Los 21 años de historia del Frente Amplio (FA) han estado marcados por una colección de sorpresivos resultados, fuertes castigos del electorado y evolución a fuego lento, a golpe de martillo, como un herrero que moldea el metal ardiente para darle forma. La agrupación se fundó en octubre del 2004, y menos de 10 años después, en febrero del 2014, su candidato presidencial, José María Villalta, lideraba las encuestas.
El 16 de febrero del 2014, apenas dos semanas antes de las votaciones, el joven político de 36 años lideraba la intención de voto con 22,2% de los sufragios. A la postre, Villalta cayó de la cima, al obtener un 17.25% de los votos emitidos. Según el historiador David Díaz, el desplome respondió a una serie de ataques hacia el candidato para vincularlo (con algo de razón) con la izquierda antidemocrática.
“Villalta atrajo mucha atención, y eso hizo que empezaran a vincularlo con la Venezuela chavista, y es cierto que el Frente Amplio nació con vínculos con el chavismo venezolano y la Cuba de Fidel Castro. José Merino del Río tenía esos vínculos desde mucho antes de la década del 90”, explicó Díaz.
Pese a la derrota, la agrupación alcanzó nueve curules en la Asamblea Legislativa, la mayor cantidad de asientos de una agrupación izquierdista desde 1948. Conseguir una bancada tan grande fue un logro que, sin embargo, desembocó en la decepción de los votantes. La fracción quedó debiendo, y mucho. “Llegó gente que no estaba preparada para ser diputada”, recordó David Díaz.
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El ala radical del FA
Algunas de estas figuras causaron revuelo por sus posiciones ideológicas y discursos que atizaron el fuego en un país donde la izquierda nunca ha sido la primera fuerza política. Por ejemplo, en el período constitucional legislativo 2014-2018, una de las representantes del FA más criticadas fue Ligia Fallas, sindicalista que defendía al régimen venezolano y fiel creyente de la economía solidaria, entre otras causas, como el feminismo, el ecologismo y la despenalización del aborto.
Fallas es recordada por asistir —junto a otros diputados del FA de esa misma legislatura— a celebraciones del régimen sandinista en Nicaragua, y porque en 2017 invitó a cuatros diputados venezolanos para participar en un encuentro en Costa Rica. Según Fallas, el de Maduro era un gobierno constitucional, para el cual pedía respetar “la autodeterminación del pueblo venezolano”.
Asimismo, en plena masificación de las redes sociales, recibió incontables burlas hasta por su atuendo “chancletudo”, ya que asistió con sandalias a su primer día como legisladora, el 1.° de mayo del 2014.
Cuando se le preguntaba sobre su tendencia en la izquierda, respondía: “Yo soy socialista-socialista, no me ando con medias tintas ni soy tibia”. En Costa Rica, tales posturas no han topado con buen ambiente.
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Por otra parte, impactó la credibilidad del FA la polémica del exsacerdote y exdiputado, Ronal Vargas, que renunció a su curul en febrero del 2015, en medio de un escándalo debido a que una asesora legislativa lo denunció por supuesto acoso sexual.
Apenas 10 días después de su dimisión, Vargas argumentó que José María Villalta lo había coaccionado para dejar el cargo. “Yo no quise renunciar, al menos no lo hice libremente. Él no me dejó alternativa, me cerró todas las puertas”, escribió el excongresista en sus redes sociales.
Sin embargo, el que quizás sea el acontecimiento más cuestionable del Frente Amplio ocurrió en julio del 2014, y dejó como saldo una fotografía que aún hoy es utilizada como propaganda para recordar el “FA que asusta”.

Cinco diputados del Frente Amplio, así como el secretario general de la agrupación, viajaron a Managua, Nicaragua, para celebrar el 35.° aniversario de la Revolución sandinista. En la fotografía, posa la diputada y (aún hoy) presidenta del FA, Patricia Mora, junto a los también congresistas, Ligia Fallas, José Ramírez, Jorge Arguedas y Ronal Vargas, así como el secretario general Rodolfo Ulloa.
En esa ocasión, el jefe de la fracción izquierdista, Gerardo Vargas, argumentó que cada año, desde la fundación del FA, representantes del partido habían asistido a dichos actos de conmemoración. Fallas dijo no ver ningún problema en ir a celebrar una “gesta histórica”, mientras que Arguedas recordó que él mismo trabajó para la revolución sandinista en su juventud.
Actualmente, dentro del FA, las posiciones de Fallas y sus entonces compañeros tienen poco eco. No es que no existan del todo. La actual jefa de fracción, Rocío Alfaro, de 53 años, suele usar un pin —en su camisa o chaqueta— de la estrella roja con la hoz y el martillo, símbolo del comunismo y el socialismo.
El año pasado, para las elecciones en las que se reeligió de forma polémica Nicolás Maduro en Venezuela, Alfaro envió a su asesora y jefa de despacho, Vianey Mora, para asistir como observadora del proceso electoral invitada por el Consejo Electoral Venezolano, tomado por el régimen. Mora fue elegida en el segundo lugar de los candidatos a diputados por la provincia de San José para las próximas elecciones.
La incursión venezolana no terminó ahí. Alfaro fue la única diputada que votó en contra de la moción de condenar el régimen de Maduro. Luego de las elecciones, la diputada frenteamplista llamó a respetar el triunfo, pues afirmó que “no hay prueba alguna de fraude, solo narrativa de la oposición”, y defendió su posición por “el principio básico del derecho internacional de no injerencia”.
“No hay prueba alguna de fraude, solo narrativa de la oposición”
— Rocío Alfaro sobre elecciones de Venezuela

La “madurez” del FA
Salvo Rocío Alfaro, los otros miembros de la fracción en la Asamblea son más jóvenes —cinco de los actuales diputados tienen 34 años de edad en promedio—, y tienen características más cercanas a la “izquierda democrática” que se desarrolló en Costa Rica durante los años noventa.
Según explicó David Díaz, historiador y catedrático de la Universidad de Costa Rica (UCR), en 1998 el Partido Fuerza Democrática dio los primeros pasos del renacimiento de una ideología socialdemócrata, como contrapeso de la deriva neoliberal del Partido Liberación Nacional (PLN).
Los miembros más jóvenes de la actual fracción legislativa muestran una mayor similitud con esa postura ideológica, con tendencias hacia la centro-izquierda. De hecho, a excepción de Alfaro, los otros cinco miembros de la bancada del FA sí han condenado la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela.
Patricia Mora, presidente y fundadora del FA, considera que la evolución del posicionamiento del partido obedece a la “madurez” de sus integrantes.
Luego de los altibajos del desempeño de los diputados entre 2014 y 2022, Mora dice orgullosa que la actual fracción legislativa “ha hecho un trabajo impecable”, porque “hicieron suya toda la agenda programática y principios fundantes del partido con total consecuencia: jamás se les ha señalado por alguna charlatanería o por vender su voto, y eso es la mayor señal de madurez”.

Autocrítica y un candidato moderado
Para intentar disipar este lastre venezolano (y nicaragüense), el Frente Amplio presenta un candidato presidencial “moderado” que se identifica “en el espectro político de la izquierda progresista“.
La figura de Ariel Robles —al igual que otros líderes jóvenes y aspirantes a cargos para las próximas elecciones— parece marcar una diferencia de posiciones y visibilidad con los anteriores representantes del FA.
Robles rechaza los autoritarismos “de cualquier ideología” y no titubea en condenar regímenes como el de Nicolás Maduro en Venezuela o el de Daniel Ortega en Nicaragua. El diputado dijo a RD en mayo que “la fracción de 2014 era una descoordinación total”.
“Si vamos a cambiar la política, tiene que pasar por la autocrítica. El Frente Amplio tuvo que entender que cometimos errores, que tenía razón la gente cuando se enojó, cuando dijo que esa fracción lo hizo mal y no votó por ellos. Hay que asumir todas esas críticas como válidas y cambiar”, declaró entonces.
El educador oriundo de Pérez Zeledón es un joven con aretes y tatuajes, hijo de una maestra y un camillero de hospital, y presenta una candidatura disruptiva: es el único candidato de los punteros en las encuestas que nació en la década de los noventas, esa en la que la “izquierda democrática” empezaba a crecer en Costa Rica.
“Tenía razón la gente cuando se enojó, cuando dijo que esa fracción lo hizo mal y no votó por ellos”
— Ariel Robles
No obstante, el FA no está exento de críticas. De hecho, el último análisis del Observatorio de Comunicación Digital (OCD) de la Universidad Latina de Costa Rica, mostró que, entre el 1.º de junio y el 31 de agosto, Ariel Robles fue el candidato presidencial que menos comentarios favorables obtuvo de la conversación en redes sociales.
En criterio del historiador David Díaz, las posibilidades de éxito electoral del FA pasan por convencer al electorado de que son una izquierda moderna, de que ya no son “la izquierda que asusta” con sus posiciones radicales. El pasado señala hacia la moderación, y la elección de Robles como candidato sigue ese señalamiento.
A su vez, el politólogo Sergio Araya considera que la “madurez completa” de un partido político pasa por definir una posición común en temas esenciales, como los regímenes antidemocráticos, sin importar su signo ideológico. Además, desde su punto de vista, en un régimen presidencialista, llegar al Poder Ejecutivo y gestionarlo con eficacia es “el acto de graduación final” de un partido.
Las crayolas y las papeletas el próximo 1.° de febrero serán las que digan si el socialismo democrático ya no asusta tanto, y si el maullido se impone al rugido.
