Buenos Aires
Un día como hoy, hace ya 40 años, nacía un cronista deportivo. Se dice que este día, a esta hora, en algún lugar del mundo está naciendo una futura estrella del fútbol. También está viendo la luz un periodista del mañana. El hombre de prensa tiene la loable misión de mantener informado al público las 24 horas. No es poco, atiende la más acuciante necesidad humana después del hambre: la curiosidad, según sentencia del genial Vicente Blasco Ibáñez.
Un día como hoy, hace justo 40 años, de una casa blanca de un barrio humilde partió un chico hacia su destino: iba a hacer su primera crónica oficial. La noche en vela producto de la emoción, el cuerpo tieso a causa del nerviosismo, la ansiedad martillándole a cada momento, tomó desde muy temprano las últimas providencias y marchó en comisión.
La libreta de apuntes nueva, escogida cuidadosamente en la librería, en un bolsillo; tres lapiceras (por cualquier cosa) en el otro, la ropa impecable, recomendada especialmente a la madre, porque la buena imagen de un hombre de prensa representa mucho. La credencial, celosamente guardada.
El novato tomó el bus contando calle por calle hasta llegar, una hora después. Había sido destinado a cubrir la información de Victoriano Arenas versus Juventud Unida, partido de Primera D, para el popular diario Crónica , que en ese 1973 tiraba 750.000 ejemplares por día en sus tres ediciones, matutina, vespertina y sexta.
Llegó tres horas antes, presentó orgulloso el carné, tomó las alineaciones, conversó con los directivos locales sobre la actualidad y los planes futuros del club (siempre es bueno como nota adicional), inquirió sobre los mejores jugadores, sus características, tocó el tema de las posibilidades de ascenso que se presentaban para el equipo, sobre el rival, etcétera. Para tener por si le pedían en el diario. Y para disimular su completa inexperiencia.
Hasta que por fin vino el partido, anhelado, soñado casi. Victoriano, nombre de cuchillero de arrabal, con su camiseta celeste y blanca como la de Argentina, se impuso claramente por 4 a 1 a los rojiblancos de Juventud. El novel escriba llenó la libreta de apuntes e incidencias.. Tenía como para dos páginas. Casi podía imaginar cómo iniciaría su nota.
Como le habían indicado, inmediatamente después de finalizado el encuentro llamaría por teléfono al periódico para anticipar el resultado. Dio el árbitro los tres pitazos salió como disparado, corrió diez cuadras hasta la primera cabina telefónica; los celulares aún no estaban en la imaginación de nadie. Y había pocos teléfonos públicos. Discó nerviosamente el número (361 1001, aún lo recuerda bien); se equivocó tres veces en el apuro, se le cayeron varias fichas; había comprado muchas para no arriesgar. No lograba comunicarse. Insistió. Hasta que finalmente sintió que el aparato, del otro lado de la línea, llamaba.
- Crónica , buenas tardes-, dijo maquinalmente la voz de la telefonista, con displicencia, indiferencia más bien.
-Con Deportes, por favor-, pidió casi suplicante el cronista.
-Le paso.
Escuchó que la extensión sonaba y nadie contestaba. Seguía escuchando el sonido del receptor del otro lado de la línea. ¿Cómo podía ser que nadie respondiera? Puso otras dos fichas.
- Crónica , buenas tardes-. Era la operadora.
-Señorita, necesito hablar con Deportes, tengo que pasar una información, es urgente, estoy en un teléfono público, insista, por favor.
-No corte, dijo de nuevo como si no le importara nada.
Volvió a sonar el interno, dos, tres veces, hasta que alguien atendió desganadamente.
-Deportes...
-Hablo desde la cancha de Victoriano Arenas, para dar el resultado del partido.
-¿Cómo salió?
-Victoriano Arenas 4, Juventud Unida 1.
-Gracias, pibe, hasta el sábado.
¿Cómo hasta el sábado? ¿No tengo que ir al diario?
-Tranquilo, no hace falta.
-¿Y los equipos? ¿No le paso los equipos?, preguntó incrédulo, desencantado el aspirante.
-No, con esto está bien-, volvió a decir casi bostezando el sujeto.
-¿Y el comentario?
-¿Qué comentario?
-Del partido...
-No, pibe, de esto va el resultado solamente, chau.- Y colgó.
No pudo contestar. Ni tuvo tiempo. Sentía una mezcla de amargura y profunda decepción, una sensación de injusticia, después de tanto afán. Su ilusión, una buena nota firmada, implosionó como una torre de 40 pisos.
Marchito, volvió a casa. Sonriente y cariñosa como siempre, lo esperaba su madre. “¿Cómo te fue, hijo?”. Se recompuso para no defraudarla. “Bien”, simuló.
Al día siguiente, casi sin dormir pensando en mil triunfos periodísticos, se levantó a las 6 de la mañana y corrió a la estación de tren a comprar el diario. Fue derecho a Deportes, a la página del ascenso. Allí estaba, casi insignificante, mezclado en un fárrago de resultados: “Victoriano Arenas 4, Juventud Unida 1”. Pelado, sin más. No obstante, sintió una súbita alegría, se dirigió al vendedor y le confió, orgulloso: “Esto lo hice yo”. Como el padre primerizo al que se lo traga la ansiedad; viene una enfermera y le entrega una oreja, envuelta en una manta. Él la mira embelesado y dice: “¡Mi hijo!” El canillita lo observó como a un marciano. No le contestó. Un día como hoy, hace justo 40 años, nacía un cronista deportivo. Ese cronista era yo.