No todo es gris durante el invierno. Cada llovizna trae consigo pequeños obsequios, aunque en la premura por llegar al trabajo o regresar a casa, no siempre somos capaces de percibirlos. Basta con detenerse unos segundos y mirar hacia abajo.
Tras la lluvia, el agua se resguarda en hundimientos que, de no ser por ella, pasarían desapercibidos. Así, convierte calles, aceras y parques adoquinados en cautivantes espejos naturales que reflejan el paisaje urbano de forma distinta: enmarcado y de cabeza.
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A algunos les parecerá molesto; pisarán los charcos o buscarán evitarlos. Otros, quizá los más jóvenes los aprovecharán para jugar una vez que merma la lluvia. Pocos, sin embargo, se toman la molestia de detener el paso, doblar las rodillas y apreciar las fotografías naturales y efímeras, que desaparecerán tan rápido como se formaron.
Le recomendamos invertir algunos segundos en observar la ciudad desde otro ángulo. Incluso podría experimentar tomando una que otra fotografía. Le compartimos algunas capturas recientes de sitios reconocidos y transitados. Tal vez le sirvan de inspiración… y mañana, si llueve, su caminata matutina sea más amena.
Estas son las imágenes de Rafael Pacheco Granados.




