
Piense en todas esas veces en que, mientras espera el bus, se le antoja un café. La fatiga quizás no le permite dirigirse a la soda, pero a lo mejor podría tomarse uno allí mismo, junto a la parada, sin entrar al local. El menú, colocado en las paredes y ventanas, acelera el proceso. En minutos, tiene en sus manos la codiciada bebida.
Al menos en algunos lugares de San José, como barrio Otoya, estos escenarios ya son realidad. Y aunque el casco central josefino arrastra problemas profundos de urbanismo, y sus plantas altas solo las habitan rótulos de alquiler, no todo es negativo: el nivel de asfalto, donde transitan las personas, se puede revitalizar con el comercio al aire libre.
Al hablar de este modelo de negocios, lo habitual es asociarlo con restaurantes, bares y cafeterías, pero cualquier establecimiento puede beneficiarse de extender su oferta hacia las calles, aceras y pasos peatonales. Por eso, si usted está considerando ampliar su comercio, estos son algunos beneficios que obtendrá al colocarlo en las zonas urbanas en desuso.
Eso sí, antes de utilizar las zonas públicas, conviene comprender las disposiciones de cada cantón. Pese a que en 2022 se aprobó la Ley de comercio al aire libre y algunas zonas del país ya cuentan con los reglamentos necesarios para aplicarla, en otras todavía no se han implementado. El primer paso para un empresario, entonces, consiste en verificar si su municipio autoriza las ventas en espacios abiertos.
1. Baja inversión, alta ganancia
Una vez analizada la normativa, es necesario comprender la funcionalidad del espacio: si corresponde únicamente a la acera, si incluye una franja verde y si es atravesado por un continuo flujo de personas. A partir de ello, se puede definir la manera adecuada de apropiarse del entorno y decidir cuántas mesas, sillas, plantas y luminarias pueden colocarse a su alrededor.
Todos estos elementos, eso sí, deben ser removibles. El comercio al aire libre trata sobre instalaciones temporales que, dichosamente, no requieren grandes inversiones. Son elementos que pueden ubicarse y retirarse con facilidad, dentro de los horarios establecidos por cada municipalidad.
Además, tales asentamientos no deben obstruir el paso. Una silla de ruedas debe transitar sin dificultad, por ejemplo, y cualquier peatón debe poder transitar sin chocar con quienes ocupan el espacio del comercio, ni con sus mesas y demás objetos.
Christian Castro, socio y director de Diseño de Espacios y Experiencias Comerciales de la firma de arquitectura Gensler, afirmó que, al expandir el comercio al aire libre, los negociantes ganan con lo obvio: pueden contar con un mayor aforo, retener a más clientes y, en consecuencia, aumentar sus ingresos. Y como la inversión en los materiales podría ser baja, las ganancias son todavía mayores.

2. Crece el orden y seguridad en las calles
La inseguridad en las calles, por supuesto, es una preocupación para cualquier empresario o emprendedor. Sin embargo, cuando varios establecimientos activan una misma calle o barrio, la seguridad aumenta.
Urbanistas como Jane Jacobs han señalado, en obras clave sobre urbanismo, que la inseguridad disminuye conforme la calle adquiere vida. “A las personas, a los malhechores, llamémosles así, les puede generar cierto temor actuar cuando hay mucha actividad alrededor”, explicó Castro.
Ciudades latinoamericanas, como Buenos Aires o Ciudad de México, han comprobado ese efecto. Desde luego, la presencia de actividad no elimina por completo los riesgos en un espacio expuesto; por ello, es recomendable mantener ciertas barreras de protección y medidas de resguardo tanto para los propietarios como para los consumidores.
Para Castro, las instalaciones al aire libre también requieren de prueba y error. Claro, se debe valorar si funcionan y resultan agradables para los clientes, pero también para los vecinos. Si la música nocturna afecta a quienes viven en el área, quizás conviene reconsiderar el enfoque.
Debido a que en Costa Rica la lluvia es frecuente, también conviene evaluar la instalación de algún tipo de cubierta, como un toldo, que proteja a la clientela. En ciertas ciudades, incluso es común la colocación de pisos temporales cuando existe desnivel y la habilitación de los parqueos para extender el área disponible.
“Hay que evitar que se nos haga un contexto urbano desordenado, con un montón de elementos que no se hablan unos con otros y que al final, lo que queríamos ordenar, más bien genere lo contrario”, acotó el arquitecto.
Todos los bulevares que hay en el centro San José o incluso algunos barrios céntricos que tienen su encanto, a veces les falta actividad y esa actividad viene con más ojos, más seguridad, más movimiento, más vigilancia natural. Hemos visto, también, que el turismo tenga un espacio donde pueda venir y tomar café en un espacio exterior".
— Christian Castro, socio de Gensler
3. Devolverle a la comunidad
Además del beneficio para los empresarios, la ciudad siempre gana con el comercio libre. Si a una floristería le va bien, también le irá a su vecino. Así, al repoblar sus espacios públicos, la ciudad se convierte en un lugar de destino y no de tránsito.
“Hay un tema también de recuperar algo que nosotros teníamos, que es esa parte del vecindario, de cuidar el bien como colectivo. En esa parte no solo se beneficiarán los restaurantes. A mayor tráfico, las tiendas van a beneficiarse de tener espacio donde hay más circulación. Es como una activación en cadena”, comentó Castro.
“Para salirnos del contexto de la ciudad: lo más caro un centro comercial es la avenida principal. Todos esos locales que están al frente son los que cobran más mensualidad, porque al final usted lo que anda buscando es foot traffic, gente que le pase al frente de su tienda y usted pueda generar un diferenciador con sus productos, con su experiencia y que la gente quiera venir. Entonces, es tratar un poco de llevar eso a la ciudad”, añadió.
Entre más comercio al aire libre, las personas empezarán a reunirse en esos espacios, a desarrollar una identidad con los dueños de los restaurantes, los clientes de las tiendas, a abrazar a la comunidad.
Ahora, imagínese ir saliendo del mercado, con las bolsas cargadas de mandados, y detenerse en la acera por un fresquito. ¿No suena bonito?

