Novak Djokovic había competido de tú a tú contra Alexander Zverev. El primer set necesitó incluso de un tie break y el 24 veces campeón de torneos Grand Slam no daba muestras de flaqueza en la semifinal del Abierto de Australia. Sin embargo, decidió retirarse.
En cuartos de final había eliminado a uno de los favoritos, el español Carlos Alcaraz, en un juego que reavivó un debate recurrente en torno al serbio: después de necesitar asistencia médica en medio partido, resurgió como si nada sufriera para proclamarse sólido ganador.
Contra Zverev, en cambio, parecía estar en plenitud de condiciones, más allá de una inusual baja efectividad en el primer saque.
El primer set bien pudo haber sido para él, en un tie break sin tregua en el que llegaron a estar 5-5.
Los aficionados quedaron boquiabiertos, incrédulos, cuando en lugar de irse a su banquillo a recobrar energía para el segundo set, se despidió de su oponente en la red.
Cuando los fanáticos salieron del asombro, no faltaron los abucheos para el más veces ganador en Australia (diez veces, desde que triunfó por primera vez en 2008).
Zverev no tardó en pedir, micrófono en mano en plena cancha, que nunca abuchearan a un jugador cuando se retira por lesión. Y menos a un ganador como Djokovic.
El serbio no tardó en ofrecer una conferencia en la sala de prensa en la que confirmó que su abandono corresponde a malestares físicos. Aseguró con resignación que hace un par de años lograba convivir mejor que hoy con las lesiones, pero no dio detalles de cuan grave es su padecimiento.
Aparentemente tranquilo, dijo no saber si este fue su último Abierto de Australia. Cumple 38 años en mayo y cada vez es más frecuente que detenga partidos aduciendo problemas físicos.
Zverev disputará la final contra el ganador del duelo estadounidense Ben Shelton vs. el italiano Jannik Sinner (programado para la madrugada de viernes en Costa Rica), pero por ahora nadie hablará de los que siguen, sino del que se fue.