Hace 15 años, un gato negro le cambió la vida a Rebeca Zamora Fallas. Y no, nada tiene que ver con la superstición.
Zamora había estudiado Publicidad y trabajaba en aquel entonces en la Agencia DDB, en San Pedro de Montes de Oca. Tenía unas compañeras diseñadoras que empezaron a vender los productos que hacían como artesanas y, en una ocasión, las acompañó a comprar materiales. Vio unas lanas muy bonitas, recordó que sabía tejer y se hizo un par de bufandas.
Poco después, una chica le dijo que por qué no le vendía una bufanda así. Rebeca lo hizo y su curiosidad se disparó. ¿Podría vender más? ¿Qué más podría hacer si le daba rienda a la curiosidad?
“Esto me parecía muy chiva y comencé a explorar”, cuenta ahora la mujer de 39 años, que se caracteriza por su actitud positiva y una sonrisota muy genuina.
Y así, orgánicamente, de la experimentación con textiles surgió Gato Negro, una marca nacional de joyería textil contemporánea que se encuentra en tiendas y ferias de emprendimientos. Sus productos sorprenden con sus propuestas llenas de colorido, cuero reutilizado e interés por la identidad costarricense.
Gato Negro emergió en el 2008, mientras Rebeca seguía trabajando en publicidad. Dos años después, en la feria Diseño 10, espacio y plataforma del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo en la Antigua Aduana, lanzó su primera colección de collares y dejó su anterior profesión para apostar toda su energía y creatividad a este camino.
Ahora, Rebeca ofrece collares, pulseras, aretes, colgantes para anteojos, anillos, llaveros y pañuelos triangulares, entre otros. De hecho, con estos últimos, regresa a los orígenes de su emprendimiento, pero de una forma bastante diferente.
Colores, detalles, combinaciones que importan
En el trabajo de Zamora Fallas, el detalle y las combinaciones importan mucho.
Uno de sus collares más solicitados –una singular belleza– es Uchuva, que está formado por seis cuentas de cuero, las cuales se asemejan al fruto dentro de su característica cascarita natural, unidas por un cordón. Cada una de sus uchuvas utiliza el cuero, en que predominan los tonos pastel y los terracotas, proveniente de los sobrantes de la producción de otras marcas nacionales, entre ellas Cueropapel&tijera, de Sofía Protti. Economía circular, sin duda alguna.
El collar Caleidoscopio, nacido luego de la pandemia, rápidamente se ubicó como otro de los favoritos de sus seguidores. Son piecitas de cuero ensambladas en una tira de tela: una propuesta fresca, casual y muy combinable.
Cómo olvidar, por supuesto, su ya clásico collar de hojas, compuesto por 20 hojas en cuero unidas a una cadenita de metal. Es un follaje personal encantador.
Este es uno de los trabajos más emblemáticos de esta emprendedora, que comenzó a hacer en sus primeros años con Gato Negro, cuando una amiga le dio unos trozos de cuero sobrantes de su producción.
Después, en una feria de emprendedores dentro de la oferta del Festival Internacional de las Artes, conoció a la diseñadora Sofía Protti. Justo allí nació una colaboración entre las marcas, en la que Rebeca le compra retazos en cuero que no van a usar, y también una amistad muy llena de creatividad.
“A partir de entonces seguí con esa idea de seguir reutilizando”, cuenta. Sus creaciones dependen, entonces, de los colores y tipos de cueros que pueda encontrar; con eso, el cuero se vuelve una especie de papel que ella trabaja y moldea a su conveniencia.
Su fascinación por el cuero no está cercana a agotarse: “Le sigo encontrando posibilidades”.
En Nativa, Natura, Etnia y Origen, el cuero comparte protagonismo con la madera y los juegos de formas y texturas en los collares.
En los collares Guanacaste, por citar otro ejemplo, el protagonismo es del textil teñido de colores con apenas un detalle característico en cuero.
Cuando el material habla
Cuando se sumerge en su taller, ubicado dentro de la casa que tiene con su esposo en Heredia, ella explora las posibilidades de los materiales, disfruta, combina y prueba. “Dejo que el material hable… Siempre voy caminando sobre la esencia y el propósito de Gato Negro. Juego desde esa exploración hacia la identidad costarricense”, agrega.
A veces es solo cuero; en otras ocasiones es cuero y trozos de madera de cedro amargo que le comparten los emprendedores de Plinc –que hacen chorreadores de madera y promueven rescatar la tradición del café chorreado–; por momentos son también retazos textiles hechos de cáñamo o bambú, todos creados por medio de prácticas sostenibles. Ella construye y da forma, su gran placer.
Y siempre se reserva espacio para compartir sus Momentos Luz, breves mensajes, afirmaciones y reflexiones que comparte en redes sociales. Se trata de reflexiones que repite a sí misma y que envía a sus clientes como parte de los detalles con que arregla la entrega.
“Por aquí sí, por aquí no”. “Todo es amor”. “Pensar en grande”. “Yo no me rindo”. “Soy latinoamericana”. “Frenar para sanar”. Estas son algunas de las frases que estampa en pedacitos de cuero, los cuales sirven de inspiración, regalitos y hasta de llaveros. Son como el papelito de la suerte dentro de las galletas de la fortuna pero en cuero.
“Te recuerdan algo, te lo confirman, son casi que como un mantra”, confiesa.
Nueva vida que la llena
Sus creaciones y sus mensajes están llenos de colorido, luz y optimismo, porque Gato Negro es el camino que la hace feliz y le dio una nueva vida.
“A mí lo que me sucedió fue que ya no era feliz en el trabajo (en Publicidad) que tenía. No me sentía bien. Trabajaba demasiado. Trabajaba a veces seguido sin dormir. Ya estaba cansada de eso”, manifiesta la creadora.
Y agrega: “Como no tenía tiempo, no usaba mi salario para nada. Pude salir de la agencia sabiendo que tenía ahorros y dedicarme a esto. Lo peor que podía pasar es que volviera. Hasta la fecha no ha sucedido (ríe)”.
¿Está satisfecha? “Totalmente. No me imagino haciendo otra cosa”. La llena la creatividad, trabajar con sus manos, zambullirse por horas en el trance de la creación…
Su camino como emprendedora no ha estado exento de dificultades y problemas; sin embargo, es más la felicidad y el aprendizaje que ha cosechado. “Aprender es el mayor regalo que uno se puede dar en la vida”, considera la publicista que se reinventó.
Entre esas lecciones está ser muy flexible, maximizar lo que tiene, planificar mucho, desapegarse de ciertas cosas, trabajar en colaboración y compartir buenas noticias, miedos y riesgos, y, sobre todo, mostrarse tal cual es a sus clientes…
“Encontré lo que me llena la vida. Si no hiciera esto, me dedicaría a la tierra. Por eso en mi trabajo, constantemente, estoy volviendo hacia lo natural”, puntualiza esta diseñadora.
Su vida es expansiva y, por medio de este gato que le dio suerte, la comparte con otros. “No es de mala suerte. Este es un gato lindo. Cada quien encuentra su propia suerte y estilo”, concluye.
En palabras de Gato Negro
¿Cuáles collares son sus favoritos?
“Si pudiera, me los dejaría todos. El Guanacaste, con hilos de algodón con aro en cuero y detalles naturales, es uno de mis favoritos. También el Uchuva, el Trópica y el Caleidoscopio”.
¿Qué ha sido lo más difícil en este camino?
“Lo más difícil es derribar esos bloqueos o esas limitaciones que tiene una misma. Esas inseguridades. El miedo a los momentos en que se acaban las ideas. Pero, curiosamente, no pasa porque me gusta mucho crear. La parte más difícil es ganarle la carrera a la mente”.
¿Qué pasó en la pandemia?
“Fue un tiempo duro. Me abrió muchos los ojos. De varios sitios donde vendía mis trabajos pasé a solo uno. Me mantuve gracias a la página web y lo que vendía en redes sociales. A nivel creativo, en el 2020 logré enfocar mi creatividad; fue productivo en ese sentido”.
¿Por qué le gusta tanto llevar su marca a ferias de emprendedores y diseño?
“Me gusta saber qué piensa la gente que solo conozco en redes… Soy demasiado hablantina. En las ferias se comparte, se escucha, me cuentan historias. Vibro mucho con las ferias”.