
La derrota de El Salvador contra Guatemala provocó un drama total. El Estadio Cuscatlán fue testigo de un nuevo fracaso que desató un huracán de frustración, y el rostro de Hernán Darío “Bolillo” Gómez lo dijo todo.
El director técnico de la selección salvadoreña, con el dolor a flor de piel, se enfrentó a los medios y no solo lamentó la falta de puntería de sus pupilos, sino que destapó la realidad de los problemas estructurales que carcomen el fútbol del país.
El golpe fue demoledor: La “Selecta” perdió todos sus partidos de local en esta eliminatoria y el estratega colombiano, visiblemente afectado, lanzó la primera bomba al analizar el marcador final.
“No metemos goles. En el segundo tiempo entramos desconcentrados. Guatemala mostró oficio, y no fuimos capaces de superar eso”, sentenció el “Bolillo” con una honestidad que dejó a más de uno sin palabras, en el Cuscatlán.
La carencia de efectividad, según su propia voz, fue la lápida del encuentro.
Pero si algo conmovió a la prensa, fue la emoción con la que Gómez se refirió a la afición. Tras ver a su equipo caer una y otra vez en su propia casa, el técnico no pudo ocultar su desazón por no haber correspondido a la pasión desbordada en las gradas.
“El tema de la hinchada me pone triste, porque es espectacular oír ese himno de esa forma. El apoyo que tuvimos en los tres partidos fue impresionante. Da tristeza no haberles dado esa alegría que merecían”, expresó el estratega, destacando la pasión del aficionado salvadoreño y reconociendo la obligación moral de devolver ese apoyo con resultados positivos.
La autocrítica siguió y Hernán Darío “Bolillo” Gómez elevó el tono para señalar que el problema de la Selección de El Salvador va mucho más allá de una derrota puntual o de su gestión. El colombiano puso el dedo en la llaga de una crisis que lleva décadas.
“Aquí nos pueden señalar a nosotros o a los jugadores, pero el problema es más de fondo. Hay más de 40 años sin ir a un Mundial; no somos culpables de eso. Hay mucho trabajo por hacer hacia adelante para que, en este tipo de partidos, se vea algo diferente”, enfatizó.
El mensaje es claro: El fracaso no es solo de su cuerpo técnico, sino de una estructura que no ha servido. El técnico insistió en la necesidad de mejorar el fútbol local, haciendo eco de voces pasadas, y la falta de rodaje de un grupo “muy joven” que, por primera vez, jugaba junto en estas instancias.
“Tenemos que lograr que nuestro fútbol local mejore, como lo dijo Corti. Hay que hacerle caso, se necesitan herramientas”, añadió, comprometiéndose a seguir luchando mientras la gente mantenga la fe en su trabajo.
A pesar del dolor, el “Bolillo” no se rinde y ya mira al futuro, con la esperanza puesta en el Mundial de 2030. Sin embargo, su declaración final es una exigencia a las altas esferas del balompié nacional.
“La meta para 2030 es pelear de verdad la eliminatoria, como Guatemala ahora, con un equipo más formado. Pero nos tienen que dar herramientas para poder hacerlo”, concluyó.
Ahora, la gran inquietud es si le darán al “Bolillo” los recursos para forjar el equipo que El Salvador lleva décadas esperando. La afición espera que sí, pero la historia reciente no da demasiados motivos para el optimismo.
