En 2017, las maestras Alda Cañas y Victoria Coronado impartían un taller sobre lenguaje a docentes de una escuela pública de Limón. Durante las conversaciones, una de ellas preguntó cuántos cuentos les leían a los niños a diario. Los maestros se quedaron viendo, como queriendo encontrar una respuesta colectiva, y dijeron la verdad: no les leían cuentos.
–¿Cuántos libros tienen en el aula? –preguntaron las maestras.
–No tenemos –respondieron.
–¿Pero sí tienen biblioteca?
–No tenemos.
Hasta ese momento, las talleristas contaban con amplia experiencia en instituciones educativas privadas. De hecho, eran socias de Guiare, una empresa, en ese entonces, enfocada en el desarrollo de contenidos educativos por medio de capacitaciones a docentes del sector público en todo el país.
Por eso impartían el taller en Limón. Las respuestas de los docentes, sin embargo, hicieron que sintieran cómo se abría el piso bajo sus pies para mostrarles una realidad dolorosa que no tenían en mente hasta ese momento: casi no existen bibliotecas en los colegios públicos de Costa Rica. Según el informe Estado de la Educación (2021), solo el 16% de las escuelas tiene bibliotecas, la gran mayoría en la Gran Área Metropolitana.
“¿Cómo a los niños les va a gustar leer si no tienen libros?”, dice Cañas que se preguntaron. Era una pregunta simple y, por lo tanto, muy densa.
El caso de Limón no era extraño. Cañas lo comprobó en otra visita a una escuela de Tierras Morenas de Tilarán, en Guanacaste, donde su familia tiene una finca. En el lugar tampoco había libros. Sin saber cómo ni cuándo, ella le prometió al director donarle una biblioteca.
Recogió los libros como pudo: los pidió de regalo de cumpleaños, recibió donaciones de su familia y amigos, y solicitó descuentos en editoriales.
Unos meses después, en 2019, inauguró la biblioteca en la escuela Jaime Gutiérrez Braun, un espacio decorado con mobiliario de madera, alfombras, bancas, sillones y sillitas, con más de 500 libros. “Queremos que sea no solo un lugar donde van los niños a leer, sino un rincón agradable y seguro, donde los niños se sientan cómodos y disfruten de la lectura”, dijo Cañas.
Desde ese tiempo, Guiare se transformó en una asociación sin ánimo de lucro dedicada al impacto social en la educación. Hasta octubre de este año, han instalado 19 bibliotecas en la zona norte del país, especialmente en Upala. La última, en San Luis. En total, han donado unos 19.000 libros para beneficiar a alrededor de 1.700 estudiantes.

Bibliotecas para encontrar paz
Cañas dijo que las bibliotecas se han instalado en Upala, precisamente por ser una zona aislada, pobre, de escasos recursos, con bastante migración nicaragüense. “Nadie va a Upala ni nadie pasa por Upala”, dijo Cañas. “No es un lugar turístico ni de paso, es una región olvidada”, concluyó.
Donde pocos van con algo de valor, ellas llegan con libros. En los recovecos donde hay nada más alrededor, existe una biblioteca. Por eso están diseñadas para que sean un lugar acogedor. Para muchos niños, puede ser el único lugar seguro al que puedan ir, ya que vienen de hogares con muchos problemas. Entonces, nada mejor que un espacio repleto de libros para encontrar paz.
Anelena Carazo, directora ejecutiva de Guiare, dijo que una de las razones que la convenció aún más de colaborar con la asociación fue que los libros que son donados son de literatura y no académicos. “Son los libros que nos transportan, que nos hacen utilizar la imaginación, que les hacen gracia a los niños y que les ayudan más allá del entorno académico”, dijo Carazo.
Los requisitos para instalar las bibliotecas son los siguientes: que sea recomendada por la Dirección Regional de Educación Norte Norte (con la que Guiare ha trabajado desde hace varios años), que tenga un aula disponible, que tenga menos de 100 estudiantes y que la dirección se comprometa a supervisar para que los niños le saquen el mejor provecho.
“Queremos que los niños tengan acceso a los libros y amen la lectura”, dijo Cañas.
De nuevo, la lógica, lo simple: un niño que lee es un niño que piensa mejor, que se desarrolla mejor, que le va mejor en la escuela.
¿Entonces cómo los niños van a aprender a leer si no tienen acceso a libros? Es como aprender a nadar sin agua, dice Cañas.

