En el fútbol de alta competencia, el talento puede ser un motor poderoso, pero la disciplina es el chasis que sostiene la estructura. Y en el Centro de Alto Rendimiento (CAR), punto neurálgico de Liga Deportiva Alajuelense, ese chasis se reforzó con tinta firme, sin espacio para borrones y con un mensaje contundente para todos.
Óscar “Macho” Ramírez no cree en los grises ni en los silencios convenientes. Su mensaje hoy no admite apelaciones: cada jugador es responsable de sus actos, dentro y fuera del campo.
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En la Liga, esa convicción quedó al desnudo tras el episodio que protagonizaron cuatro futbolistas que decidieron irse de fiesta en vísperas de un viaje clave.
A la institución rojinegra hay que reconocerle algo: no ocultó el problema. Desde el momento en que los propios líderes del camerino reportaron lo sucedido, Alajuelense actuó con transparencia y determinación.
En un momento donde el equipo se juega la temporada en dos frentes —romper la sequía en el campeonato nacional y perseguir el tricampeonato en la Copa Centroamericana—, Óscar “Macho” Ramírez demostró que el compromiso no es un valor decorativo, sino una obligación innegociable.
Deylan Paz, Deylan Aguilar, John Paul Ruiz y Creichel Pérez lo aprendieron por la vía más dura. El “Macho” no es de alcahueterías.
La lección fue contundente: los implicados quedaron fuera del viaje a Honduras, donde sin ellos, Alajuelense eliminó a Motagua.
Pero la sanción no se detuvo ahí. Se entrenaron varios días con la Sub-21 y recibieron una fuerte multa económica. En el fútbol, como bien dice Miguel “Piojo” Herrera, nada duele más que cuando se toca el bolsillo.
El castigo, sin embargo, no fue un simple acto disciplinario. Fue un mensaje estructural. En Alajuelense entendieron que la indisciplina no solo afecta al grupo, sino que atenta contra el proyecto deportivo y la credibilidad institucional.
Por eso, la sanción combinó lo simbólico y lo práctico: prestigio, minutos y dinero. Tres dimensiones que golpean donde más importa.
El lunes siguiente, Óscar “Macho” Ramírez reunió al grupo y, como un juez que dicta una sentencia inapelable, fue directo: “Es la primera y la última vez”. No hacía falta decir más.
La frase resume su filosofía: respeto, compromiso y responsabilidad son los pilares que no se negocian. Los jugadores ofrecieron disculpas a sus compañeros. Y eso no se puede pasar por alto.
Aceptar el error es parte del aprendizaje, y reconocer que defraudaron al técnico, a los compañeros, al presidente del club, a los demás directivos, y a la afición, es un paso hacia la madurez profesional.
Alajuelense atraviesa una etapa crucial y lo último que necesita son distracciones. En este punto, la gestión de Óscar Ramírez va más allá del pizarrón táctico: protege al grupo y fortalece la identidad.
La disciplina es una muralla invisible que sostiene los grandes proyectos, y el “Macho” lo sabe bien.
La Liga deja ver que el camerino ya no es un refugio para la permisividad. En ese espacio, las normas están escritas y las decisiones —buenas o malas— tienen consecuencias. Así debe ser. Porque el éxito colectivo solo se construye cuando la responsabilidad individual deja de ser opcional.
Esta vez se dictaron sanciones internas. En la próxima, ni pensarlo: no habrá contemplaciones ni contratos que valgan.

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