
La educación técnica del Colegio Técnico Profesional de Santa Elena, en Monteverde, forjó la gran pasión de Daniel Vargas y Will Núñez. “No se siente como un trabajo”, aseguran estos hijos de Monteverde que se dedican a acompañar a los miles de turistas que llegan cada año a uno de los bosques húmedos más biodiversos del mundo.
Will recuerda que, con apenas 14 años, él realizó su primer tour guiado en la Reserva Bosque Nuboso Santa Elena. El CTP de Santa Elena administra la reserva de 310 hectáreas. Haber crecido en una oasis de biodiversidad trazó el sendero para que Núñez se convirtiera en guía.
“Para mí no es únicamente ir de vaqueano y apuntar dónde están los animales, sino que hay una historia natural detrás de cada animal que mostramos, por eso mi amor por las aves me llevó a otros países”, destacó el especialista, que se formó en el Instituto Nacional de Biodiversidad (Inbio), trabajó durante 12 años como guía en Inglaterra y laboró con la Real Sociedad para la Protección de las Aves, la mayor organización sin fines de lucro de Europa dedicada a la protección de la vida salvaje desde 1889.
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Su compañero de profesión y caminatas en el bosque, Daniel Vargas, también es hijo de la educación técnica pública. Él cursó la especialización en Ecoturismo y, desde entonces, se apasionó por las aves y empezó a recorrer el bosque nuboso, algunas veces solo, otras con turistas.
“Que te paguen por hacer algo que hacés porque te gusta... no se siente como un trabajo. En temporada alta es cansado hacer dos o tres tours de cuatro horas en un solo día; al final del día hay una carga. Pero estar en la naturaleza y mostrarles a los turistas las maravillas que tenemos es tratar de transmitirles un mensaje positivo”, reconoció el guía.
Vargas destacó uno de los momentos de mayor satisfacción de su trabajo: la alegría de sus clientes cuando ven un ave que para cualquier costarricense es común, pero que ellos viajaron miles de kilómetros para ver. Por ejemplo, un colorido tucán.
“Para ellos es algo que nunca más en su vida van a ver”, dijo el especialista con una sonrisa.
Sin embargo, para estos guías de avistamiento de aves su meta no es solo conseguir la fotografía de un pájaro majestuoso. Su ambición va más allá: buscan educar.
“No solamente se trata de tomar la foto, sino de enseñarle al visitante a proteger la naturaleza, que todos colaboremos, que la gente tenga una concientización del cambio climático y vean qué pueden hacer desde su país", indicó Núñez.
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Will reconoce que el cambio climático ha impactado el avistamiento de aves desde que él, con apenas 14 años, se internó por primera vez en el bosque nuboso.
El cambio más marcado se dio con el quetzal, un hermoso pájaro que habita las montañas de Centroamérica, pero que es cada vez más difícil de ver. El aumento de la temperatura provocó que el ave nacional de Guatemala subiera montaña arriba en busca de climas más frescos, aunque aún es posible verla en zonas bajas, en especial en temporada de apareamiento.

Tanto Will como Daniel confirmaron que, además del quetzal y los tucanes, el ave que más desean ver los turistas es el colibrí esmeralda con cabeza de cobre, un hermoso y diminuto animal endémico de los bosques costarricenses.
Otro bello espécimen altamente buscado es el colibrí centelleante, uno de los colibríes más pequeños de la región centroamericana, con un tamaño similar a una moneda de ¢500.
“En Monteverde, en estos bosques, tenemos un 2% de la biodiversidad del mundo. Costa Rica tiene el 6%, nosotros el 2%. Acá hay un montón de bosques y corredores biológicos que se han formado con el tiempo. Se pueden ver entre 40 y 60 especies de aves en cuatro o cinco horas”, aseguró Vargas sin dudarlo.
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Daniel Vargas confirmó el deseo que ellos, como guías y líderes en la conservación, buscan dejar en las personas que visiten las reservas públicas y privadas de Monteverde.
“Tratamos de transmitir un mensaje, más que todo a los jóvenes, porque son los que tienen un futuro por delante y pueden tomarle el gusto a la naturaleza. Buscamos dejar un mensaje de conservación, de educación ambiental, de enseñar la importancia de los ecosistemas y las especies animales en estos”, confesó el guía.
Su colega, Will Núñez, coincidió: “La gente viene a Costa Rica y dice ‘que bello su país, ¡como ayudan a contrarrestar el cambio climático y como protegen la naturaleza!’. A eso yo les respondo ‘bueno, Costa Rica es muy pequeño, necesitamos de su ayuda‘, porque así es, estamos conectados, lo que haga usted en su país nos puede afectar a nosotros".
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