Sobra decir que estamos pasando tiempos difíciles y nadie puede autoproclamarse inmune, tanto de ser contagiado por covid-19 como por los graves efectos económicos.
El deporte que genera suspiros, agita tensiones y reúne a miles en el país está detenido. Los “héroes” del balón deberían estar acatando las recomendaciones de las autoridades de salud.
Pero uno de ellos, uno de esos que cada miércoles y domingo se pone los tacos para defender a un equipo, no solo incumplió con esa directriz emanada desde su club, sino que incurrió en un hecho gravísimo, que no debe ser pasado por alto.
Según las notas publicadas por La Teja y La Nación, un jugador al parecer se dio el lujo de insultar a un oficial de la Fuerza Pública, quien simplemente hacía su trabajo en procura de propiciar un ambiente seguro para todos.
Señor futbolista, usted no merece ser aplaudido en un estadio. El oficial a quien supuestamente insultó, solo cumplía con su deber en tiempos extraordinarios. ¿Acaso ahora planea ir a un hospital a insultar a un doctor que se olvida de su familia para arriesgarse y salvar vidas?
Su actitud refleja un desconocimiento absoluto e imperdonable de lo que vive, no Costa Rica, sino el mundo. Si no lo sabía, el planeta está hincado ante un enemigo invisible y poderoso.
Mientras usted la arremetió contra un oficial, dos familias costarricenses lloran por la pérdida de un ser querido debido al nuevo coronavirus. Por si no se ha enterado, las medidas de prevención son claves para disminuir los casos, en lo posible y que nuestros centros médicos no se desborden.
Mientras usted insulta a quien procura proteger a la sociedad, decenas de ticos pierden el empleo. Por si aún no lo sabe, restaurantes y hoteles ya han cerrado.
Mientras usted le dice lo que le viene en gana a una autoridad, hay gente que no tiene ingresos económicos y sufre dentro de sus casas para protegerse. Por si aún no lo sabe, Italia, España e Irán viven un apocalipsis por esta pandemia.
No es suficiente con una disculpa al policía, si es que al final se anima a dársela; usted le debe una disculpa al país, incluso al mundo. Su actitud es reprochable e inadmisible.
Señor futbolista, usted no merece más un aplauso en el estadio, así haga el gol del título o despeje desde la propia raya final aquel balón que el adversario ya festejaba como anotación.
El club en el que juega también debe tomar medidas. ¿Cuáles? No soy quien para decirlas, pero guardar silencio como lo ha hecho hasta ahora no se vale, por la gravedad de los hechos.