
Son ingratos, despiadados, caprichosos, desleales, pero cómo emocionan. Malditos, benditos penales, tenían planeado robarse el show en la final de la Copa del Mundo, entre Francia y Argentina, en festejo del 40 aniversario desde su aparición en mundiales. De fijo ellos, los penales, movieron todas las fuerzas del fútbol para llevar el juego hasta ese dramático cierre.
Ya era posiblemente la mejor final de una Copa del Mundo que usted y yo hayamos visto, con seis goles, el primer triplete de un jugador en una final (Mbappé), la coronación de una leyenda (Messi), la remontada menos imaginada de un partido que en el minuto 80 parecía definido 2 a 0, el doblete más rápido en una final de Mundial (Mbappé, con goles el 80′ y 81′), los idas y vueltas en tiempos extra, con sobresalto en una área y espanto en la otra.
La completaron los penales, quizás con ganas de mejorar su fama, pues hasta entonces habían definido dos insípidas finales: el 0 a 0 entre Brasil e Italia en Estados Unidos ‘94 y el 1 a 1 entre Francia e Italia en Alemania 2006.
Malditos, bentidos penales. No siempre premian al que juega mejor, aunque tampoco son producto del azar. Hay que saber tirarlos, hay que saber pararlos, hay que saber sosegar esos nervios que hasta el más laureado siente con la pelota a once metros de la portería.
Antes se hablaba de desempate desde los once pasos. ¿Once pasos de quién? ¿Suyos? ¿Míos? ¿De Messi? -le preguntaba hace unos años a los estudiantes de periodismo en una fugaz experiencia como profesor universitario-.
Alguna vez, ciertamente, las distancias se midieron con pasos y de alguna forma los árbitros lo siguen haciendo para calcular los 9,15 metros entre la barrera y el balón en cada tiro libre. Con los penales no hace falta, claro está, gracias al “manchón blanco”, el “punto fatídico” o simplemente “el punto de penal”, que si alguna vez se calculó ‘artesanalmente’ habrían sido con unos 12 pasos en la mayoría de los casos.
A Argentina le importa poco la distancia exacta, con dos series ganadas en penales en Qatar 2022, primero contra Países Bajos y finalmente ante Francia. Los sabe patear y su arquero Martínez sabe detenerlos.
Malditos, benditos penales, sacaron de Qatar 2022 a Japón, España, Países Bajos y, para mí pesar, a Brasil.
¿Injustos? Quizás. ¿Mala suerte? No. ¿Lamentable? A veces. Esta vez ni Francia ni Argentina merecían perder.
Los penales no reflejan quién jugó mejor, pero no encuentro otra forma de resolver lo que el fútbol no desempata en 120 minutos. La historia del fútbol registra partidos extra de desempate, gol de oro, monedas al aire, shot outs...
Cualquier fórmula, en todo caso, parece poco viable o igualmente cruel que los penales. ¿Será que algún día ganará quien sume más tiros de esquina como premio a su labor ofensiva? Sería hilar delgado en cada balón que se vaya por la línea fondo, con errores arbitrales de por medio o inacabables visitas al VAR.
Además, no tendría el dramatismo de los penales, esos duelos al estilo del Viejo Oeste. Extrañaría ese segundo en el que todo el estadio guarda absoluto silencio, entre el pitazo del árbitro y el desenlace del cobro. Esa respiración contenida al mismo tiempo por el ejecutor, el aficionado en los graderíos o el que está frente al televisor al otro lado del mundo. Ese morbo que espera que la estrella del archirrival sea quien falle el lanzamiento.
Utilizados como desempate en mundiales desde España ‘82, hace exactamente 40 años, los penales parecen tener secretos escondidos. Quizás no es casualidad que 19 de las 35 series disputadas las haya ganado quien lanzó de primero (a lo mejor añade presión ir abajo en el marcador, aunque esta vez a Argentina no le afectó).
Quizás no sea mala suerte que Neymar se haya quedado sin lanzar penal (si el jugador más técnico es reservado para el quinto cobro, se corre el riesgo de que la serie quede definida antes de su turno). Francia y Argentina lo tuvieron más claro, con Mbappé y Messi como abridores de la serie.
Quizás no es casualidad que algunas estrellas figuren entre los más efectivos: Lampard registra el 88% de acierto, Cristiano Ronaldo e Ibrahomovic el 84% y Messi el 78%, por encima del 75% de acierto general, según un artículo del diario español El País sobre penales en cualquier competencia.
En Mundiales, los penales contribuyeron a alimentar el mito de los metódicos, fríos, mecánicos e infalibles alemanes. Hasta hace unos días, Alemania era la única selección con cuatro series ganadas en Copas del Mundo, sin conocer la derrota. Sorpresivamente, y sin ninguno de esos estereotipos, Croacia tardó dos mundiales en lograr lo que a Alemania le costó 20: también suma cuatro series sin derrotas, con dos tandas de penales ganadas en Rusia 2018 y dos en Qatar 2022.
Argentina también algo tiene. Tiene estrella. Tiene seis victorias y solo una derrota en tandas de penal mundialistas.Tiene al Emiliano Dibu Hernández, como en el 90 tuvo a Sergio Goycoechea. Tiene a Messi como tuvo a Maradona. Tiene ese no sé qué que le falta a Francia con dos finales perdidas por penales.
“Son siempre crueles”, dice el guardameta francés Lloris. No lo sé. Quizás no siempre. A veces son ingratos, justos, despiadados o caprichosos, pero cómo emocionan.
Malditos, benditos, penales.