Está sonriente. Recién regresa de vacunarse contra la covid-19. En el hotel para el que trabaja le avisaron que podía ir a inocularse y no dudó en hacerlo.
Con ese alegre semblante Erick Morales Díaz saluda a través de la pantalla de una computadora. Está listo para la entrevista en la que hablará de su trabajo y también de su historia.
Erick Morales, vecino de la Reserva Nairi Awari (ubicada en el límite entre Cartago y Limón), camina tres horas diarias para llegar y regresar del trabajo, en un trayecto que solamente puede recorrerse a pie o a caballo. A mediados de agosto, cuando se realizó esta entrevista, él era de los pocos habitantes de su comunidad que se habían inmunizado contra la covid-19.
A sus hermanos, como llama a las otras 120 personas que habitan en la reserva “aún no habían entrado a vacunarlos”, cuenta. Erick se vacunó para protegerse él, cuidar a su familia y también a los huéspedes y turistas con los que trabaja en el hotel Pacuare Lodge, en Turrialba.
Celebra que en su reserva no se han presentado contagios del nuevo coronavirus y que cada conocimiento que él obtiene para el cuidado de los suyos lo transmite en su dialecto. Dice que también hay informaciones que han llegado hasta su comunidad. “Entre todos nos cuidamos”, cuenta (en mayo la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) publicó, en su sitio web, que un equipo médico se había adentrado en la zona para vacunar a 24 personas indígenas de Brisas de Pacuarito).
El Ebais más cercano al hogar de Erick se ubica en el pueblo Linda Vista, en Siquirres, de Limón. Igualmente se deben caminar varias horas para llegar. Usualmente sus hermanos cabécar se cuidan con plantas medicinales.
Él sabe mucho de esos tratamientos, que ponen toda su confianza en la madre naturaleza. Parte de ese conocimiento es lo que comparte con turistas nacionales y extranjeros a quienes lleva a adentrarse en su cultura, en sus raíces.
Erick es un guía turístico que realiza visitas guiadas en la Reserva Nairi Awari y a la comunidad de Noklo. En las caminatas él muestra la belleza de las cataratas y el enorme simbolismo que contienen las réplicas de los ranchos cabécar. Asimismo, enseña sobre las bondades de las plantas y con cada recorrido educa e informa sobre el valor de su cultura.
La labor de Erick, quien aprendió español a los 12 años en la Escuela Mixta de Sepeque 2, en Talamanca, hizo que le eligieran para ser uno de los protagonistas de la serie audiovisual del Instituto Costarricense de Turismo (ICT), Héroes Turísticos. Él figuró en el tercer episodio de esta producción que “busca mostrar el lado humano del turismo nacional por medio de historias de personas destacadas que han hecho de esta industria su vida y, asimismo, mostrar la fuerza laboral en pie de lucha pese a la crisis más grande de su historia ocasionada por la pandemia de la Covid-19”.
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Sus raíces
Erick tuvo el primer encuentro con las personas que llama “blancas” en el 2013, justo cuando llegó a trabajar como peón al hotel del que ahora es colaborador. Esa primera vez ayudó a construir una casa cónica cabécar y, desde hace seis años, lidera las visitas guiadas hacia los lugares a los que él pertenece.
Con 13 años tuvo su primera visita a San José. El recuerdo de esa vez tiene la triste imagen de un león encerrado. A él lo llevaron a conocer el antiguo zoológico Simón Bolivar. Desde entonces su vida es la que conoce en una reserva en la que, rodeado de naturaleza, ve cómo sus hermanos indígenas viven del trueque, no tienen electricidad y obtienen el agua de las nacientes de la montaña.
Vive feliz. Como siempre. Creció con muchas carencias, porque junto a sus padres y hermanos vivían en una parte muy alta y alejada. Sobrevivían sembrando.
“No había plata. Nos criamos humildemente. Íbamos a chapear y recogíamos cacao. Hasta los 12 años fui a la escuela. Era un niño feliz. Dios me ha dado la vida y la relación con la naturaleza. El vínculo me encanta. Lo que quiero hacer o buscar lo encuentro en el bosque”, cuenta Erick, quien al igual que sus hermanos cabécar residen en casas cónicas techadas con hojas de suita, una palma que resiste el agua y se vuelve más resistente con el humo.
La conexión de Erick con el bosque y su facilidad para enseñar su cultura son hoy su sustento, uno que además lo hace vivir orgulloso.
“A nivel personal (el trabajo como guía) me ha encantado. He podido mostrar a turistas nacionales e internacionales que vivimos en una Costa Rica riquísima. Podemos hablar sobre nuestra cultura. En mi reserva no se han perdido las costumbres ni tradiciones. Cultivamos. Hacemos trueques con hermanos indígenas. Cambiamos carne, gallinas, huevos, cacao, maíz. Nos apoyamos. Con lo que me gano en el trabajo compro comida y si otros no tienen cambiamos malanga por sal o azúcar”, dice. Recalca que en su pueblo no falta el alimento, pero sí quizá dinero para salir en caso de que ocurra alguna emergencia.
“Mi trabajo honra mi cultura, puedo mostrársela a los huéspedes. Que vean que hay mucho que conocer de los indígenas. Lo más valioso es que tenemos viva la lengua”.
— Erick Morales, guía turístico
Erick es un costarricense enamorado de sus raíces. A él, además de parecerle importante, le fascina compartir todo lo relacionado con su clan.
“Me encanta que sepan que la cultura está viva. Que se den cuenta que los indígenas tienen su valor, que no estamos perdidos, que están vivos.
Lo que me inspira a hacer este trabajo es el beneficio de compartir información para ir aprendiendo. A cada lugar que llevo a los turistas les enseño lo que nos rodea. Lo que tomamos y las medicinas naturales. Les cuento historias”, afirma.
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Su historia
Erick llegó al mundo hace 34 años. La intención era que él, el primogénito de su familia, naciera en el bosque. Su madre, Luzmilda Morales Díaz, quería dar a luz ahí, pero tras complicaciones su esposo la trasladó hasta el hospital Tony Facio, en Limón. Tardaron cinco horas en llegar. Finalmente el niño nació sano y, aunque no lo hizo entre naturaleza, se siente completamente ligado a ella.
“Vengo de padre bribri y madre cabécar (este tipo de relaciones no son bien vistas y su papá fue alejado de su clan. El clan cabécar es gobernado matriarcalmente). Yo soy primerizo. Inicialmente mi mamá se quedó en la parte alta de Talamanca, en el bosque. Ella sola. Ella se fue porque estaba viendo que todo se complicaba. Mi papá iba a visitarla y se dio cuenta que necesitaba ir al hospital. La tradición es que los primeros hijos nacen en el bosque”, cuenta.
En esta práctica tan propia de su cultura es común que las mujeres realicen un ritual, tomen bebidas medicinales naturales y den a luz solas. “Es así, la mayor parte de los indígenas nacen en el bosque”, cuenta Erick, quien tan bien conoce la zona.
Él está casado con la indígena cabécar Evelyn Barquero. Ellos son padres de Aymar Rebeca Morales Barquero, de ocho años. La intención era que la niña naciera en el bosque, pero se presentaron contratiempos y él llevó a su esposa al hospital William Allen, de Turrialba. Ella estuvo cerca de morir. Afortunadamente madre e hija sobrevivieron.
Su esposa trabaja en su casa. Ella siembra maíz, malanga y otros productos. Ambos quieren que su niña sea profesional, que estudie, pero que nunca deje de lado su legado indígena.
“Quiero que aprenda la sobrevivencia, lo bonito de compartir con la sociedad y que mantenga su cultura y nuestras tradiciones”, dice.
Me encantó hacer el episodio (Héroes turísticos) y ver que se puede mostrar más la cultura. Me gusta”.
— Erick Morales, guía turístico
Erick camina muchas horas diarias para llegar a laborar. Además del recorrido hasta su trabajo también lo hace en cada tour. Es alegre. Agradece a Dios por la vida, la salud y por la oportunidad de conocer a tantas personas.
Camina y no se agota. Cada paso y cada una de sus palabras significa recordar que los pueblos indígenas no deben ser olvidados. Que están vivos, reitera.
“Si me permite, me gustaría informarle al país y al gobierno que siempre nos tomen en cuenta. Somos pertenecientes a Costa Rica. Que nos ayuden. Que se acuerden de nosotros. Pertenecemos a la sociedad. Tener cultura indígena es muy importante”, concluye Erick.