
“¡Vieras qué lindo es sembrar arroz! ¡Usted no tiene idea! Cuando la máquina va cortando, en 18 minutos tiene 50 quintales listos, y en un rato va el camión regándose para afuera”, recuerda don Luis Mora Castillo, “Licho”, con clarísima nostalgia en las inflexiones de su voz. Durante casi 20 años se dedicó a cultivar el grano básico de la dieta de los costarricenses, pero dejó de hacerlo en 2022, y no volverá.
Al menos, no mientras los precios del mercado le dejen pérdidas.
Don Licho tiene 73 años y es vecino de La Pajarera, en Ticabán de Pococí, una zona remota de la provincia de Limón donde no llega la señal de celular, y últimamente tampoco las buenas noticias, si es que las hay, para los arroceros.
Para encontrar la casa de don Licho, como hizo Revista Dominical, es preciso conducir un poco más de una hora desde Guápiles. En sencillo: la vivienda Mora Castillo está más cerca de la Barra del Colorado y la frontera con Nicaragua que de un supermercado donde se vendería su producto.
Su patio es como un cementerio de elefantes: hay enormes vehículos de maquinaria agrícola tirados, deteriorándose, herramientas que algunas vez sirvieron para llevar comida a la mesa de don Licho y su familia.
Grandes y pesadas máquinas para el cultivo de arroz permanecen abandonadas desde 2022, cuando don Licho paralizó la actividad económica a la que se dedicó durante dos décadas. La corrosión y las enredaderas se apoderan de estas herramientas de alto valor, que requerirán una millonaria inversión si algún intrépido —y quizás inconsciente— arrocero decide echarlas a andar de nuevo.
Los chapulines, las cosechadoras, las segadoras y las piladoras se ven tan deterioradas que parecieran llevar mucho tiempo tiradas, aunque están en ese lugar desde hace tres años.
Mientras tanto, don Licho vive de forma austera con los ingresos que le genera un pequeño cultivo de yuca junto a su casa, el alquiler de las pocas máquinas que siguen funcionando, y una pensión de ¢150 mil mensuales.
“¡Gracias a Dios no estoy enjaranado! Yo soy malo para las deudas, prefiero seguir comiendo salteado”, declaró Mora a RD, sentado sobre el chasis desnudo de un viejo carro destartalado en el patio de su casa.
Hace ocho años, don Licho llegó a sembrar 100 hectáreas de arroz, cuando en su negocio trabajaban sus hijos; desde entonces, el mercado cayó paulatinamente, afectado por el huracán Otto a finales de 2016, la tormenta tropical Nate en 2017, y la ola de la temida bacteria burkholderia glumae en 2021.
Sin embargo, el verdadero batacazo a la producción arrocera en Costa Rica se dio en 2022, cuando se implementó la “Ruta del Arroz”.
En esto coinciden tanto los datos de la Corporación Arrocera Nacional (Conarroz), como el testimonio de don Licho y otros productores, con los que Revista Dominical habló en una gira realizada el jueves 30 de junio junto a personeros de Conarroz.
“En 2022 sembrábamos unas 30 hectáreas, junto a un hijo, una hija y un yerno, ellos se pusieron a sembrar y yo les ayudaba con las máquinas. Pero resulta que era trabaje y trabaje, y a la hora de vender el arroz, no les quedaba plata. Ellos mismos se ahuevaron y se fueron a trabajar en otra cosa. Hoy no siembro nada. ¿Cómo, si pagan ¢15 mil o ¢16 mil por el saco, pero en 2022 pagaban ¢23 mil?”, lamentó don Luis.
Según Conarroz, en el periodo entre 2015 y 2016, poco antes del huracán Otto, el país cultivaba casi 50 mil hectáreas de arroz. Esta área bajó paulatinamente hasta ubicarse cerca de 35 mil hectáreas en 2022.
No obstante, tras la reducción del arancel del 35% para la importación de arroz —que pasó a ser de 3,5% para arroz en granza y 4% para arroz pilado—, el área cultivada cayó en pique hasta 14 mil hectáreas en 2025. Entre 1986 y 2022 el promedio de área sembrada fue de 51 mil hectáreas.
Adicionalmente, según datos del semanario Universidad, desde que se redujo el arancel la importación de arroz en granza aumentó 477%, mientras que decenas de agricultores abandonaron la actividad.
Andrea Mora, de 30 años, confirmó lo dicho por su padre, don Licho. Ella, junto con su hermano, intentó cultivar arroz varias veces entre 2021 y 2022, pero al igual que don Licho, topó con pared.
“Como siempre andaba ayudándole a mi papá, se me ocurrió la idea (de cultivar también) junto con mi hermano menor. Yo sé manejar la maquinaria, los chapulines. Pero encontré trabas, el pago fue muy lento y muy poco, entonces uno se decepciona. Apenas me alcanzó para pagar las cuentas. Intenté sembrar varias veces, pero ya no podía más. La última cosecha nos dejó como ¢500 mil para dividirlo entre los tres. Así no se puede”, explicó la joven.
“Era trabaje y trabaje, y a la hora de vender el arroz, no les quedaba plata. Ellos mismos se ahuevaron y se fueron a trabajar en otra cosa. Hoy no siembro nada"
— Luis Mora Castillo, arrocero guapileño
Cuando vio que el Poder Ejecutivo modificó el arancel, la joven desistió de sus deseos emprendedores. El realismo le puso bruscamente los pies en la tierra.
Drástica caída en mercado del arroz tico
Los números de Conarroz —un ente público no estatal creado por ley— son contundentes: el caso de don Licho y Andrea no es aislado, al contrario, en casi todo el país han disminuido tanto las hectáreas cultivadas como la cantidad de productores del grano básico.
Los datos más alarmantes se dieron en la región Chorotega, la de mayor producción arrocera del país, que pasó de tener 304 agricultores en el periodo 2021/2022, a 184 en 2024/2025 (caída del 39%). En este mismo periplo la cantidad de hectáreas cultivadas pasó de 19.180 a 8.152 (-57%).
También ocurrió en Pococí, cantón donde viven don Licho, Andrea y don Nelson Ramírez Mata, uno de los pocos productores que quedan en pie. Ese municipio pasó de tener 11 a 3 arroceros, y de cultivar 107 hectáreas a solo 46 hectáreas.
“Ahorita tengo nueve hectáreas, pero llevo casi 20 años en esto, y llegué a sembrar 25 hectáreas; ahora los números no cierran. Uno trabaja esperanzado en salir adelante, pero yo estoy produciendo porque Conarroz me ayudó a conseguir los insumos. Si no, estaría perdiendo”, declaró Ramírez.
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Don Nelson explicó que otro efecto de la disminución del mercado es que aumentó la dificultad para conseguir insumos como insecticidas o abonos. Como hay menos demanda, hay menos oferta, y los cultivos con plagas no pueden esperar una semana a que lleguen los productos a estas zonas remotas.
Al igual que en el caso anterior, el hijo de don Nelson, un joven de 21 años, empezó a trabajar con él cultivando arroz, pero al ver que los números no cerraban, decidió abandonar esa actividad.
“Toca tener paciencia. Uno siembra, pero no sabe si va a lograr colocar el arroz. La cosecha previa a la disminución del arancel fue en la última en la que yo pude hacer un abono a las deudas de producción, desde entonces, no he podido pagar una deuda”, se resignó don Nelson.
Mientras los productores la pasan mal y aquejan una drástica reducción en los precios que les paga el mercado, personeros del gobierno sostienen que la implementación de la “Ruta del Arroz” sirvió para bajar (o al menos estabilizar) los precios que pagan los ticos en el supermercado.
La diputada de gobierno Pilar Cisneros dijo anteriormente que la “Ruta del Arroz” funcionó para los consumidores, ya que en el resto del mundo el precio del grano subió hasta 30%, pero en Costa Rica aumentó menos del 10%.
Datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) indican que el arroz ha aumentado su precio. En los primeros 19 meses desde que se instauró la “Ruta del Arroz”, el costo aumentó casi 4%.
Conarroz sostiene que el kilo 80% grano entero pasó de costar ¢702 en julio del 2022, a ¢766 en febrero del 2025. Para setiembre de este año se ubicó en ¢732.
“La cosecha previa a la disminución del arancel fue en la última en la que yo pude hacer un abono a las deudas de producción, desde entonces, no he podido pagar una deuda”
— Nelson Ramírez, arrocero guapileño

Mainor Cruz, director ejecutivo de Conarroz, descartó que la “Ruta del Arroz” contuviera el aumento de los precios; al contrario, consideró que fue la depreciación del colón con respecto al dólar lo que contribuyó.
Además, indicó que el mercado internacional bajó de precio considerablemente durante los últimos meses, pero esto se debió a motivos ajenos a las políticas adoptadas por el gobierno de Costa Rica, y no se vio reflejado en los precios finales.
En resumen: Cruz afirma que la “Ruta del Arroz” no ha beneficiado en nada al consumidor final.
“Los comerciantes no han trasladado realmente al consumidor lo que debía aplicarse por esa reducción, ellos no están trasladando las disminuciones del precio internacional, y los márgenes de ganancia no están regulados”, sostiene Cruz.
Para la realización de este reportaje Revista Dominical intentó obtener la versión del ministro de Agricultura, Víctor Julio Carvajal, sin embargo, su despacho respondió que Carvajal está fuera del país hasta el lunes 10 de noviembre. RD pidió hablar con el viceministro o algún vocero técnico designado; no obstante, la respuesta fue que “este tema lo lleva directamente el ministro”.
¿Por qué no se pasan a otro negocio?
La pregunta de rigor que cualquiera se haría es: si el mercado del arroz es tan malo, ¿por qué siguen cultivando? ¿Por qué no buscan otro negocio? ¿Por qué no cultivan otro producto?
Según El Observador, la diputada y jefa de fracción oficialista, Pilar Cisneros, sugirió esto el pasado mes de setiembre. La congresista dijo que si los arroceros no son competitivos, deben buscar otro mercado.
“Cuando Costa Rica no es competitivo en algo hay que buscar otras alternativas. Mientras aquí producimos entre 3 y 5 toneladas por hectárea, Uruguay o Argentina producen entre 14 y 20 toneladas por hectárea. Nuestra productividad es muy pobre”, mencionó Cisneros.
Más adelante en este artículo hablaremos del rendimiento por hectárea (los datos de Cisneros no corresponden con los disponibles en sitios web oficiales de Uruguay y Argentina). Lo cierto es que la diputada sugirió sembrar otro producto: “Desde hace tiempo el gobierno viene proponiendo alternativas; recuerdo el cáñamo, por ejemplo”.
¿Es tan fácil que un arrocero, de un pronto a otro, deje de sembrar el grano y pase a cultivar cáñamo, caña de azúcar o piña?
Según don Nelson Ramírez, no es tan sencillo.
“Yo alquilo una finca por un plazo, es un compromiso. No puedo llegar mañana a cambiar o cancelar el contrato. Además, esto es una cadena, uno a veces saca fiado para pagar cuando vende la cosecha. Si yo me pongo a cambiar de actividad, ¿quién paga?
“¿Me paso a criar ganado? Yo no puedo ir hoy a la subasta a decirles que me presten una vaca, esperen unos meses a que crezca y la vendo preñada para venir a pagarles. Yo no puedo hacer eso”, dijo Ramírez.
Aun el cambio del giro de negocio requiere una fuerte inversión.
“Cuando Costa Rica no es competitivo en algo hay que buscar otras alternativas”
— Diputada de gobierno Pilar Cisneros
Con esto se conjugan otros factores. Por ejemplo, no es el mismo tipo de terreno en el que se siembra arroz, piña, palma, caña de azúcar o plátano.
El ciclo del arroz es mucho más rápido (entre cuatro y seis meses), por lo que se tarda mucho menos tiempo en ver el dinero. En el caso de la yuca, pueden tardar hasta un año, al igual que con el plátano o el maíz; mientras tanto, ¿qué hacen?
Asimismo, hay un factor de especialización: muchos arroceros llevan décadas cultivando el grano, incluso como tradición familiar; su experiencia está en los suelos húmedos y fangosos del arroz, por lo que, ¿cómo podrían cambiar de pronto a cultivar una hortaliza o una planta ornamental?
“Este ha sido mi sustento durante más de 15 años de producir, no tengo otras inversiones. ¿Cómo hago para cambiar a otra agricultura si no puedo acceder ni a Banca de Desarrollo? Los suelos no son aptos, solo para arroz, habría que invertir para secar los suelos”, explicó Ramírez.
¿El mercado arrocero tico es deficitario?
Cuando la discusión por la Ruta del Arroz se trasladó al congreso, la diputada Cisneros hacía su observación de que el arrocero tico rendía entre 3 y 5 toneladas por hectárea, mientras que Uruguay o Argentina lograban entre 14 y 20, recogía El Observador.
Sin embargo, datos publicados en la página web del Ministerio de Economía de Argentina reflejan que la producción durante el periodo 2023/2024 fue de 6,5 toneladas por hectárea.
Aunque esta cifra sí supera la producción costarricense, de aproximadamente 4,9 toneladas por hectáreas según Conarroz, se aleja mucho del dato proporcionado por Cisneros.
Asimismo, según el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca de Uruguay, la producción de la industria arrocera charrúa ha promediado 8,6 toneladas por hectárea durante la última década, con máximos de 9,4 ton/ha en 2021. Nuevamente, el dato supera la producción tica, pero se aleja de lo dicho por la congresista.
La Corporación Arrocera Nacional defiende que Costa Rica sí es un país eficiente, ya que con 4,9 toneladas por hectárea supera a India, el mayor productor y exportador de arroz en todo el mundo, que promedia 4,3 ton/ha.
Costa Rica también supera al segundo mayor exportador, Tailandia, que promedia 2,9 ton/ha.
Lo cierto es que otros países producen mucho más arroz que Costa Rica por hectáreas, entre ellos, Uruguay.
Esto podría deberse a múltiples factores, uno de los más importantes, el climático. Costa Rica está en el trópico y, por tanto, tiene menos horas de luz de día que Sudamérica, aspecto fundamental para favorecer el crecimiento de las plantas.
El clima también afecta la temperatura promedio, tanto de día como de noche, lo que favorece la proliferación de algunas plagas que en Sudamérica aparecen con menos frecuencia.
Adicionalmente, en Costa Rica el 80% de los productores son micro, pequeños o medianos, por lo que sus granjas tienen dinámicas diferentes a las grandes empresas (menos automatización, menos tecnología, menos acceso a semillas resistentes).
Aunque el rendimiento por hectárea es fluctuante, en el periodo 2024/2025 Costa Rica alcanzó su pico en eficiencia desde 1986. Con 4,9 ton/ha, superó las 4,8 ton/ha que se cultivaron en 1996, y es 44% superior a las 3,4 ton/ha que se recogieron en 2012.
A algunos les va bien… por ahora
Pese a lo dicho hasta ahora, no todos los arroceros han reducido o clausurado sus cultivos. El caso de Cristopher Gómez es diferente, ya que su plantación, certificada por su alta calidad, mantiene el negocio a flote.
Gómez fue peón de plantaciones arroceras y, hace ocho años, decidió emprender su propio negocio. En su caso se trata de una actividad secundaria, ya que tiene otro trabajo principal. Cultiva apenas seis hectáreas.
Podría sembrar más —llegó a cultivar 15 hectáreas—, pero teme que una sequía le provoque grandes pérdidas.
El arrocero de 38 años de edad mantiene su negocio gracias a la implementación del sistema de cultivo instaurado por el Fondo Latinoamericano de Arroz para Riego (FLAR), con la colaboración de Conarroz.
Mediante este sistema, Gómez ha logrado un negocio más rentable y con arroz de mejor calidad, aunque cuestiones climáticas afectaron negativamente su rendimiento por hectárea.
La buena calidad de su producción, con bajo uso de agroquímicos, así como su clasificación como microproductor, le ha permitido vender sus arroz al Programa de Abastecimiento Institucional (PAI) del Consejo Nacional de Producción (CNP). Este programa es el que abastece instituciones públicas como cárceles y centros educativos.
Sin embargo, nada le garantiza que el CNP siga comprándole su arroz en el futuro. Además, son compras de baja cuantía en comparación con el tamaño del mercado nacional. De cualquier modo, el sector agro del país presenta tendencias alarmantes en múltiples cultivos.
Lo cierto es que, por el momento, algunos productores mantienen la cabeza fuera del agua, aunque el cultivo cae en picada con un destino directo a la extinción. En el periodo 2023-2024, el 85% del arroz consumido en el país fue importado, mientras que el 15% fue producido en suelo patrio.
El productor nacional sufre y, por las vísperas, se aboca a su drástica reducción. ¿Es correcto prescindir de la producción nacional y privilegiar la importación del grano más importante en la mesa de los ticos? ¿Es la decisión técnica o política? O, como sabemos, toda decisión técnica es también política. La otra pregunta es quién lo decidirá.
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