GDA/La Nación/Argentina. Llegó a Europa, a Manchester, para unirse al City, y el entrenador Pep Guardiola anunció que el nuevo diamante tenía una proyección ilimitada. Los goles en la Premier League, la Champions League, la Community Shield y la EFL Cup alimentaron la ilusión y su juvenil figura se agigantó, mientras se acortaban los tiempos para Qatar 2022. Con 22 años, el primer Mundial resulta un viaje mágico para Julián Álvarez.
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La semifinal frente a Croacia expuso la puntería y la potencia del artillero, pero también el sacrificio del atacante que se convierte en el primer defensor cuando la Argentina asfixia al rival. Festejo por duplicado, protagonista de la jugada que derivó en el penal con el que Lionel Messi abrió la goleada, la Araña juega, sonríe y desparrama alegría.
El chico que tenía el cartel de promesa y era una pieza de recambio es, con un puñado de partidos, una de las figuras de la selección y de la Copa del Mundo.
Arribó a Doha ajustando cada detalle, a la espera de una señal para cumplir un sueño. Y lo hizo: como Guillermo Stábile y Carlos Peucelle, en Uruguay 1930, y Diego Maradona, en México 1986, convirtió dos goles en la semifinal de una Copa del Mundo. Un signo para un futbolista que está acostumbrado, sin proponérselo, a ser parte de historias que serán eternas.
Jugó la final de la Copa Libertadores en el Santiago Bernabéu, aquella en la que River superó a Boca; también aportó para la obtención de la Copa América de Brasil 2021 -victoria 1-0 sobre el Scratch- y la Finalissima -triunfo 3-0 frente a Italia, en Londres-, aunque de este trofeo no existen pruebas irrefutables sobre su carácter oficial.
Un elegido, un deportista tocado por la varita, porque acumula nueve vueltas olímpicas y el domingo intentará sellar la décima, con la que la Argentina pretende reescribir los libros del planeta fútbol.
“Se me pasan muchas cosas por la cabeza, muchas. Estamos todos como locos”, relató en el campo de juego. Miró a las tribunas, donde la familia y su pareja acompañan esta aventura que escriben 26 futbolistas, un cuerpo técnico, dirigentes, auxiliares… pero también un país.
“Es muy emocionante ver todo esto: la gente, mi familia, todo lo que pasó en este Mundial es increíble. Ahora vamos a jugar el último partido, por el título, que era lo que queríamos”, apuntó el segundo artillero de la selección, con cuatro festejos, uno por detrás de Lionel Messi.
El capitán tomó a Qatar 2022 como la función despedida de una Copa del Mundo, Julián -en cambio- desanda su estreno en la cita máxima. Los dos corren, se esfuerzan, se ilusionan, lloran y sonríen porque la gloria quedó a un paso. Trece años es la diferencia de edad entre el crack rosarino y la joven estrella, pero la relación -al comienzo idílica-, ahora desconoce de generaciones: se buscan en el campo, con asociaciones futbolística, y también en cada celebración.
Su noche mágica
El cordobés, de Calchín, ese pequeño pueblo donde es un ciudadano ilustre sin título oficial, tomó desprevenida a la zaga croata -Dejan Lovren habilitó el pase de Enzo Fernández, ese socio en Núñez y en Doha- y Dominik Livakovic chocó a la Araña dentro del área; Messi lanzó el penal con furia, con un remate alto, conociendo las habilidades del arquero europeo.
Lejos de quedarse con ese pequeño acto protagónico, Álvarez fue por nuevos papeles para que su actuación quede en la memoria de los miles de hinchas argentinos que alentaron en el estadio de Lusail. Un contraataque, después de una mala ejecución de un córner croata, desató una corrida desde la mitad de la cancha que terminó -rebotes de por medio- con el 2-0: la acción tuvo recuerdos del gol de Mario Kempes a Holanda, en la final de Argentina 1978.
“La pelota venía picando mal. Por suerte me fue quedando, pasaban los contrarios, y yo veía que la pelota me quedaba siempre a mí. Y bueno, vino el gol que nos dio tranquilidad. Estoy contento en lo personal y por el grupo. Nos merecíamos esto. Estamos en la final, ahora a descansar para hacer un gran partido el domingo. Vamos por más”, describió la jugada Álvarez.
Julián terminó prácticamente dentro del arco y cuando se levantó para celebrar, el primero que se trepó fue Messi. El mismo Leo que, después de inventar una genialidad frente a Josko Gvardiol -uno de los mejores zagueros de la Copa del Mundo-, asistió al nuevo compinche del área para sellar el triunfo, la clasificación, el pase a la final.
El Kun Agüero fue el socio perfecto de Messi, porque juntos partieron desde las selecciones juveniles; Lautaro Martínez se convirtió en un acompañante para dar las estocadas en el área y ahora Álvarez es el nuevo ladero.
“Es un destacado, por encima de todo. Hizo un partido extraordinario: nos abrió el partido, generó, peleó, corrió y se peleó con todos. Hoy (ayer) fue un jugador importantísimo, pero como lo viene siendo durante todo este Mundial y creo que todo esto se lo merece. El crecimiento que tuvo es superlativo. Es una bestia”, lo definió Messi, ese al que el cordobés fue a ver como hincha y le pedía autógrafos y fotos en la Copa del Mundo de Brasil 2014 y con el que ahora se divierte en la cancha.
Llegó a Qatar como recambio de Lautaro Martínez, que de titular pasó a ser suplente y es uno de los que apoya sin egoísmos. La Argentina jugó seis partidos, Julián Álvarez fue titular en cuatro y lleva un póquer de goles -Polonia, gol récord, con 28 pases, y Australia también sucumbieron ante la picadura de la Araña-, pero además es una pesadilla por presión y agresividad.
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