
Isabel Allende comenzó a escribir La casa de los espíritus cuando se acercaba a los 40 años, como una forma de, según explica, recuperar lo que perdió tras el golpe militar en Chile, que derrocó a su primo segundo, el expresidente Salvador Allende. En la cocina de su casa, después de darles de cenar a sus hijos, escribía cartas dirigidas a su abuelo enfermo. Con el tiempo, aquellas líneas se transformaron en un modo de reconstruir la memoria de su familia, sus amistades, su país.
Cuatro décadas y 27 libros después, Allende —la autora en español más leída del mundo— explicó a Revista Dominical el origen de Mi nombre es Emilia del Valle, su nueva novela, en la que reaparecen personajes de su obra inaugural. Y como acostumbra, coloca en primera fila a las mujeres que, de otro modo, se les habría negado la voz.
— Mi nombre es Emilia del Valle coincide con el universo de la trilogía de La casa de los espíritus. ¿De dónde viene la inspiración de revisitar las figuras femeninas y el ser mujer en otras épocas, que no son las actuales?
— La inspiración no fue un personaje, la inspiración fue un hecho: la guerra civil de 1891 en Chile, que tiene ecos o similitudes con lo que pasó 82 años más tarde con el golpe militar en 1973, que yo lo presencié.
“En 1891 un presidente progresista, José Manuel Balmaceda, quiso hacer cambios importantes en el país dentro de la constitución, por supuesto, y se encontró con una fuerte oposición. Las Fuerzas Armadas intervinieron, se dividieron. El ejército se fue con el gobierno y la Marina, que es muy poderosa en Chile, se fue con la oposición y hubo una guerra civil espantosa. En cuatro meses murieron más chilenos que en los cuatro años de la guerra del Pacífico, la guerra contra el Perú y Bolivia.
“En 1973 tuvimos un presidente progresista, Salvador Allende, que quiso también hacer grandes cambios dentro de la Constitución. Encontró gran oposición e intervinieron las Fuerzas Armadas, pero no se dividieron. Y el resultado fue un golpe militar y 17 años de dictadura. En ambos casos, el presidente no se rindió y no quiso salir al exilio, se suicidó. Y se convirtieron ambos en figuras heroicas.
“El hecho de mirar el pasado —porque he escrito muchas novelas históricas— me permite tener una perspectiva más amplia de lo que pasa en el presente. Empecé diciéndote lo mal que se ve este país, pero si uno lo ve solamente en la perspectiva de hoy, dentro de los límites de hoy y en las noticias de hoy, que están todo el tiempo bombardeándote de malas noticias en el teléfono, claro, uno está atrapado.
“Pero si lo ves con la perspectiva histórica, te das cuenta que esto ha pasado antes, ha pasado en otras partes y que la naturaleza de la vida y de la humanidad es el movimiento. Todo cambia, todo evoluciona, todo se mueve. No hay que quedarse atascado en el presente. Y también te permite visualizar el futuro”.

— Y específicamente sobre las figuras femeninas, ¿por qué es importante traer al presente estas narrativas?
— En aquella época, a finales de 1800, las mujeres tenían muy pocas opciones. De partida tenían poca educación, porque su educación estaba limitada. Imagínate que Virginia Woolf no podía entrar a la biblioteca, porque a la biblioteca solamente podían entrar hombres. Había mujeres periodistas, muy pocas, pero tenían que firmar con un pseudónimo masculino, porque si no, nadie respetaba lo que ellas tuvieran que decir. Nadie les prestaba atención, para nada.
“Entonces, yo quería contar esta guerra sin tomar partido de un lado o del otro. Necesitaba traer a alguien de afuera y pensé ‘bueno, ya que los Estados Unidos intervinieron en esa guerra, va a ser una persona americana’. Y yo quiero siempre que sea una mujer, en lo posible que sea una mujer, porque yo quiero las voces silenciadas.
“La historia la escriben los vencedores, los hombres, generalmente blancos. Las voces de los derrotados, de los pobres, de las mujeres, de los niños, de los animales, por último, no existen. No existen en la historia. Es como si las mujeres, que somos el 51% de la humanidad, jamás hubiéramos existido. Alguien hizo el comentario que en los obituarios de The New York Times no hay mujeres, son todos hombres los que se mueren. Las mujeres pasan por la vida y se mueren sin existir. Entonces, a mí me interesaba una voz femenina.
“¿Por qué mandarían a una mujer si no había corresponsales de guerra que fueran mujeres? Tendría que ser porque ella (Emilia del Valle) tenía algunas condiciones que la hacen única: uno, sabe escribir; dos, habla español, que era muy importante; y tercero, tiene raíces familiares en Chile. Así fue creciendo el personaje.
“Y lo uní a Paulina del Valle y la familia del Valle que aparece en la Casa de los espíritus, en Hija de la fortuna, en Retrato en sepia, en Violeta. Esos personajes, muchos de ellos son inspirados en miembros de mi familia. Con una familia de lunáticos como la mía, no se necesita mucha imaginación. Esa gente como que vuelve. Se me meten en el libro, solos, a veces contra mi voluntad".
Mi nombre es Emilia del Valle
Sinopsis. En San Francisco, durante 1866, una monja irlandesa, embarazada y abandonada por un aristócrata chileno da a luz a una niña a quien llama Emilia del Valle. Criada por su cariñoso padrastro, Emilia se convertirá en una joven autónoma que desafiará las normas sociales de su tiempo para profesar su vocación: la escritura. Con 17 años, publica novelas de aventuras bajo un pseudónimo masculino, pero su mundo ficticio se le queda pequeño y consigue un puesto de periodista en el medio local. Tiempo después, viaja como corresponsal a la guerra civil en Chile y, mientras cubre el conflicto bélico, explora sus vínculos con la familia Del Valle.
Mi nombre es Emilia del Valle sitúa una historia de amor, guerra, descubrimiento y redención. En Costa Rica, se encuentra disponible en la mayoría de las librerías del país. Su precio ronda los ¢12.000.
