En las últimas semanas, un estudio de DataPulse Research y Skoove reavivó el debate sobre por qué los ticos no escuchan ticos, ya que ningún artista local apareció en la lista Top 200 de Costa Rica en Spotify por más de un año.
Y claro, si de repente todos los ticos incluyéramos aunque sea una canción a nuestra playlist diaria, podría cambiar el escenario. Pero el problema no puede reducirse a la individualidad; para un verdadero cambio se necesita política estatal, y en esa materia Costa Rica se queda rezagada comparada con la región.
En otros países, como Brasil y Panamá, las políticas públicas establecen que las emisoras deben dedicar al menos el 60% de la programación a su música nacional. Caso similar ocurre en Colombia, Uruguay, Argentina, Ecuador, Chile… que desde hace 20 años definieron tales prácticas.
Otros gobiernos, como los de Alemania, España, Francia, Estados Unidos, también implementan un subsidio estatal para la producción y difusión de música local. Y aunque en Costa Rica hay becas y proyectos por separado, no existe una política consolidada.
Se podría empezar con acuerdos entre el sector privado y estatal, así como incorporar la apreciación musical en los programas de estudio desde primaria, por ejemplo, para que los niños se acostumbren a escuchar géneros variados que no solo sean folclóricos (nada malo con Caballito Nicoyano, pero se vale soñar con que esta y muchas otras más suenen todo el año, y no solo en fechas patrias).
Mientras tanto, la Asociación de Compositores y Autores Musicales de Costa Rica (ACAM) distribuyó un monto mayor a autores extranjeros respecto a nacionales en plataformas digitales, debido a que hay mayores ejecuciones y usos de obra extranjera en territorio costarricense. En el último año, de octubre de 2024 a octubre de 2025, ACAM distribuyó ¢20,9 millones a músicos locales y ¢1.748 millones a los internacionales.
Para el mes de octubre, según el monitoreo de BMAT (que indexa la música reproducida en televisores, radios, locales y medios digitales), una canción tica aparece hasta el puesto 33 de 100; el resto son mexicanas, colombianas, venezolanas, puertorriqueñas, estadounidenses...
Lo positivo es que la producción tica va creciendo (y mucho). Según Edín Solís, músico de Éditus y presidente de ACAM, en 2024 recibieron más de 1.000 producciones inscritas para las premiaciones. Lo que sigue es escucharla. Y si se puede: en 2015, toda la programación de Radio Nacional fue música local.
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“(La falta de política pública) indefectiblemente afecta el tipo de consumo que se hace en plataformas porque es un asunto de costumbres. Aquí tenemos el gran problema de que nos agarró tantísimo para esto”.
— Alberto Züñiga, periodista, productor y crítico musical.

¿Cómo fortalecer la producción de música tica?
Para los músicos que quieran proyectar su trabajo, además de revisar fondos concursables, festivales y proyectos de circulación de artistas, Solís recomienda definir “cuán distinguible es nuestro trabajo, si la música que estamos haciendo habla de nuestra realidad o son modelos que podrían ser igualmente desarrollados en Corea, México, Argentina”.
Igual de importante es tejer redes, con otros artistas nacionales e internacionales, para enriquecer la propuesta y acercarse a más públicos. Así también se expanden los conocimientos técnicos y de marketing.
Quienes estamos del lado del público, podemos darnos el gusto de escuchar. Si no tiene idea por dónde empezar, ACAM tiene playlists en Spotify curadas para todos los gustos musicales. Para los más visuales, iniciativas como Conquista Sessions y Frecuencia Lavanda ponen conciertos en vivo de músicos ticos a la distancia de un click.
Entre tanto, en el plenario avanza un proyecto de ley, presentado por el frenteamplista Ariel Robles, que establece un mínimo de 10% de reproducción de música nacional en emisoras, con multa por incumplimiento, y con medidas fiscales compensatorias.
Ciertos empresarios defienden que establecer tales parámetros contraviene la libertad de prensa, algunos músicos imploran que la cifra debe ser mayor, otros aplauden que sea el primer paso para volver a escucharnos.
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