
El gobierno de Donald Trump los mandó a El Salvador sin comprobarles ningún delito, y el gobierno de Nayib Bukele se encargó de someterlos bajo la excusa de que eran “terroristas” que merecían ser maltratados, aunque su principal falta fue ser arrestados en Estados Unidos bajo condición migratoria irregular.
Durante marzo y abril del 2025, la administración de Trump envió a 252 migrantes venezolanos a la reconocida (y criticada) prisión de El Salvador, Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot). El presidente de Estados Unidos argumentó (sin aportar pruebas) que estos sudamericanos pertenecían al peligroso grupo criminal conocido como “Tren de Aragua”, vinculado al gobierno dictatorial de Nicolás Maduro en Venezuela.
Sin comprobarles la comisión de un delito y violentando sus derechos, decenas de venezolanos fueron expulsados con rumbo al Cecot. Ahí comenzó lo que, según expertos, puede ser calificado como tortura.
Aunque el gobierno de Trump nunca publicó la lista completa de los 252 migrantes encarcelados —ni detalló los delitos que se les imputaban—, el medio de comunicación estadounidense The New York Times consiguió una lista filtrada de nombres. En un exhaustivo reportaje publicado este 8 de noviembre, el Times mostró sus contundentes hallazgos tras hablar por aparte con 40 de los hombres que estuvieron presos.

“Ustedes son terroristas”
Las decenas de testimonios coinciden entre sí pese a no estar coordinados de ninguna forma: los funcionarios del Cecot salvadoreño habrían pateado y golpeado a los migrantes, les pusieron grilletes, les dispararon con balas de goma y les lanzaron gases lacrimógenos hasta que se desmayaron.
Asimismo, cita NYT, los reclusos fueron obligados a arrodillarse durante horas, y los agentes les metieron la cabeza en un tanque de agua hasta casi ahogarlos. El gobierno de Bukele no respondió a preguntas del Times.
Uno de los entrevistados indicó que lo obligaron a practicarle sexo oral a guardias encapuchados.
Ante estas vejaciones, cuando ya no pudieron soportar los maltratos, algunos migrantes se cortaron y escribieron mensajes de protesta en sábanas con su propia sangre.
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Edwin Meléndez, de 30 años, uno de los venezolanos entrevistado por el Times, afirmó que los trabajadores del Cecot les dijeron que “ustedes son terroristas” y, por lo tanto, “a los terroristas se les tiene que tratar así”.
Para comprobar al veracidad de los 40 testimonios recabados, el Times le pidió ayuda a un grupo de expertos forenses independientes, quienes usualmente ayudan a investigar denuncias de tortura.
Estos especialistas evaluaron la credibilidad de las declaraciones y confirmaron que los testimonios, junto con las fotografías de las presuntas lesiones que les infligieron, son completamente coherentes y creíbles, y proporcionan “pruebas convincentes” para apoyar las acusaciones de tortura.
Un punto fundamental destacado por los expertos forenses es la similitud de las declaraciones de los deportados venezolanos, pese a que fueron entrevistados cada uno por aparte. Todos describieron la misma cronología y métodos de abuso, y dieron abundantes detallas.
Para los especialistas, esto “a menudo indica la existencia de políticas y prácticas institucionales de tortura”.

Al respecto, la vocera de la Casa Blanca, Abigail Jackson, dijo al NYT que “el presidente Trump se compromete a cumplir sus promesas al pueblo estadounidense al expulsar a los peligrosos delincuentes y terroristas extranjeros ilegales que representan una amenaza para el público estadounidense”.
La portavoz aleccionó a los periodistas, señalando que debían centrarse en los niños norteamericanos que han sido “trágicamente asesinados por despiadados extranjeros ilegales”, aunque el gobierno de Trump no ha detallado que ninguno de los deportados sea responsable de un delito semejante.
Finalmente, los venezolanos fueron liberados en julio —muchos de ellos están de vuelta en Venezuela—, como parte de un acuerdo diplomático en el que el régimen de Nicolás Maduro liberó a 10 estadounidenses y residentes de Estados Unidos detenidos en Venezuela.
Tras pasar por este infierno, los sudamericanos sostienen que, contrario a lo dicho por Trump, ellos no trabajan ni para Maduro, ni para el Tren de Aragua; al contrario, llegaron a Estados Unidos huyendo de la dictadura que ha sumido a Venezuela en la pobreza y la cruenta represión estatal (ese autócrata también cuenta con sus propios centros de tortura, según la ONU).
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