
En el pasillo derecho del piso 14 de la Asamblea Legislativa se encuentra el despacho de Ariel Robles Barrantes. El espacio tiene su sello: dos cojines gigantes —tipo puff— negro y amarillo, los colores del Frente Amplio (FA), su partido político. Frente a ellos, sobre una mesa de vidrio redonda adherida al escritorio, hay juguetes de Star Wars, Pokemón, One Piece y Jenga.
“Yo no tengo memoria sin ser zurdo”, bromea Robles, quien cuenta que desde su primer día en la escuela tomó el lápiz con la mano izquierda. El generaleño de 34 años es diputado y candidato presidencial para las próximas elecciones por el FA, una agrupación de izquierda que se fundó hace 21 años, el 16 de octubre del 2014.
Hijo de una maestra y un camillero del hospital en Pérez Zeledón, un cantón al sureste de la provincia de San José, Robles se inclina por temas de educación y afirma que tiene sensibilidad ecologista. Integra la comisión de Ambiente en la Asamblea Legislativa y ha interpuesto denuncias y causas penales, como el de Portalón, en Quepos, o Gandoca-Manzanillo, en el Caribe sur.
“En el espectro político de la izquierda progresista, me siento bien ahí”, contesta, cuando se insiste con la pregunta de dónde se ubica en ese sector ideológico. Rechaza los autoritarismos “de cualquier ideología” y no titubea en condenar regímenes como el de Nicolás Maduro en Venezuela o el de Daniel Ortega en Nicaragua.
La figura de Ariel Robles —al igual que otros líderes jóvenes y aspirantes a cargos para las próximas elecciones— parece marcar una diferencia de posiciones y visibilidad con los anteriores representantes del Frente Amplio, una agrupación fundada por personalidades de varios matices de la izquierda, entre ellos, antiguos militantes comunistas.

El ala radical del FA
Algunas de estas figuras causaron revuelo por sus posiciones ideológicas y discursos que atizaron el fuego en un país donde la izquierda nunca ha sido la primera fuerza política. Por ejemplo, en el período constitucional legislativo 2014-2018, una de las representantes del FA más criticadas fue Ligia Fallas, sindicalista que defendía al régimen venezolano y fiel creyente de la economía solidaria, entre otras causas, como el feminismo, el ecologismo y la despenalización del aborto.
Fallas es recordada por asistir —junto a otros diputados del FA de esa misma legislatura— a celebraciones del régimen sandinista en Nicaragua, y porque en 2017 invitó a cuatros diputados venezolanos para participar en un encuentro en Costa Rica. Según Fallas, el de Maduro era un gobierno constitucional, para el cual pedía respetar “la autodeterminación del pueblo venezolano”.
Cuando se le preguntaba sobre su tendencia en la izquierda, respondía: “Yo soy socialista-socialista, no me ando con medias tintas ni soy tibia”. En Costa Rica, tales posturas no han topado con buen ambiente.
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En la actualidad, dentro del FA, las posiciones de Fallas tienen poco eco. No es que no exista del todo. La actual jefa de fracción, Rocío Alfaro, de 53 años, suele usar un pin —en su camisa o chaqueta— de la estrella roja con la hoz y el martillo, símbolo del comunismo y el socialismo.
El año pasado, para las elecciones en las que se reeligió de forma polémica Nicolás Maduro en Venezuela, Alfaro envió a su asesora y jefa de despacho, Vianey Mora, para asistir como observadora del proceso electoral invitada por el Consejo Electoral Venezolano, tomado por el régimen. Mora fue elegida en el segundo lugar de los candidatos a diputados por la provincia de San José para las próximas elecciones.
La incursión venezolana no terminó ahí. Alfaro fue la única diputada que votó en contra de la moción de condenar el régimen de Maduro. Luego de las elecciones, la diputada frenteamplista llamó a respetar el triunfo, pues afirmó que “no hay prueba alguna de fraude, solo narrativa de la oposición”, y defendió su posición por “el principio básico del derecho internacional de no injerencia”.
“No hay prueba alguna de fraude, solo narrativa de la oposición”
— Rocío Alfaro sobre elecciones de Venezuela

La “madurez” del FA
Salvo Rocío Alfaro, los otros miembros de la fracción en la Asamblea son más jóvenes —cinco de los actuales diputados tienen 34 años de edad en promedio—, y tienen características más cercanas a la “izquierda democrática” que se desarrolló en Costa Rica durante los años noventa.
Según explicó David Díaz, historiador y catedrático de la Universidad de Costa Rica (UCR), en 1998 el Partido Fuerza Democrática dio los primeros pasos del renacimiento de una ideología socialdemócrata, como contrapeso de la deriva neoliberal del Partido Liberación Nacional (PLN).
Los miembros más jóvenes de la actual fracción legislativa muestran una mayor similitud con esa postura ideológica, con tendencias hacia la centro-izquierda. De hecho, a excepción de Alfaro, los otros cinco miembros de la bancada del FA sí han condenado la dictadura de Nicolás Maduro en Venezuela.
Patricia Mora, presidente y fundadora del FA, considera que la evolución del posicionamiento del partido obedece a la “madurez” de sus integrantes.
Luego de los altibajos del desempeño de los diputados entre 2014 y 2022, Mora dice orgullosa que la actual fracción legislativa “ha hecho un trabajo impecable”, porque “hicieron suya toda la agenda programática y principios fundantes del partido con total consecuencia: jamás se les ha señalado por alguna charlatanería o por vender su voto, y eso es la mayor señal de madurez”.
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No obstante, el FA no está exento de críticas. De hecho, el último análisis del Observatorio de Comunicación Digital (OCD) de la Universidad Latina de Costa Rica, mostró que, entre el 1.º de junio y el 31 de agosto, Ariel Robles fue el candidato presidencial que menos comentarios favorables obtuvo de la conversación en redes sociales.
Para algunos sectores de derecha, este partido simboliza el extremo del socialismo. Para algunos sectores de izquierda, el FA no es más que otro partido “progresista cultural o woke”, centrado en la Gran Área Metropolitana (GAM), que está desesperado por acceder al poder.
En este artículo de Revista Dominical (RD) se retrata el origen y cambio del Frente Amplio; así como sus aciertos, fallas, críticas, contradicciones y temas pendientes en sus dos décadas de vida política.
¿Cómo llegaron aquí?

Los 21 años de historia del Frente Amplio han estado marcados por una colección de sorpresivos resultados, fuertes castigos del electorado y evolución a fuego lento, a golpe de martillo, como un herrero que moldea el metal ardiente para darle forma. La agrupación se fundó en octubre del 2004, y menos de 10 años después, en febrero del 2014, su candidato presidencial, José María Villalta, lideraba las encuestas.
El 16 de febrero del 2014, apenas dos semanas antes de las votaciones, el joven político de 36 años lideraba la intención de voto con 22,2% de los sufragios, seguido por el liberacionista Johnny Araya y el libertario Otto Guevara, ambos ubicados dos puntos porcentuales más abajo. Quien finalmente resultaría ganador de las elecciones, Luis Guillermo Solís, del Partido Acción Ciudadana (PAC), tenía apenas 5,5%.

Villalta venía de ser el único diputado del Frente Amplio durante el periodo 2010-2014, así como José Merino del Río, histórico fundador del partido, fue el único congresista en la legislatura 2006-2010. La agrupación izquierdista se identificó desde sus primeros días por una fuerte labor de fiscalización, control político y crítica del poder económico.
A la postre, Villalta cayó de la cima, al obtener un 17.25% de los votos emitidos. Según el historiador David Díaz, el desplome respondió a una serie de ataques hacia el candidato para vincularlo (con algo de razón) con la izquierda antidemocrática.
“Villalta atrajo mucha atención, y eso hizo que empezaran a vincularlo con la Venezuela chavista, y es cierto que el Frente Amplio nació con vínculos con el chavismo venezolano y la Cuba de Fidel Castro. José Merino del Río tenía esos vínculos desde mucho antes de la década del 90”, explicó Díaz.
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Pese a la derrota electoral de Villalta, la agrupación alcanzó un hito en la historia política moderna de Costa Rica: un partido izquierdista obtuvo nueve curules en la Asamblea Legislativa, la mayor cantidad de asientos de una agrupación de esta ideología desde 1948, época en la que la Constitución Política prohibió la existencia del Partido Comunista (fue así hasta 1976).
“El Frente Amplio nació con vínculos con el chavismo venezolano y la Cuba de Fidel Castro”
— David Díaz, historiador

El investigador David Díaz consideró que ni siquiera el Frente Amplio esperaba tener tan buen suceso en las elecciones.
“No sabían que iban a tener tanto éxito. Su programa político todavía incluía muchas referencias a experimentos del socialismo del siglo XXI. Fue un crecimiento que ni ellos mismos esperaban. El Frente Amplio hacía lo mismo que la izquierda de los años 80: aspirar a ganar una o dos diputaciones, pero no más allá de eso”, explicó.
Conseguir una bancada tan grande fue un logro que, sin embargo, desembocó en la decepción de los votantes. La fracción quedó debiendo, y mucho. “Llegó gente que no estaba preparada para ser diputada”, recordó David Díaz.
La mencionada Fallas fue una de las congresistas más polémicas en la fracción por su defensa de regímenes autoritarios. Asimismo, en plena masificación de las redes sociales, recibió incontables burlas hasta por su atuendo “chancletudo”, ya que asistió con sandalias a su primer día como legisladora, el 1.° de mayo del 2014.
Por otra parte, impactó la credibilidad del FA la polémica del exsacerdote y exdiputado, Ronal Vargas, que renunció a su curul en febrero del 2015, en medio de un escándalo debido a que una asesora legislativa lo denunció por supuesto acoso sexual.
Apenas 10 días después de su dimisión, Vargas argumentó que José María Villalta lo había coaccionado para dejar el cargo. “Yo no quise renunciar, al menos no lo hice libremente. Él no me dejó alternativa, me cerró todas las puertas”, escribió el excongresista en sus redes sociales.
Sin embargo, el que quizás sea el acontecimiento más cuestionable del Frente Amplio ocurrió en julio del 2014, y dejó como saldo una fotografía que aún hoy es utilizada como propaganda para recordar el “FA que asusta”.

Cinco diputados del Frente Amplio, así como el secretario general de la agrupación, viajaron a Managua, Nicaragua, para celebrar el 35.° aniversario de la Revolución sandinista. En la fotografía, posa la diputada y (aún hoy) presidenta del FA, Patricia Mora, junto a los también congresistas, Ligia Fallas, José Ramírez, Jorge Arguedas y Ronal Vargas, así como el secretario general Rodolfo Ulloa.
En esa ocasión, el jefe de la fracción izquierdista, Gerardo Vargas, argumentó que cada año, desde la fundación del FA, representantes del partido habían asistido a dichos actos de conmemoración. Fallas dijo no ver ningún problema en ir a celebrar una “gesta histórica”, mientras que Arguedas recordó que él mismo trabajó para la revolución sandinista en su juventud.
Autocrítica en el partido
Han pasado 11 años, y el Frente Amplio de la actualidad intenta distanciarse de la polémica fracción del 2014. El diputado y candidato presidencial, Ariel Robles, dijo a RD en mayo que “la fracción de 2014 era una descoordinación total”.
Robles rescató el trabajo de Edgardo Araya y Patricia Mora como congresistas, pero recordó que, producto de las divisiones internas, los votos del Frente Amplio contribuyeron a la elección del pastor evangélico Gonzalo Ramírez como presidente del Congreso en 2017. Él los calificó como “momentos trágicos y tristes”.
“Si vamos a cambiar la política, tiene que pasar por la autocrítica”, reconoció Robles, quien consideró que “las personas hicieron una lectura correcta” cuando, en las elecciones de 2018, castigaron el mal trabajo legislativo del Frente Amplio asignándole solamente una curul. Perdieron ocho bancas en el plenario.
“El Frente Amplio tuvo que entender que cometimos errores, que tenía razón la gente cuando se enojó, cuando dijo que esa fracción lo hizo mal y no votó por ellos. Hay que asumir todas esas críticas como válidas y cambiar”, agregó.
“Tenía razón la gente cuando se enojó, cuando dijo que esa fracción lo hizo mal y no votó por ellos”
— Ariel Robles

Patricia Mora, que integró la fracción de 2014 y viajó a Nicaragua en ese mismo año, reconoció a RD que la bancada “no realizó un trabajo afortunado”.
“Hubo problemas a lo interno. Nos dimos cuenta de que hubo una escogencia equivocada, de que no conocíamos lo suficiente a las personas que eligió el partido. Eso nos pasó factura y en 2018 volvimos a una fracción unipersonal, con José María Villalta”, recordó Mora.
En efecto, Villalta volvió al Congreso en 2018, pero igual que como lo hizo en 2010, solo. La agrupación esquivó —por muy poco— el peor de los castigos, ese que sí pagó el PAC en 2022: el destierro de Cuesta de Moras.
Nuevamente en una curul, el abogado se centró en sus labores de control político y fiscalización. Más de 180 mil ticos votaron por él cuando se postuló por segunda ocasión a la Presidencia de la República, en 2022.
Aunque perdió (quedó en 6° lugar), dejó como herencia una fracción de seis diputaciones, a la cual llegaron personas como Jonathan Acuña, Sofía Guillén, Antonio Ortega y Rocío Alfaro, quienes ya tenían experiencia como asesores legislativos. Robles, a su vez, fue regidor en Pérez Zeledón.
De diferencias irreconciliables a primera vicepresidencia
Las polémicas y contradicciones en el Frente Amplio están latentes. Basta con revisar la cuenta de X de Margarita Salas, actual candidata a la primera vicepresidencia por ese partido. El 21 de mayo de 2018, Salas, quien entonces pertenecía al partido político cantonal Vamos, publicó:
“Esta es una de las cosas que me separan irreconciliablemente del FA: cuando se trata de regímenes de izquierda siendo autoritarios, matizan, suavizan. Lo hacen con Venezuela y Nicaragua, una pena”.
— Margarita Salas en X
Siete años después, en su presentación como candidata a la primera vicepresidencia, con el Frente Amplio, para las próximas elecciones, Salas habló de mejorar la educación pública, fortalecer y transformar la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), detener los femicidios e impulsar políticas de empleos. “Costa Rica puede y con el Frente Amplio hay esperanza”.
RD consultó a Salas por qué había cambiado su opinión desde 2018. La política respondió: “Si bien en el Frente Amplio conviven diferentes tendencias, en estos años yo he visto un giro partidario hacia una postura de mayor contundencia y criticidad frente a los autoritarismos en nuestra región, es claro en la fracción parlamentaria y también en el candidato presidencial, Ariel Robles”.
“He visto un giro hacia una mayor contundencia y criticidad frente a los autoritarismos en nuestra región”
— Margarita Salas, candidata a la vicepresidencia FA

Lo anterior puede ser tomado como una muestra del cambio en el partido, y según Patricia Mora, es un síntoma de la madurez de la agrupación.
Para Jhon Vega, presidente del Partido de los Trabajadores (PT), ubicado más a la izquierda en el espectro ideológico, el Frente Amplio ha cedido a sus principios de defensa de la clase trabajadora con el único objetivo de acceder al poder. Para él, prueba de esto es que Patricia Mora fue ministra de la Condición de la Mujer en el gobierno de Carlos Alvarado, “uno de los que más ha atacado los derechos laborales”.
Vega también critica el apoyo del FA a gobiernos opresores, como los de Venezuela y Nicaragua, los cuales, en su criterio, operan como dictaduras capitalistas que favorecen a los grupos empresariales. “El PT desde el día uno apoyó y seguirá apoyando la resistencia contra la tiranía Ortega-Murillo, pero el Frente Amplio lleva en sus listas a diputados gente que sigue reivindicándolo”, reclamó.
“Las grandes transformaciones en este país se lograron por la organización de la clase trabajadora, la resistencia en las calles, y el FA ha renunciado a eso sistemáticamente. Son gente que no se ha curtido en las luchas, no tienen ninguna presión, más allá del discurso acomodado, se imponen los asesores legislativos, los caudillos del partido”, agregó el líder político.
Un partido que se debilita camino a las costas
Una de las debilidades evidentes del FA es el poco arrastre que tiene fuera de la GAM. Ninguno de los diputados actuales proviene de una provincia costera. Si se toman como referencia los resultados de las últimas elecciones, se evidencia que en las provincias de la GAM (San José, Alajuela, Cartago y Heredia) consiguieron el 9,33% de los votos en promedio, mientras que en Guanacaste, Puntarenas y Limón se aproximaron al 6,5%.
La convención interna del partido fue espejo de la baja incidencia del FA en otras provincias. En Guanacaste sólo consiguieron dos precandidatos a diputados (ninguna mujer); en Puntarenas tres, y en Limón tres (ninguna mujer).
Jonathan Acuña, secretario general del FA, reconoce esa debilidad. Por eso, él se ha fijado, como reto, fortalecer la organización en los territorios fuera de la GAM, en concreto, tener como mínimo tres miembros en cada uno de los distritos del país. Acuña lo explica de la siguiente manera: en la GAM hay mayor probabilidad de encontrar votos progresistas, y por otro lado, la débil presencia del partido en los territorios.
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La presidenta del FA, Patricia Mora, también reconoce esta tarea pendiente. “Nuestro mayor reto es conseguir hablarles a esos sectores fuera de la urbe, que son los más empobrecidos, los más desfavorecidos”, dice la líder izquierdista.
Mora cree que es necesario “hablar con la gente” y “tocar casa por casa” para escuchar y dejar el mensaje. “La ventaja de nosotros (FA) es que podemos darle la cara a la gente sin tener vergüenza”, dijo la exdiputada.
La fundadora del FA también reconoce que el partido debería tener mayor presencia en los sectores de trabajadores. “Yo creo que ha sido una falla nuestra, y no voy a decir que es por falta de recursos, no; esto no tiene excusa, nosotros tenemos que internarnos en cada finca de monocultivo, en cada pueblito de aborígenes, en cada caserío, en cada cuadra de cada barrio”, asegura Mora.
“Tenemos que internarnos en cada finca de monocultivo, en cada pueblito de aborígenes, en cada caserío, en cada cuadra de cada barrio”
— Patricia Mora, presidenta del FA

“Nos da igual si se complica el financiamiento: vamos a defender derechos”
Otro de los temas cruciales de cara a las próximas elecciones es el financiamiento. Por la beligerancia de la fracción en defender derechos laborales, como la oposición al proyecto de jornadas excepcionales 4:3, esto podría dificultar el acceso a préstamos y venta de bonos de deuda política.
Sin embargo, el secretario general del partido, Jonathan Acuña, dijo que el FA no tiene ni quiere financistas privados, y, por lo tanto, requieren de créditos bancarios.
Acuña consideró que los bancos que les prestan a los partidos “les da igual (la ideología), porque lo que quieren es ganar plata con los intereses”. De acuerdo a su experiencia, cree que lo importante para las instituciones financieras es la posición de los candidatos en las encuestas.
“Si se nos dificulta el financiamiento será una consecuencia de algo que seguiremos defendiendo con convicción”, señaló el legislador. “Nos da igual si eso nos va a complicar el acceso a financiamiento: vamos a defender los derechos de la gente trabajadora”, agregó.
Si un banquero se sentara a decirles que les prestaría dinero por un cambio de postura del partido, Acuña afirmó que “le vamos a decir que le vaya muy bien”.
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“Miau”
El pasado 12 de agosto, mientras se discutía en Plenario la vía rápida del proyecto de jornadas 4-3 —al que se ha opuesto el FA—, la diputada oficialista Ada Acuña les llamó “la pandilla de Don Gato” en tono despectivo. Ariel Robles pidió la palabra al presidente legislativo, Rodrigo Arias, y en el momento en que se abrió el micrófono para responder al señalamiento, su declaración fue escueta: “Miau”.
El gesto, que fue espontáneo y se salió del típico protocolo, pronto se viralizó en redes sociales y se volvió el centro de su campaña presidencial. Ahora, en la mesa de su despacho, están colocadas dos máscaras de gato estilo antifaz. Dice que se las regalaron. “Ahora me regalan todo de gatos”, dice Robles. Eso sí, para muchas personas, se leyó como muestra de inmadurez.
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La oficina de Robles está llena de obsequios que le han dado en los más de tres años como diputado: pinturas que él ha hecho —o intentado hacer—, otros de su novia o su hermano; libros de economía, un farol que le dio su suegra y un cuadro tallado en madera del Che Guevara que, dice, un señor les regala a todos los diputados del FA, desde José Merino, como parte de una tradición.
Cuando se le visitó en su despacho utilizaba unos calcetines de One Piece, un animé que tiene 1.102 capítulos (el pasado 25 de abril, Robles publicó en Instagram que había visto 1.086 de ellos). Dice que el libro que más lo ha marcado es El Principito, por el cual se tatuó en el brazo izquierdo la frase: “Lo esencial es invisible a los ojos”.

En la conversación, en cambio, se centra en cómo seguiría la brújula del Estado de la Educación para superar la crisis educativa, entre ellas garantizar el 8% del PIB para el financiamiento. “Dejar de ver la educación como un gasto, sino una inversión”, dice Robles, desde su despacho, al que llegó “producto de la movilidad social que permitía la educación pública de antes”, dice.
El diputado no tiene dudas de que su formación es lo que ha permitido que un joven de 34 años –con aretes y tatuajes–, hijo de una maestra y un camillero de hospital, pueda aspirar a la presidencia por un partido de izquierda. Su candidatura parece disruptiva; es el único candidato de los punteros en las encuestas que nació en la década de los noventas, esa en la que la “izquierda democrática” empezaba a crecer.
En criterio del historiador David Díaz, las posibilidades de éxito electoral del FA pasan por convencer al electorado de que son una izquierda moderna, de que ya no son “la izquierda que asusta” con sus posiciones radicales. El pasado señala hacia la moderación, y la elección de Robles como candidato sigue ese señalamiento.
A su vez, el politólogo Sergio Araya considera que la “madurez completa” de un partido político pasa por definir una posición común en temas esenciales, como los regímenes antidemocráticos, sin importar su signo ideológico. Además, desde su punto de vista, en un régimen presidencialista, llegar al Poder Ejecutivo y gestionarlo con eficacia es “el acto de graduación final” de un partido.
El Frente Amplio aún tiene ese desafío en su lista de pendientes, y su apuesta para 2026 es un educador oriundo de Pérez Zeledón. Las crayolas y las papeletas el próximo 1.° de febrero serán las que digan si el socialismo democrático ya no asusta tanto, y si el maullido se impone al rugido.
