
Siempre hay alguien que baila en el súper, alguien que enciende parlantes para limpiar el patio y alguien que visualiza videoclips mientras va en el bus. La música nos hace sentir bien, y todos la moldeamos: cuando le agarramos ritmo a una botella o cuando la apreciamos masterizada con el viento, las cuerdas, la percusión. Pero entre tantas melodías, una casi siempre pasa inadvertida: la compuesta por nuestros vecinos.
En cualquier otro país del mundo, la música nacional es orgullo. El pueblo la defiende, la quiere y la adora, pero Costa Rica es un caso aislado. Esas canciones que narran la particularidad de comer cas en un potrero o el canto de un jilguero se reproducen más en las orejas de otras naciones que en la nuestra.
Gracias a las plataformas de streaming, con las que tenemos los sonidos en las manos, hoy sabemos que Costa Rica está colonizada (musical y digitalmente hablando). Así lo señala un estudio de DataPulse Research y Skoove, que analizó la lista de Top 200 de Spotify en el país por 59 semanas.
Los resultados son punzantes: los artistas locales representan el 0,0% de las preferencias de los ticos. Ni un solo músico costarricense entró en las playlists en más de un año. Caso contrario es México, por supuesto, donde el 58,2% escucha artistas locales, o Letonia, donde la cifra es de 19,2%, o Panamá, con 8,6%.
Este estudio solo refleja una vertiente de la producción musical tica; muchos han cuestionado que excluye factores como la música en vivo y no especifica los perfiles de los patrones de consumo. Pero Spotify es la tercera app de entretenimiento que más usamos en Costa Rica, según el informe de la UCR Nuestras apps de cada día, así que revela mucho. ¿En qué momento dejamos de escucharnos?
Costa Rica con complejo de Miami
Si a usted le preguntaran por el máxime representante de Costa Rica a nivel internacional, quizás piense en algún futbolista o actor. Pero en la otrora patria de los años 70 y 80, en el auge del Chiqui Chiqui, los héroes eran los músicos criollos; así lo recuerda Alberto Zúñiga, periodista, productor y crítico musical.
Esos héroes reunían cualquier cantidad de fanáticos en cualquier cantidad de lugares, fueran remotos o céntricos. Fue una época de apertura económica para la música local, que nos dio eventos que todavía disfrutamos como el Festival Estudiantil de las Artes (FEA) y el San José por la Paz, que luego se convirtió en el Internacional de las Artes (FIA).
“Costa Rica era muy floreciente para los aspectos de cultura. Se ganó un alto nivel de experiencia y know-how, conocimiento sobre cómo mercadear y hacer de la música un negocio próspero para todo el mundo, para los músicos, para los empresarios, para el país”, acotó Zúñiga.
Para los años 90, el país quizás se quería parecer un poco demasiado a Miami. Las disqueras transnacionales, como Sony Music y BMG, fichaban a compatriotas por doquier. También se crearon sellos ticos, como Papaya Music y DDM, de los que salieron miles de temas que hoy resuenan en nuestra memoria, como Creada a mi manera, Incluso MTV, en su apogeo, llegó con sus cámaras para dar cobertura al Rock Fest.
Con la entrada del siglo XXI, que además fue la cuna del rock tico, medios de almacenamiento como los CD sacudieron los estudios de grabación y cambiaron la ingeniería de sonido. Para entonces, se medía el “éxito” de un artista con la cantidad de discos vendidos.
Fue natural que entonces, a medida que las canciones se podían comprar en línea y guardar en iPods, el hábito de consumo se transformara. Lo que se perdió fue el ímpetu por la música tica; sobre todo, en materia económica. “Todo eso se perdió”, dijo Zúñiga. “Yo creo que el país, al no estar organizado como una posible industria floreciente, no entendió el nivel de producción que tenía y se lo comió”.
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En paralelo, llegaban a los hogares costarricenses telenovelas mexicanas y venezolanas, con películas norteamericanas y europeas. Los artistas regionales ganaron fuerza y se hicieron masivos, mientras que los locales quedaron como segunda opción.
“Nos volvimos un país, por el tamaño que tenemos, receptor de contenidos del exterior y ahí viene un repertorio enorme de industrias mucho más desarrolladas”, señaló Edín Solís, cantante de Éditus (banda que, dicho sea de paso, es de las preferidas de Rubén Blades) y presidente de la Asociación de Compositores y Autores Musicales de Costa Rica (ACAM).
Y aunque ya no es válido comparar el movimiento de los 70 con la actualidad, justo por el cambio en las plataformas de escucha, es cierto que las melodías locales ahora son de nicho. Tanto, que algunos ticos se avergüenzan de escuchar a sus vecinos; otros, aseguran sin mayor reparo que la producción criolla no les interesa.
“Es un círculo vicioso. Si los medios no promocionan un tipo de música, la gente no se da cuenta de que esa música existe y no la puede consumir. Por otro lado, los medios, en su propuesta comercial de búsqueda de fidelidad de las audiencias, no pueden programar música que la gente no pide ni escucha”, explica Randall Vega, quien trabaja en radiodifusión desde hace 27 años, y también dirigió Radio Nacional con una programación dedicada a la música local.
Hoy, los mayores éxitos de casi todas las bandas alternativas son covers. Para llegar a las masas extranjeras, algunas incluso solo cantan en inglés —que no tiene nada de malo, ni es un reclamo— , y se llevan méritos de pares de gran calibre, como cuando The Saint Cecilia abrió el último concierto de Red Hot Chilli Peppers en suelo tico.
“Hay un gran esfuerzo por parte de los artistas nacionales, que aunque sea gigantesco en ganas, es muy chiquito en términos comerciales. Sigue pasando que no llega a influir en las emisoras”.
— Randall Vega.
También incide que, aunque algunas músicas están hechas para convivir en espacios reducidos, Costa Rica tiene pocos venues adaptados para conciertos masivos. Muchas bandas solo alcanzan aforo completo cuando se trata de actividades pagadas por el Estado, con tiquetes gratuitos para el público (pensemos en Semana U).
Para algunos artistas resulta más fácil hacer un tour por la región antes que alquilar un anfiteatro nacional. Otros prefieren vivir en México, por ejemplo, porque allá está su público más fuerte.
Se entiende entonces por qué a Debi Nova, única costarricense en ser nominada a los Grammy anglosajones, le tomó 15 años en presentarse como solista en un recinto del tamaño de Parque Viva. Como estelares en esa tarima solo la antecede Malpaís, quizás el grupo con la audiencia más grande de ticos.
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Pero como en todo, todavía podemos escucharnos más. Pecando porque no me alcanzan las líneas para enlistar todo el talento de Costa Rica, me permito recomendarle que ponga F.A.V con Tino Amor, Los Excavators o Sonidero Barrio Fátima si le gusta la cumbia.
Además de Debi, dele oportunidad a otros cantautores como Canina, Kendall Peña, Jeudy García, Berenice, Arturo Pardo, Max Goldenberg, María Pretiz, Mishcatt, Adrián Goizueta, Guadalupe Urbina, Alelí Padra y Albastian.
Si lo suyo es rock, alternativa e indie, están Magpie Jay, The Robertas, 424, Alphabetics, Voodoo, Cocofunka, Patiño Quintana, The Robertas, Gandhi, The Saint Cecilia, Magpie Jay, Entrelíneas, DiquisDelta, Flor de Doppler, Hijos, Frezco, Achará.
Los que prefieren poner lofi o beats, Pictura o Simbiosis de F.A.V. con Manuel Obregón son buena opción. Si no, el trap y el rap van ganando fuerza con exponentes como SoulTwo, Nakury, Haroloid, Mariano SL y Khriztian GC.
Los metaleros también se pueden dar gusto con Dream of Fire, Metal Progre, Time’s Forgotten, Little Machine of Darma, Chemicide, Howler, Infernal Ascension, Cangrena, Desnuke, Abyscere, Culto Negro, Dharma, Heresy... Y quienes prefieren reggae, roots y calypso, busquen a Fuerza Dread, Ojo de Buey, Cantoamérica, Toledo, Un Rojo, Kawe Calypso, Marfil y, por supuesto, Walter Fergurson.
No se puede ignorar otro de los fuertes ticos, el ska: Mentados, Chillax, Patterns, Éditus, Sonámbulo, El Parque, Passiflora, República Fortuna, Percance, La Milixia, Garbanzos, El Guato, Santo Remedio, Colectivo Manteca.
Sin ignorar, claro, los clásicos que caben entre miles de géneros: Lencho Salazar, Otto Vargas, Los Hicsos, Gaviota, Julia Cortés, Vía Libre, Café con Leche, Inconsciente Colectivo y Ray Tico, entre otros.
Como una vez dijo Toledo en El DJ: “En Tiquicia hay buenos cantantes, en serio; si nos juntamos formamos el imperio”.
“No puedo sacar criterio del vínculo que tienen las personas en Costa Rica con la producción musical costarricense basándome solo en la plataforma de Spotify. Tengo que ir y ver los conciertos en vivo, en las salas, los estadios, las casas de cultura, las plazas. Eso no ha desaparecido”.
— Susan Campos, del Archivo Histórico Musical.

