A Miguel Herrera todo el tiempo lo vemos visitando estadios en las jornadas del Campeonato Nacional. Le aplaudimos la actitud: suena a obviedad que el entrenador de la Selección ande en eterno peregrinaje por nuestras canchas, pero ya tenemos antecedentes de técnicos que se aburrieron rápido o que pretendían dirigir a la Tricolor desde un spa 5 estrellas.
Como hombre de fútbol que es, con el ojo bien entrenado en la distinguida Liga Mexicana, el Piojo Herrera ya debería saber que nuestra querida Liga Promérica corresponde a un cajón muy discreto del balompié de alto nivel, al cual aspira la Selección.
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Bastaban unos meses, incluso unos partidos, para comprender que la realidad de nuestro torneo no alcanza para alimentar un equipo realmente competitivo. O dicho de otra forma: si queremos una Sele robusta, hay que acudir a los legionarios. A estas alturas deberíamos darlo como un hecho comprobado, sin necesidad de realizar experimentos adicionales para validar la hipótesis.
No hacía falta ir hasta Barcelona para saber esto: que, en su mayoría, jugadores extraídos de nuestro campeonato difícilmente darán la talla en escenarios europeos. Hay excepciones por supuesto, y es necesario dar rodaje a futbolistas jóvenes como Kenay Myrie o Kenyel Mitchell, que están en proceso de formación y pronto volarán lejos del nido.
En Cataluña, el Piojo pagó el inevitable precio de un experimento que no era necesario. La Tricolor realizó un primer tiempo más que aceptable, comandada por un Keylor Navas que, con solo poner un pie en la cancha, ya obliga a los rivales a bajar la mirada.
Jeyland Mitchell se lució y en un par de cruces recordó aquel zaguero atrevido que deslumbró en la Copa América y obligó a los clubes europeos a buscarlo en Google. ¿Qué habrá pasado en algún entrenamiento como para que su entrenador en el Feyenoord, Robin Van Persie, lo tenga relegado en el equipo B?
Álvaro Zamora, aún en medio de las penurias que relató hace pocos días, ya muestra la dinámica europea. Warren Madrigal también se ve maduro y anduvo merodeando el gol, a punto de firmar con el Valencia una compra definitiva.
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De ese recurso había que echar mano ante Cataluña, como ocurrió en el primer tiempo. Si Herrera quería probar jugadores, podía hacer algunos ajustes en la segunda parte, sin alterar la esencia del conjunto que le estaba dando resultados.
Encima de todo, el cuerpo técnico tuvo que hacer esta conovocatoria con pinzas, pues el amistoso quedó fuera del calendario FIFA. No pudo llamar a todos los legionarios y tampoco estaban los finalistas de Alajuelense y Herediano; razones de sobra para consolidar a su mejor plantel ante los catalanes, con un Keylor imperial y halcones en defensa como Calvo o Faerron.
La Selección de Cataluña es un equipo simbólico; ya es conocido que está en medio de un limbo político. Pero se trata de una región del mundo con altísima densidad de futbolistas talentosos. De ahí es nada menos que el vivero más famoso del planeta, la Masia del FC Barcelona. Por eso, aunque se reúna solo un par de veces al año, su planilla siempre estará plagada de calidad.
Esto también exigía la mejor versión posible de la Tricolor. Además, los resultados positivos -incluso en un fogueo- sirven para apuntalar un nuevo proyecto; añaden credibilidad y permiten fabricar un útil colchón para resistir las presiones cuando llega el hierro de los torneos oficiales.
Por encima de todo eso, el Piojo prefirió el laboratorio, el prueba-error que terminó pagando con una derrota evitable. Por lo menos la enseñanza debería haber quedado clara: la Selección deben ser los legionarios más algunas excepciones del medio local. Lástima el viaje trasatlántico para comprobar algo que ya se sabía.