativa que hay es salir a beber guaro? ¿Me explico?
“Ese vacío los grupos religiosos lo fueron acaparando. Algunos con muy buen tino, porque en organizaciones eclesiásticas hay gente maravillosa, extraordinaria, conozco a muchos y los respeto.
“Pero hay muchos otros que no han resuelto sus problemas emocionales y están ahí, en lugares de liderazgo, volviéndose extremadamente peligrosos para las personas que les han otorgado confianza”.
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— Don Milton, ¿será eso parte del error de suponer que el Estado está solo para asfaltar la calle o limpiar las rondas, y no para ofrecer cultura y ocio?
— No solo de pan vive el hombre y eso lo tenemos que tener claro. Cuando han habido iniciativas estatales, los festivales del arte, giras de la orquesta sinfónica a las distintas comunidades, la gente lo ha sabido valorar y apreciar.
“Pero una golondrina no hace verano y estas son situaciones excepcionales, no son parte, parece, de las agendas de los gobiernos.
“Así como necesitamos alimentar el cuerpo, también necesitamos alimentar el alma y el espíritu. Eso es algo de lo que hemos estado ayunos particularmente en este gobierno que, en breve, dichosamente, finaliza.
— Esto que usted menciona me recuerda una frase de doña Pilar Cisneros, que dijo que podíamos vivir cuatro años sin violines, refiriéndose a que podíamos prescindir del sector cultural en pro del supuesto bienestar económico. ¿Cómo analiza eso?
— Hay tantas cosas que se dicen que no merecen una respuesta, que yo preferiría más bien referirme a cómo sobrevivimos la pandemia, una época tan cruenta, tan dura y de tanta escasez.
“¿Cómo la logramos surfear? La logramos desde el arte, desde la belleza, la creatividad, desde eso que es parte integral del ser humano.
“No solo del pan vive el hombre, esto tiene que tener una claridad absoluta, y si solo vamos a dar pan y circo, y no vamos a cultivar el espíritu, estamos en una situación problemática”.
“Necesitamos alimentar el cuerpo, pero también el alma y el espíritu. Eso es algo de lo que hemos estado ayunos en este gobierno”
— Milton Rosales, psicólogo y expastor
— Hace apenas unos días vimos a una candidata presidencial, Laura Fernández, firmar un acuerdo con el sector evangélico conservador. ¿Cómo evalúa usted esta firma de acuerdos en plena campaña política?
— La Iglesia Evangélica no está compuesta únicamente por grupos conservadores. Es cierto, los grupos conservadores son los más vociferantes y siguen una agenda internacional. Por ende, son los que tienen más recursos. Pero en la Iglesia Evangélica también hay voces disidentes, también hay sensatez, personas que tienen otra perspectiva y hay dignos representantes. No tienen tanta resonancia, repito, pero ahí están.
“Entonces, no es justo creer que esas personas que hacen este tipo de contubernios representan la totalidad del pueblo evangélico.
“Para ir directamente a la pregunta, a mí me parece que estamos asistiendo a una cacería de votos y hay que estar atentos cómo se da, porque ahí podrían estar los criterios para la toma de decisiones de a quién elegimos.
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— Luego del acuerdo de Laura Fernández con la Alianza Evangélica, llamó mucho la atención que otro representante que se autodenomina conservador, don Fabricio Alvarado, restó credibilidad a Fernández y dijo que es él quien verdaderamente representa este sector. ¿Qué opina de ese debate?
— Ese tema de los conservadores y los liberales es una majadería. No sé por qué tenemos que etiquetarnos.
“En realidad, conservadores somos cuando queremos seguir respetando la cordialidad que ha caracterizado a nuestro pueblo, o cuando pedimos respeto por la Constitución y sus instituciones. Conservadores somos cuando decimos que apreciamos las familias y como están integradas. Conservadores somos cuando creemos que deben vivir siempre el trabajo y la paz.
“Pero hay personas que se atribuyen el título de conservadores por sus prejuicios, por sus paradigmas, por sus temores. Por favor, no nos tomen el pelo.
“El pueblo de Costa Rica, a pesar de que puede haberse equivocado, no una, sino muchas veces, sigue siendo un pueblo inteligente que va a saber ver cuándo alguien le está hablando desde el corazón y cuando está tratando de engañarlo.
“A mí el candidato que mencionabas (Fabricio Alvarado) me merece muy muy muy poco respeto, no como persona, sino en la coherencia, en la consistencia de su discurso”.
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— Empezamos esta entrevista hablando de una sociedad polarizada, ¿cómo hacer en este contexto para que mantener la cabeza fría y no terminar en una pelea con un familiar o un vecino?
— El hecho de que el otro piense diferente a mí no significa que es raro, que está loco, o que me amenaza. Significa que tiene una óptica que me puede enriquecer. Si yo lo escucho desde la empatía, posiblemente voy a crecer.
“Pero si por el hecho de que piense distinto a mí, yo lo descalifico, lo estigmatizo, entonces, no solo no estoy siendo parte de la solución, sino del problema. Estoy contribuyendo a una sociedad que no queremos tener.
“En Costa Rica históricamente hemos convivido los unos y los otros, católicos y los que no lo son, siempre hemos respetado la dignidad esencial del ser humano. Ojalá lo volvamos a hacer, y particularmente en la familia”.

