En Costa Rica, la sabiduría popular repite incansable: no hay escándalo que dure tres días. Y cuando Ana Lorena María Auxiliadora Brenes Esquivel, mujer de 54 años, abogada, seguidora del Club Sport Herediano, esposa y madre de dos hijos, escucha o debe mencionar esta popular cantaleta no puede evitar añadir con humor y algo de resignación: "Sí, salvo los míos".
Desde que enero comenzó a subir su empinada cuesta, este 2015 se empeñó en darle la razón a la Procuradora General de la República –nombrada en el 2004 y ratificada para el puesto en el 2010–.
El martes 6, con los propósitos de principio de año aun frescos, una tormenta política de enormes proporciones se gestó en una reunión en apariencia cordial que tuvo con Daniel Soley, viceministro de Presidencia, la cual comenzó en la Procuraduría, con café de mala calidad y repostería sin gracia, y terminó en la Giacomín, en Los Yoses, con las acostumbradas delicias de esa cafetería.
Los pormenores, dimes y diretes y contradicciones surgidos de tal encuentro se trajeron abajo a un viceministro y dos embajadores; también dieron pie a largas comparecencias y discusiones en la Asamblea Legislativa, y concentraron la atención de los medios por meses.
Las alarmas se encendieron cuando, con el título "Presidencia ofrece opción de embajada a Procuradora incómoda", una información de Álvaro Murillo en La Nación, el martes 13, sacó a la luz el intríngulis de conversación, en la que además del polémico ofrecimiento como salida para la gestión de Brenes se detalla que el Gobierno consultó acerca del nombramiento del procurador de la Ética, ya que había diferencias sobre cómo realizarlo.
En los días y semanas siguientes, el presidente Luis Guillermo Solís se desmarca de Soley, aunque reconoce tirantes relaciones con la Procuraduría; el ministro de la Presidencia, Melvin Jiménez, califica todo como una telenovela, los diputadas llaman a todos a dar explicaciones, la abogada deja su silencio y defiende su verdad y el exviceministro lo niega todo y pide que lleven el caso a la Fiscalía.
Pasado el vendaval, esta ecuánime funcionaria, quien ha hecho carrera en la Procuraduría desde 1983 y está orgullosa de no levantar la voz nunca como jefa, es consistente con sus declaraciones y no duda en afirmar: "Nunca tuve la menor duda de si yo había malinterpretado o no lo que se estaba exponiendo; no, nunca la tuve". Curiosamente, ella nunca hubiese pensado en una embajada porque es poco diplomática.
Aunque está acostumbrada a los temas escabrosos y a que la posiciones de la Procuraduría General den mucho de qué hablar, admite que fue un duro trance para su familia y para ella, sobre todo porque su estilo es "poco mediático".
"Sí es un momento duro en la vida de uno y, además, saber que todo el país va a tener que decidir si uno dice la verdad o no. Realmente, es el nombre de uno... Se está jugando el todo por el todo", asegura la hija de Gonzalo Brenes, quien fue juez de carrera y hasta presidente del Tribunal Supremo de Elecciones, y de Flory Esquivel, quien le puso su tercer y cuarto nombres por su cariño al colegio herediano que honra a esa virgen.
Niña decidida. Es fácil intuir cómo se enamoró del Derecho; su decisión vocacional la tomó cuando estaba en la escuela y, hoy por hoy, está convencida y feliz porque la niña de sexto grado no se equivocó. ¿Nunca lo dudó? Sí, tres meses en la Universidad de Costa Rica, pero los primeros cursos se encargaron de borrar cualquier rastro de incertidumbre. Su progenitor nunca la presionó para que le siguiera sus pasos, aunque ella en la U se esforzaba especialmente porque evitaba "dejar en mal" a su papá con sus amigos y colegas. Curiosamente, muchos de sus profesores no se enteraron de quién era su padre.
El Derecho no conquistó a la siguiente generación en su hogar. Sus dos hijos Alejandro y Alberto, quienes tienen 27 y 29 años, optaron por la Tecnología y la Administración, y Brenes lo agradece: "A cualquier otro, yo se la recomendaría; a mí me sigue pareciendo apasionante pero, por el hecho de que sean hijos míos, me parecía muy complicado que estudiaran Derecho y, sobre todo, que trabajaran en la Administración para que no dijeran que uno había influenciado".
Cuando doña Ana Lorena habla de sus hijos deja el gesto serio con que aborda casi los temas, sonríe más a menudo y se relaja. Conforme fue creciendo profesionalmente en la Procuraduría, se casó con el juez Christian Hess, fue llegando la familia y, clara como es, estableció su prioridad: su descendencia. "Como mujer se pueden buscar las dos cosas: la vida familiar y la profesional; no son excluyentes. Yo no tengo que escoger; tengo que complementarlas y tengo que tener claro cuál priorizo sobre la otra en caso de conflicto".
Por eso durante muchos años, trabajó medio tiempo y, ya con jornada completa de nuevo, salía corriendo a las 4 o 5 p. m. de la oficina para llegar a la casa, compartir con ellos, que se durmieran y terminaba algún trabajo urgente de madrugada.
En el trabajo, la califican como firme y fuerte; en la casa, como alcahueta. "Espero haber logrado que a mí sí se me catalogue en el ejercicio de mi cargo como una persona fuerte, que toma las decisiones que haya que tomar de manera objetiva y sin pensar en consecuencias personales ulteriores, pero yo no soy ni una persona amargada ni una persona malcriada ni una persona que vaya a gritar", confiesa.
Sus hijos ahora la chinean y son sus cómplices de aventuras en el mountain bike, su gran pasatiempo. Sí, la impecable Procuradora General que siempre cuida su traje y accesorios disfruta de embarrialarse. Con su hermano, sobrino e hijos, se recorre las montañas y siempre es la última porque va disfrutando del paisaje. ¿Caídas? Muchísimas, pero se levanta divertida. Es más, cuando se le fotografió y entrevistó para este trabajo aún se recuperaba de una: entrenando, la botó el viento, la bicicleta le cayó encima y le partió el labio.
Sin embargo, el esfuerzo y hasta ese obstáculo valieron la pena porque, en sus vacaciones en octubre, hizo el camino a Santiago de Compostela (España): 12 días en bicicleta. Mientras el resto de la delegación tica le pasaba, ella iba saludando y charlando; cuando al fin alcanzaba a sus compañeros, la vacilaban al decirle que si había sacado el mantel y las tazas de té para conversar. Incluso, le regalaron un juego de té, que ahora decora su oficina, para recordar aquellos momentos.
El criterio técnico ante todo. Consecuente con su imagen como la defensora del Estado, Brenes cuida mucho sus declaraciones y no se expone –a ella ni a la institución que representa – a escándalos gratuitos. Siempre supeditará sus opiniones a los pronunciamientos "técnicos" e insistirá en ello.
La Procuraduría General de la República ha sido clara en el tema de la fertilización in vitro (FIV): no comparte el fallo de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en relación con Costa Rica, defiende el derecho a la vida del embrión y considera que este tema debe ser regulado por ley y no por decreto. Sin embargo, ¿qué piensa Ana Lorena Brenes, la mujer y madre, acerca de este tema? Se niega a expresar su opinión. "No voy a referirme a mi posición personal porque, mientras esté en el cargo, no puedo separar mi posición de un tema que ha sido de la Procuraduría General; prefiero hacer referencia a esa posición, que ha sido muy estudiada y, sobre todo, que la hemos tratado de elaborar de una manera objetiva, más allá de cuestiones o experiencias personales".
Incluso, contesta con recelo cuando se le pregunta qué religión profesa (es católica) y, posteriormente, afirma: "Lo que me preocupa es que me pregunta: usted es católica, yo le digo que sí; entonces, van a decir, por eso está en contra de la FIV y no. La posición que nosotros hemos tenido en la FIV es técnica".
¿La política? No le interesa y evita cualquier discusión que se le parezca repitiendo que su nombramiento es técnico y que siempre se ha desarrollado en ese ámbito. Sin embargo, sí está dispuesta a asegurar que sigue creyendo en el país que tenemos, a reafirmar su credo en la administración y los funcionarios públicos, y a extenderse acerca de que muchos problemas de la administración pública son de gestión.
"Elegimos democráticamente un gobierno y a ese gobierno hay que darle la posibilidad de gobernar; para gobernar, tiene que poder tomar decisiones; para poder tomar decisiones, tiene que tener la competencia, pero si la competencia la desconcentramos a favor de un montón de órganos, no va a poder tomar decisiones... ¿Qué es lo que ha perdido el país? La visión macro; la posibilidad de esas decisiones macro, políticas en el buen sentido de hacia dónde va el rumbo del país", explica.
-Doña Ana Lorena, eso es política también.
-(Sonríe) Es la voz de la experiencia.