
Una serpiente matabuey de al menos dos metros viaja quién sabe cuántas horas estrujada y estresada en una media. Llega a un terreno desconocido, después de recorrer barreales y aguas turbulentas, con la sorpresa de que su nuevo hogar es una pecera. Eso si tiene suerte, porque su piel podría ser vendida al mejor postor.
No es un caso aislado. Si en una semana hablamos del avistamiento del primer tiburón albino en aguas costarricenses, de color naranja en lugar del gris azulado, a la siguiente reportamos sobre una tortuga lora con aletas mutiladas. Así afecta a Costa Rica el tráfico ilegal de especies silvestres, que exporta, importa, almacena y reproduce cualquier animal por vías clandestinas.
Por eso aparecen salamandras exóticas en comercios, pero no en los lagos, o encontramos a nuestras ranitas en peligro de extinción catalagodas en páginas internacionales... Y si Costa Rica concentra el 6% de biodiversidad del mundo, ¿cómo la amenaza este delito y qué se está haciendo para frenarlo?
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¿Tanto vale una mariposa?
Pasear por cualquier montaña o parque nacional es toparse con insectos: mariposas, zancudos, moscas, abejas. En nuestro clima tropical se toma por sentado que son abundantes, y a muchas especies, los ticos ni las consideran un atractivo turístico, pero en otros países, sus distintivos se aprecian en metálico.
Basta revisar sitios especializados en venta de fauna silvestre, de mercados europeos y estadounidenses, para encontrar a nuestras especies protegidas en oferta. Las ranas dardo, de esas pequeñitas manchadas de verde y negro, se venden a $50 si son jóvenes y $350 si son adultas; un escarabajo dorado, a $225; una boa, a $1.500.
Naturalmente, si están en peligro de extinción, valen más que el oro. De esto se aprovechó una familia costarricense, que en 2019 enviaba paquetes ilegales de mariposas a Europa por correo como si fueran artesanías. ¿Las ganancias? ¢650.000 por cada ejemplar.
“Traficar a otro país las ranas de Costa Rica, que prácticamente están en peligro de extinción, hace que tengan un valor grande. Son especies que solamente viven en nuestras montañas, son únicas. Y a nivel de insectos, tenemos variedades muy interesantes para los coleccionistas. Con solo ponerlos vivos en otras partes del mundo, ya los pueden reproducir”.
— Rodolfo Vargas Leiton, biólogo regente del Sinac.

Para que las aves, los reptiles, los insectos, los anfibios y los felinos costarricenses lleguen a otras fronteras, primero deben sacarlos de su hábitat natural, lo cual constituye un delito si no se cuenta con permisos. Los traficantes los mueven en masa por mar, cielo y tierra, y cobran alto porque la mayoría muere en el camino.
Así lo dice la revista especializada Crime, Law and Social Change: el comercio y trasiego ilegal de fauna silvestre puede conducir a tasas de alta mortalidad; en algunas especies, como las aves, oscilan entre 30% y 90%.
Costa Rica, por su parte, es un país de origen, tránsito y destino de especies silvestres. La mayoría de traficantes intenta cruzar los puestos fronterizos por tierra, señaló el director de la Policía de Fronteras, Gerald Camacho, quien añadió que la mayor parte de los casos se concentra en el límite con Nicaragua.
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De acuerdo con el Sistema Nacional de Áreas de Conservación (Sinac), entre los animales más afectados figuran aves como zapoyoles y tucanes; mamíferos como el perezoso de dos dedos, y reptiles como caimanes y tortugas. Pero no existe límite: todas las especies resultan vulnerables. Entre 2015 y el primer trimestre de 2025, se contabilizaron 980 decomisos vinculados al trasiego de flora y fauna silvestre, la cacería y la tenencia ilegal.
El tráfico de especies desde Costa Rica, sin la autorización del Sinac, es ilegal. Una vez que los animales llegan a países como Estados Unidos, donde el comercio de vida silvestre está regulado y permitido, únicamente podrían recuperarse por orden judicial y caso por caso.
En el afán de mantener el comercio internacional regulado, Costa Rica firmó y ratificó la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (Cites), un acuerdo que establece controles y restricciones para que este tipo de negocio no comprometa la supervivencia de la fauna.
De acuerdo con la Ley de Conservación de la Vida Silvestre (n.° 7.317), en Costa Rica es legal el tráfico de vida silvestre, así como de sus partes, productos y derivados, siempre que no impliquen recursos genéticos o bioquímicos y se realicen hacia sitios de manejo de fauna o negocios autorizados por el Sinac. Al mismo tiempo, la norma prohíbe el tráfico de cualquier especie sin el debido permiso.

Serpientes, iguanas y tucanes como mascotas
Así como las especies endémicas de Costa Rica son sacadas a la fuerza de sus hábitats, acá también llegan ejemplares exóticos.
Hace apenas dos meses, un local en Coronado ofrecía en frasquitos de vidrio unos ajolotes, las curiosas salamandras que viven en los lagos de México y son fáciles de reproducir. Las ofertaban como si fueran “animales de compañía”, aunque realmente no están domesticadas, ni lo estarán pronto: están en peligro de extinción.
Al no pertenecer al trópico costarricense, los animales exóticos alcanzan precios que triplican, cuadruplican o incluso quintuplican su valor “original”. La pitón bola, común en África, puede venderse allí por $5 o $10; en Costa Rica, su precio asciende a $200.
Y a medida que las especies son extraídas de su país de origen, se acelera el riesgo de extinción local. También alteran el equilibrio en los ecosistemas de destino: compiten con la fauna nativa por alimento y refugio, e introducen enfermedades que afectan a otros animales y, por supuesto, a los seres humanos. Así se propician zoonosis como la viruela del mono, que provoca fiebre, fatiga y erupciones en la piel, o la salmonelosis, causante de cuadros de diarrea.
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En mercados asiáticos y africanos se trafica pasta de jaguar: una práctica ilícita que “cocina” al felino para derretir sus huesos, órganos y piel, hasta que se condense en un tipo de ungüento. Lo colocan en un frasco y los venden por $6.000, aproximadamente.

Como tantas cosas en nuestro país, el movimiento de ingresos por el tráfico ilícito de especies está vinculado, hasta cierto grado, con el narcotráfico. No hace mucho, un grupo de capibaras llegó a Costa Rica deshidratado y acompañado de crack.
Las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc) señalan, en su informe sobre los delitos contra la vida silvestre y los bosques publicado en 2024, que estos crímenes guardan una estrecha relación con las actividades de influyentes redes de la delincuencia organizada, que operan en algunos de los ecosistemas más frágiles y diversos del planeta.
No es sorprendente, ya que el comercio ilegal de vida silvestre genera entre $7.000 y $23.000 millones por año a nivel mundial, de acuerdo con el informe Lavado de activos y comercio ilegal de vida silvestre, publicado por el Grupo de Acción Financiera Internacional en 2021.
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En Costa Rica, el jefe de la Sección Especializada en Delitos Ambientales y de Bienestar Animal del Organismo de Investigación Judicial (OIJ), Iván Rojas Solano, acotó que estos delitos podrían ser una fuente indirecta de financiamiento para el lavado de dinero, o funcionar en paralelo.
“Los temas son diametralmente opuestos, pero que el producto de la venta de vida silvestre ilícita pueda obtener muchos recursos económicos para financiar, ya sea producción, traslado o tráfico de drogas, sí va muy de la mano”, explicó Rojas.
“Si uno hiciera un análisis, por ejemplo, de grandes casos de narcotraficantes en la historia, han estado muy cercanos a esa función de ego, de poder tener especies exóticas para lucir su poderío. No recuerdo que en Costa Rica lo hayamos tenido, pero es válido pensar que podría darse el caso”.
— Gerald Camacho, director de la Policía de Fronteras
Altas ganancias, ¿bajos castigos?
Tal vez porque durante años se consideró “normal” tener una iguana en la casa, o porque se normalizó que en algunos restaurantes costeros se vendan anillos de tortuga carey, hoy la ciudadanía no presenta denuncias sobre la tenencia silvestre, que también es tráfico ilegal.
Así lo señala el investigador del OIJ: “las loras, los pericos, los cantores, los pájaros de monte, los yigüirros... muchas de estas especies, socialmente hablando, no las consideran como silvestres. La gente no ha interiorizado de forma plena que estamos, primero, frente a un posible delito y, segundo, frente a animales que no deberían estar enjaulados bajo ninguna circunstancia. Si lo vemos así, denuncias básicamente no hay”.
Por el momento, las instituciones encargadas de velar por la protección de la fauna silvestre, como el OIJ, el Sinac, la Fiscalía Adjunta Agrario Ambiental y el Ministerio de Seguridad Pública (MSP), realizan patrullajes y aprehensiones de oficio, y en ocasiones con escasos recursos.
En el Sinac, por ejemplo, no existe una oficina dedicada al tráfico de especies; la responsabilidad recae sobre todos los funcionarios, quienes deben dividirse entre este y otros delitos ambientales. En el caso del OIJ, la sección especializada cuenta con 12 agentes, quienes reciben apoyo de otras delegaciones para darle cobertura al territorio nacional.
“La capacidad de control y de parte de todas las autoridades es bien compleja, porque es un mercado a muy pequeña escala (...). Todo eso requiere procesos de investigación robustos donde se ocupa mucho personal y eso hace que la cantidad de casos sobrepasen las capacidades de las instituciones”, explicó Yeimy Cedeño, administradora del Refugio Nacional de Vida Silvestre Ostional.
Además, cuando los traficantes son detenidos, enfrentan procesos judiciales que suelen concluir con sanciones leves. En los casos de trasiego de especies en peligro de extinción, las penas más altas son multas de hasta 40 salarios base y un máximo de tres años de prisión.
A largo plazo, según advierte la veterinaria Isabel Hagnauer, el despojo de animales nativos de Costa Rica podría repercutir en el turismo extranjero, pues los visitantes buscan contemplar la fauna en su hábitat natural, no tras las rejas de una jaula ni dentro de un hogar.
“Hemos visto casos de psitácidos, todo lo que son loras, pericos, guacamayas y todo este grupo de aves en esa familia que hasta las están incubando. Tal vez se roban los huevos y ya tienen incubadoras y con eso venden los pichones. Eso es una cosa que estamos tratando de incidir, pero se nos sale de control”.
— Yeimy Cedeño, administradora del Refugio Nacional de Vida Silvestre Ostional.

Reporte el tráfico ilegal de vida silvestre
“Todos somos responsables en proteger a nuestra fauna”, coinciden los expertos. Por ello, si usted presencia un caso de tenencia ilegal o conoce de quienes trasieguen animales silvestres, puede denunciarlo en la página web de Sitada, la plataforma oficial del Sinac, o llamar a la línea 1192. También están disponibles los canales del OIJ (2295-3000), del Senasa (2587-1600) y la línea de emergencias 911.
Las buenas prácticas empiezan con gestos sencillos: no extraer conchas de la arena, evitar alimentar a los animales silvestres, y comprender que las especies que nacen en el bosque deben permanecer en él. Para acompañarnos, tenemos a los perros, los gatos, los conejos.
En la medida en que no exista demanda, el mercado ilegal se debilitará. Entonces, la riqueza natural de Costa Rica podrá seguir viva en los árboles, en los ríos, en las montañas.
