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Las distinciones individuales no quitan la desazón en Alajuelense. Así lo refleja el rostro de Aarón Suárez, declarado el mejor joven de la Liga Concacaf; mientras que Bryan Ruiz en su despedida recibió el reconocimiento al Fair Play. (Rafael Pacheco Granados)
Cuando el liguismo entendió lo que estaba en juego, dejó de lado sus decepciones y llenó el Estadio Alejandro Morera Soto en procura de una noche mágica, otra final acabó con lo mismo de siempre: el equipo falló y esta vez Olimpia se coronó campeón de la Liga Concacaf en la casa rojinegra.
La afición manuda que siempre ha estado ahí entendió que no podía ser de otra manera, porque aparte de esa estatuilla que la Liga perdió, era el último partido oficial en el equipo del gran capitán, de Bryan Ruiz.
Es uno de los mejores futbolistas nacionales de campo de todos los tiempos y su legado es innegable.
Ese 10 que aficionados de otros clubes soñaban con tener en sus filas para el cierre de su carrera, a pesar de que por momentos parecía improbable que volviera.
Pero cuando tomó la decisión de regresar al fútbol nacional, lo hizo con la Liga, el equipo que una y otra vez ha dicho que tiene en el corazón.
Como él lo definió, volvió a donde todo comenzó. Ese era un motivo fuerte para que la feligresía rojinegra agotara las entradas desde hace días.
Tampoco se podía perder el foco. La afición manuda se puso de pie para aplaudir a Bryan Ruiz cuando los equipos saltaron a la cancha. No importaba que estuviera en banca. Es que la mayoría del liguismo no tiene palabras para agradecerle por haber vuelto a sudar la rojinegra.
Y venía la batalla, porque estaba en juego la copa de la última edición de la Liga Concacaf.
Alajuelense recibía a Olimpia, con vida. Hace una semana, los rojinegros perdieron 3 a 2 en Tegucigalpa y ese marcador no era del todo malo, máxime que en realidad pudo ser peor.
Pero Olimpia no aprovechó en Honduras y aunque estaba herido, el ‘León’ rojinegro creía en la remontada.
Eso a la vez dejaba algunas dudas, por los antecedentes del equipo y por el historial de decepciones recientes.
Y había que jugar, bien o mal, pero lo indispensable y la prioridad para el equipo costarricense era ganar. Así lo dictan las finales.
Llegó el pitazo del central mexicano Adonai Escobedo y Alajuelense procuraba elaborar juego.
A la vez era una misión complicada. No solo Ruiz estaba en banca; Alex López también se encontraba entre los suplentes.
Johan Venegas estaba como un creativo y le costaba el partido. No era culpa de él y la misma Liga perdía fuerza en ataque con él ahí, a pesar de todo el esfuerzo y las ganas que tenía Doryan Rodríguez.
Una contra fue un susto para Alajuelense y aunque Leonel Moreira salió bien librado, había fuera de juego.
La Liga se complicaba sola y Olimpia tenía el control.
Y se dio lo peor, que se tradujo en una cachetada.
En una contra, en el minuto 27, Yael López llegó mal en el uno contra uno y José Pinto anotó.
Fue un balde de agua fría para la Liga, porque ya en el global la diferencia era de dos goles.
Cuatro minutos después, el cuadro tico se metió en el juego y en la serie con un tiro libre de Aarón Suárez que fue impecable, por abajo, de zurda, por el lado “afuera” de la barrera, venció a Menjívar.
La táctica fija hizo del Morera Soto un manicomio. Celso Borges cobró un tiro de esquina y el cabezazo de Alexis Gamboa en el minuto 39 le daba la vuelta al marcador en el partido y empataba la serie.
Fue un partido que no solo marcó la despedida de Bryan Ruiz. También fue el adiós de José Miguel Cubero y la afición lo entendió. Hubo una despedida mutua.
Él se dirigió hacia las cuatro graderías diciéndole adiós a la hinchada rojinegra y recibió una ovación.
Fue su último juego con la Liga y como lo había adelantado La Nación desde hace semanas, su futuro está en Sporting FC.
Alajuelense estuvo cerca del otro gol, hasta estrelló un balón en el palo.
Y aunque la Liga fue más en el complemento, Olimpia anotó en el minuto 86 con Gabriel Araujo. Una vez más lo mismo de siempre.
La Liga merecía más, pero no lo logró. El partido quedó 2 a 2 y el equipo de Honduras se dejó la final con un global de 5 a 4. El semblante de Bryan Ruiz desencajado decía más que mil palabras y reflejaba el sentir del liguismo, afligido en su dolor, por otra vez ver cómo un rival celebra en su casa.
Muchos aficionados se fueron al instante, pero muchos se quedaron y desde las gradas del Morera, quienes aún estaban ahí, gritaron: ¡Fuera Coito!