
“El hambre actual es el más canalla de la historia. Ya no es un problema técnico, sino político”. Esta definición del escritor argentino Martín Caparrós entraña una crítica social cruda: desde alrededor de los años 70 del siglo pasado, la humanidad produce suficientes alimentos para todos sus integrantes. Según El País, anualmente se produce más del doble de la comida necesaria para alimentar a todo el planeta; esto implica que no hay un problema de escasez, sino de voluntad política o prácticas económicas perversas.
Una hambruna de origen puntual acapara la atención mediática por las impactantes imágenes de niños de Gaza en los huesos. Medios como The New York Times y El País han señalado vehementemente que la población gazatí se está muriendo de hambre. Así, sin adornos, bebés fallecen pesando menos de la mitad de lo que deberían.
“Uno piensa en hambre y piensa en cifras y porcentajes. No en personas. Así se abstrae para quitarle su potencial de violencia”, criticó Caparrós en su momento. Pero las imágenes no dan espacio al titubeo o la abstracción.
Expertos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) citados por NYT afirman que dos millones de palestinos enfrentan una situación de hambre inducida intencionalmente. Desde el 2 de marzo, Israel ha cerrado todo los pasos hacia la Franja de Gaza, impidiendo el ingreso de alimentos a una de las zonas más densamente pobladas del mundo.
De acuerdo con Unicef, ni siquiera la leche en fórmula para bebés ha traspasado el bloqueo israelí.

Barham al Qarra, director de la oficina en Gaza de la organización Rahma Worldwide, explicó a El País que, durante enero y febrero del 2025, su organización distribuyó 754 camiones de ayuda en Gaza.
Sin embargo, Al Qarra ya no puede operar; no es que opere a medias o con dificultades, es que del todo no puede operar, ya que no tiene autorización del gobierno de Israel para entrar a Gaza, pese a que tiene cientos de camiones esperando en Egipto, Jordania e Israel. Una autorización política separa a familias enteras de la inanición.
“No hay ningún alimento en Gaza, absolutamente ninguno”, dijo Al Qarra.
Diversos entes del gobierno israelí han negado reiteradamente que estén utilizando el hambre como arma de guerra y acusan al grupo militante Hamás de robarse la ayuda.
“Que nos importe”
Martín Caparrós, autor de El Hambre, recorrió distintos puntos del mundo, desde Níger hasta Chicago, para analizar las causas y consecuencias de la falta de alimentos. Para él, la primera condición para erradicar el hambre es “que nos importe”.
Es obvio que nadie con sentido de humanidad y moralidad estaría a favor de la hambruna, pero el autor argentino señala que, lo que marca realmente la diferencia, es qué está dispuesta a hacer la gente al respecto. ¿Está dispuesto Israel a no utilizar el hambre como una herramienta de presión?
Según el editor jefe del periódico gazatí Al-Iqtisadia, Mohammed Abu Jayab, el repunte de la hambruna en la Franja no es accidental, sino que responde a gestiones del gobierno de Benjamín Netanyahu para “generar presión popular y obtener ganancias políticas en la mesa de negociación con Hamás”.
La reducción de los puntos de distribución de alimentos es una prueba más de las motivaciones políticas detrás de la hambruna. Previo al bloqueo total aplicado por el gobierno de Netanyahu, la ONU operaba alrededor de 400 centros para repartir víveres en la Franja de Gaza.
Pero hoy, solo cuatro siguen activos, y son gestionados por la recién creada Fundación Humanitaria de Gaza, entidad controlada por Israel, patrocinada por Estados Unidos, y que según organizaciones internacionales es más un “instrumento propagandístico”.
El País reseña que estos lugares son tan peligrosos que muchas familias los evitan ya que, desde que comenzaron a operar, se convirtieron en escenarios de matanzas casi diarias. Esta versión es respaldada por más de 100 organizaciones internacionales.

Y es que la hambruna no se soluciona comiendo, y no se erradica fácilmente.
Caparrós explicó en una entrevista de 2023 que la gente usualmente malinterpreta lo que es “morirse de hambre”: tan se muere de hambre el que no come por 20 días, como el que se enferma y fallece.
“Este hombre, por no estar suficientemente alimentado, no tienes las defensas necesarias para soportar cualquiera de las innumerables enfermedades que un cuerpo bien nutrido soporta sin ningún problema. Así es como la gente se muere de hambre. Ya no hay, afortunadamente, estas hambrunas apocalípticas, salvo en situaciones de catástrofe natural o de guerra o de cosas así“, dijo Caparrós premonitoriamente.
Para más dificultad, cuando la desnutrición alcanza niveles graves, no se soluciona con comida, sino que el afectado requiere atención médica, y a veces ni así...
Ese fue el caso de Yahia al-Najjar, una bebé de 4 meses que murió en el Hospital Americano de Jan Yunis, en el sur de Gaza. Pese a que los médicos intentaron ayudarle, su estado era crítico y había perdido demasiado peso.
Mohammad Saqr, jefe del departamento de enfermería del Complejo Médico Nasser, declaró a NYT que , solo el lunes 21 de julio por la tarde, el hospital recibió 25 mujeres y 10 niños que solicitaron solución de glucosa intravenosa.
¿Para qué solución glucosa? Para aliviar brevemente los síntomas de la hambruna y la desnutrición: fatiga, debilidad, mareos, desmayos, retortijones, hinchazón, sensación de frío y sistema inmunológico debilitado. Aunque la solución glucosa da un oasis de bienestar, el suministro mengua y la sensación de hambre vuelve rápidamente.
Y los retortijones no afectan solo a la ciudadanía. También el personal médico es susceptible.
“Ahora no hay nadie en Gaza que esté fuera del alcance de la hambruna, ni siquiera yo mismo”, dijo a NYT Ahmed al-Farra, que dirige el servicio de pediatría del Hospital Nasser, en el sur de Gaza. “Les hablo como funcionario de salud, pero yo también busco harina para alimentar a mi familia”.
Mientras la desnutrición arrecia, organizaciones internacionales alertan que el uso del hambre como método de coerción es un crimen de guerra.
