Hoy, 14 de abril del 2021, el mundo financiero volvió a recordar a uno de sus protagonistas más infames, cuando se confirmó la muerte, a los 82 años, de Bernard L. Madoff, el otrora magnate de las inversiones en Wall Street caído en desgracia en el 2008, cuando se reveló su responsabilidad en una de las estafas más masivas y devastadoras de la historia.
Su fallecimiento se dio la víspera en una prisión de Carolina del Norte, donde descontaba una condena de 150 años. En el 2020 el financista había pedido sin éxito a las autoridades que se le permitiera salir de la cárcel por razones humanitarias, pues padecía una enfermedad renal crónica y los doctores le daban pocos meses de vida. Su petición le fue negada y sus últimos días los vivió con cuidados paliativos y atención médica permanente.
En ocasión de su fallecimiento, volvemos a presentarles este artículo de la ‘Revista Dominical, cuya publicación original fue hace casi un año, el 25 de abril del 2020, bajo el título “Bernie Madoff, el mayor estafador de la historia en EE.UU. pide clemencia para morir fuera de la cárcel”.
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La vida del otrora respetado y admirado financista Bernard Madoff fue, durante al menos tres décadas, una oda a la opulencia y a la excentricidad más absoluta que pudo pagar con “sus” billones. Esto hasta que en el 2008, de cara a la crisis económica que asoló a Estados Unidos y parte del mundo, Madoff asombró al planeta cuando, acorralado por una bola de nieve insostenible, confesó que en realidad era el estafador de la mayor trama de fraude piramidal en la historia de Wall Street.
La cadena de sucesos que desencadenó Madoff desde su entorno más íntimo hasta réplicas en nada menos que 122 países del mundo, con unos 27.300 clientes afectados, ha sido recordada por estos días en vista de que recientemente el hoy prisionero de 81 años, sentenciado a 150 años de cárcel en el 2009, solicitó la “prisión compasiva" con el argumento de que sufre severos problemas de salud y quiere morir fuera de la cárcel en la que purga su condena, en Carolina del Sur.
Paralelamente, la plataforma de streaming HBO GO recién estrenó la premiada película biográfica The Wizard of Lies (El mago de las mentiras) que vio la luz en el 2018 en cines, y que protagonizaron un impecable Robert De Niro, como Bernie y la no menos talentosa Michelle Pfeiffer, en el papel de Ruth Madoff. Ruth fue la esposa del exfinancista durante 50 años y la madre de Mark y Andrew, los hijos de la pareja quienes, a la postre, pagaron con creces --de hecho, con sus vidas-- los pecados de su padre.
De acuerdo con distintos despachos noticiosos, entre ellos la AFP, a principios de marzo pasado el exfinancista, protagonista del mayor fraude bursátil de la historia, “solicitó una liberación compasiva porque padece enfermedad renal terminal”, escribió su abogado Brandon Sample en una carta al juez Denny Chin de la corte federal de Manhattan.
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“La Oficina de Prisiones concluyó en setiembre del 2019 que Madoff tiene menos de 18 meses de vida a raíz de la naturaleza terminal de su falla renal”, añadió el abogado.
Madoff está preso en una cárcel federal que también posee un hospital en Carolina del Norte, según la Oficina de Prisiones. En teoría, debería ser liberado en el 2139.
En una entrevista telefónica con el diario Washington Post, Madoff dijo que no podía recibir un transplante de riñón debido a su avanzada edad, y que está relegado a una silla de ruedas.
"Soy un enfermo terminal", dijo Madoff al diario. "No hay cura para el tipo de enfermedad que tengo. Así que sabes, he cumplido. He cumplido ya 11 años (de cárcel) y francamente, he sufrido a lo largo de ese tiempo".
De acuerdo con notas publicadas en su momento en La Nación, con base en información de agencias, el fraude bursátil del expresidente del índice Nasdaq, considerado el mayor de la historia, fue estimado en hasta 65.000 millones de dólares, si se cuenta el aporte y los intereses perdidos por sus clientes. Cifras más recatadas hablan de la bicoca de 50 mil millones de dólares. Se trata de una suma difícilmente cuantificable o imaginable para casi cualquier mortal.
Su estafa fue un fraude “piramidal” que empezó como una empresa legítima en los años 60 que poco a poco se fue agigantando hasta convertirse en un monstruo que parecía imbatible, en el que grandes financistas depositaban a ciegas sus fortunas.
La pompa de jabón estalló, se vino abajo en la crisis financiera del 2008, dejó a muchos inversores en la ruina y es llamado también “sistema de Ponzi”.
La exestrella de Wall Street, nacida en el seno de una familia modesta de Queens, nunca invirtió un centavo de las sumas que le confiaron sus clientes. Utilizaba el dinero de los nuevos inversores para pagar intereses o reembolsar a los más viejos, explica el diario español El País.
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El castillo de naipes se derrumbó cuando en plena crisis del 2008 muchos clientes pidieron recuperar el dinero.
El escándalo se decantó en cuestión de días. El 11 de diciembre del 2008, Bernard Madoff era detenido, acusado de estar al frente de uno de las mayores engaños de la historia. Su firma de inversión, que fundó en 1960, operaba bajo un sistema piramidal.
Madoff era considerado uno de los mejores inversores de Wall Street. En realidad, los beneficios que reportaba a sus clientes no salían de operaciones, sino de lo aportado por nuevos clientes. Con los ingresos de estos se pagaban los rendimientos de los antiguos.
Para garantizar que el sistema funcionara, un esquema Ponzi de libro, debían cumplirse dos condiciones. La primera, que se fueran sumando clientes ilimitadamente. Hasta la explosión de la burbuja inmobiliaria, no era demasiado complicado: el dinero fluía y la gente arriesgaba sus ahorros. Había clientes de sobra. La segunda condición era que no todos quisieran retirar sus fondos a la vez.
Antes del 2008, como el mercado iba bien, no había de qué preocuparse. La trama se fue ampliando hasta contar con clientes en todo el mundo, desde particulares a entidades financieras.
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Pero al estallar la Gran Recesión, la mayor crisis desde la Depresión de los años 30, todo cambió. Los inversores querían recuperar sus ahorros. Con un panorama de crisis, tampoco había gente nueva que quisiera invertir. Así, dejaron de cumplirse las dos reglas básicas que mantenían el sistema en pie.
El negocio empezó a colapsar, incapaz de pagar a los que reclamaban su dinero. Y todo salió a la luz. Madoff confesó a sus hijos que en realidad su firma era un fraude. Le habían pedido explicaciones porque algo no les cuadraba: mientras el sistema financiero sufría, su padre firmaba más de cien millones en bonos para los empleados de cara a la Navidad. En realidad, estaba repartiendo los pocos fondos que quedaban a la desesperada, antes de que menguaran todavía más, con unos inversores que querían sí o sí su dinero.
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Sus hijos no dudaron y lo entregaron. Acabó enjuiciado y encarcelado. Hoy sigue en prisión, con una condena de 150 años. “He dejado un legado de vergüenza a mi familia y a mis nietos. Es algo con lo que viviré el resto de mi vida. Lo siento”. Las palabras de Madoff durante el juicio no sirvieron para tapar la cara más triste y macabra de su estafa: los suicidios de los afectados, tal cual lo reseñó en su momento una nota del diario argentino La Nación.
Daños “colaterales”
“Después de más de diez años de encarcelamiento y con menos de 18 meses de vida, Madoff le pide humildemente a este tribunal un mínimo de compasión”, escribió su abogado Brandon Samples.
Desde que el gestor de fondos le confesó a su familia los fraudes financieros que había cometido desde 1992, no solo se derrumbó su imperio económico, sino que, tras sufrir la más indecible humillación pública durante dos años, su hijo mayor, Mark, se suicidó y solo dos años después, en el 2014, su hermano Andrew murió de cáncer tras una dura batalla. Muchos atribuyeron el linfoma del hijo menor del financista a toda la pena que le ocasionó el engaño de su padre, pues ambos muchachos murieron negando que tuvieran conocimiento de los descomunales delitos financieros de su padre.
La petición de clemencia por parte de Madoff ha vuelto las miradas sobre la historia que, vista de un tirón en el filme biográfico ya mencionado, no hace más que acrecentar el asombro por todo lo ocurrrido.
El diario español La Vanguardia incluso realiza un interesante ejercicio al cuestionarse si Bernie Madoff fue una buena persona que se fue enredando sin alevosía, en mucho acicateado por la ambición de sus adinerados clientes, o si en realidad de trató siempre de una mente perturbada y enloquecida por la ambición.
El medio aprovecha para explicar en palabras simples en qué consistió la trama piramidal que le perla la espalda de sudor a cualquiera, ya sea al leer los ribetes de la historia real o verlos reproducidos en documentales pasados o en la cinta en la que De Niro encarna a Bernie.
“Por la naturaleza de la estafa todo el dinero que se recaudaba iba a retribuir a personas que habían entrado antes. Si varios exigían sus ahorros a la vez, el sistema se desplomaba, ya que no había dinero para devolver inversiones a gran escala”, explica el medio.
Eso sí, la posibilidad de que algo así ocurriera era d bastante remota, de ahí que Madoff siguiera construyendo su imperio asido a un riesgo colosal, pero poco probable.
Sin embargo, fue exactamente lo que pasó aquel frío día de diciembre, que se considera como una de las más escandalosas heridas de la Gran Recesión del 2008.
Más de una década después, su figura sigue siendo un mar de contradicciones, según la versión que se escuche.
Siempre sorprendió la parsimonia con la que Madoff asumió todo el escándalo mundial y su proceso penal. De hecho, siempre defendió haber actuado prácticamente arrastrado por grandes inversores. Los afectados, del otro lado, lo ven como un monstruo sin escrúpulos. Algunos lo tachan de sociópata, de psicópata.
Estos últimos calificativos también los ha recibido cada vez que el caso vuelve a la palestra, pues a pesar de haber tenido a su haber un capital de 50 mil millones de dólares, poco después de haber ingresado a la cárcel para purgar su pena, aseguró que se sentía más tranquilo que nunca y que prefería, por mucho, su nueva vida que la que tuvo durante varias décadas.
En una celda de un centro de Carolina del Norte, totalmente alejado de sus espectaculares mansiones, ha dicho que se siente aliviado cada vez que recuerda los terrores que lo aquejaban de vez en cuando. En el fondo, ha declarado, llegó el punto en el que inconscientemente deseaba que todo se descubriera, independientemente de las consecuencias.
Por supuesto, ni en el peor escenario visualizó el escarnio público al que se vio sometida su familia, empezando por su esposa y sus dos hijos, quienes también fueron investigados y tenían procesos abiertos al momento de sus muertes.
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De los pocos arrebatos que se recuerdan y que han trascendido por boca de los guardianes de la prisión, está el que tuvo cuando supo que su hijo Mark se había colgado con la correa del perro, en una noche-madrugada que estaba al cuido de su hijo de dos años, quien fue hallado en su cuna, jugando inocentemente, mientras un pariente de Mark llegó a la vivienda alertado por Stephanie, la esposa del joven, quien estaba de paseo en Disney con el hijo mayor de la pareja y se alarmó porque su esposo no le había contestado las llamadas durante la noche.
Mark se quitó la vida exactamente dos años después de que su padre fue detenido por el FBI, ante cientos de cámaras y en una noticia que le dio la vuelta al mundo.
En una entrevista que le concedió a la revista Forbes, Madoff sostuvo que el tema del fraude se inició como algo temporal. Había tenido una mala racha en unas inversiones y utilizó el capital de nuevos clientes para tapar los agujeros y repartirlos como ganancias.
“Lo temporal se volvió estructural”, dijo en aquella ocasión, y fue así como durante casi dos décadas empezó a recibir millones, y luego miles de millones.
“Cayeron en sus redes bancos de primer nivel, fondos de pensiones, fortunas familiares. Fueron, según él, los propios gigantes financieros quienes lo empujaban a seguir con la estafa. El estafador era un buen hombre atrapado en un sistema corrupto...” analiza La Vanguardia.
“Su delito empezó como tantos otros. A partir de una serie de errores y fallos que cometió y que, con el tiempo, fueron aumentando. Podría decirse que esta situación fue una especie de pendiente resbaladiza en la que se va cayendo”, explicó en su momento Eugene Soltes, profesor de la Harvard Business School y quien es experto en comportamiento de criminales financieros como Madoff.
Dominó mortal
En aquellos años en los que se decantó la increíble estafa con miles de afectados en 122 países, parece un loco guion de una exagerada película.
El mismo Robert De Niro, quien estudió a fondo y durante meses al personaje de Bernie y hasta llegó a empatizar con él en algunos pasajes, vuelve a la realidad, según ha dicho, cuando leía las historias de adultos mayores que, de un día para otro, perdieron absolutamente todo lo que habían construido a lo largo de sus vidas.
Sobran los casos de quienes enfermaron severamente y posiblemente sus vidas se acortaron ante todo el sufrimiento y la angustia.
Pero el caso Madoff implicó mucho más que dinero para varias familias que perdieron a seres queridos, quienes se quitaron la vida, al igual que Mark Madoff, porque no resistieron el golpe, el impensable engaño del otrora encantador y brillante “Bernie”, como lo llamaban.
Casos concretos: Apenas 10 días después de que el mundo conociera la gigantesca estafa, Thierry de Villehuchet, un aristócrata francés de 65 años, un cerebro para los negocios y fundador de la financiera Access International (AIA), fue hallado desangrado en su lujosa oficina de Nueva York.
En un tris, había perdido unos 2.000 millones de dólares que le pertenecían a él y a sus clientes. Con la estafa de Madoff, se esfumó un 80% de su cantera.
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Hay casos que en medio del embrollo pasaron un poco inadvertidos. Lilliane Bettencourt, heredera del imperio L’Oréal y mujer más rica del mundo, había puesto parte de su fortuna –más de 3.000 millones de euros- en manos de Villehuchet. De rebote, acabó estafada por Madoff.
Uno de los casos más expuestos por sus furiosos y dolidos parientes fue el de William Foxton, veterano de guerra británico de 65 años que se quitó la vida en febrero del 2009, pues había invertido no solo su patrimonio de toda la vida, sino también los ahorros de su familia. Foxton detuvo su vehículo y se disparó en la sien, cerca de su vivienda, en Southampton.
Tenía tremendo palmarés, según lo narraría después su hijo a la cadena ABC. Foxton se había retirado en 1970 tras una laureada carrera militar y luego se convirtió en consultor para el sultanato de Omán y fue voluntario y portavoz para Naciones Unidas y otras ONG.
"Quiero que vea que ha muerto gente por lo que ha hecho”, dijo totalmente compungido el hijo del fallecido, quien pretendía presentarse en el juicio de Madoff y mostrarle las medallas de su padre, como un castigo moral.
No hay reseñas que indiquen si el hombre llevó a cabo su cometido. Lo que sí es un hecho fue que Bernard Madoff, al escuchar la severa reprimenda del juez y la condena de 150 años de cárcel sin derecho a libertad condicional, le pidió la palabra y se volteó hacia el público, integrado por víctimas o familiares de estas y les ofreció una disculpa corta pero firme, sin inflexiones en la voz. “Lo que hice no tiene perdón. Quiero disculparme con todos ustedes. Y quiero hacerlo, viéndolos a la cara”.
Sobra decir que todos los bienes de los Madoff fueron embargados y subastados. Incluso las colecciones de zapatos y hasta prendas de vestir de Ruth, su esposa, quien se mantuvo al lado de Bernie durante todo el proceso penal, y duró un par de años visitándolo en la cárcel.
Luego, un día, le comunicó a Bernie que no volvería nunca más. Fue el día en que su hijo Mark se quitó la vida.
Ruth cambió su número de teléfono para que Bernie dejara de llamarla y se fue a vivir junto a su hermana, en un suburbio de Connecticut, donde se entrevistó por horas con Michelle Pfeiffer, quien quiso conocer todo lo vivido por Ruth, de primera mano, con el fin de ejecutar su papel en la película lo más apegado posible.
De acuerdo con la prensa especializada, Pfeiffer logró un calco completo, físico y en personalidad, con la hoy exesposa de Bernie Madoff.
La viuda de Mark, hoy llamada Stephanie Mack (todos los miembros de la familia, las nueras y los nietos de Bernie, se quitaron el apellido) publicó en 2011 un libro titulado El fin de la normalidad, en el que narraba cómo cambió su vida y respaldaba la versión de su difunto esposo de que no tenía idea de la trama fraudulenta de su padre.
Tanto Ruth Madoff como sus dos hijos, que trabajaron en el firma financiera que llevaba el nombre de su padre desde que se graduaron de la universidad, siempre negaron haber tenido cualquier implicación o conocimiento de la estafa, que salió a la luz con el colapso financiero de Lehman Brothers.
La investigación penal nunca dio con evidencias que los relacionaran con el multimillonario fraude, pero la prensa y la ciudadanía nunca dejaron de juzgarlos.
Stephanie trabaja actualmente como estilista. "No quiero que Bernie Madoff y sus crímenes me definan. No quiero ser definida por el hecho de que mi esposo se suicidó”, dijo en una entrevista con el Times.
Todos los sobrevivientes de este bizarro e increíble episodio han tratado de seguir con sus vidas. Pero el fantasma de Bernie Madoff los perseguirá siempre, sobre todo cuando el otrora excéntrico exbillonario de Manhattan vuelve a ser noticia en los medios, como ocurre por estos días, cuando incluso ha pedido un indulto al presidente Donald Trump (viejo amigo, por cierto), en un intento por paliar el serio daño renal que padece y que, según sus médicos y abogado, le permitirán vivir, como máximo, 18 meses.