
La Vuelta a Costa Rica empieza este viernes 12 de diciembre y para los fiebres de los pedales el evento es parte fundamental de los festejos de fin de año.
Desde hace 40 años, hay una figura cuya presencia es tan esperada como la Vuelta misma. César Augusto Tobón, el admirado comentarista colombiano, es titular cada diciembre con radio Columbia; escucharlo desde la meta o la carretera es tan normal como las sirenas del tránsito abriéndole camino a la caravana.
El Emperador del ciclismo es una leyenda en el continente y la forma en que construyó su exitosa carrera encierra valiosas lecciones para el periodismo deportivo de Costa Rica.
Don César Augusto es reconocido por destacar y fomentar el espectáculo alrededor de esta disciplina. Dedica la transmisión a hablar de figuras, historias, anécdotas, travesuras, récords y locuras relacionadas con el ciclismo. Resalta lo positivo, lo divertido, lo que a fin de cuentas hace grande a un deporte.
Tobón nunca necesitó hablar mal de nadie para estar en el corazón de los aficionados. Claro que hay polémicas, y también las sabe abordar con mesura y elegancia, sin caer en el escandalito fácil. Pero nunca dedica dos horas diarias a criticar a los ciclistas, los entrenadores, los dirigentes, ni aprovecha su micrófono para decir que la Federación no sirve para nada, o pedir renuncias, o exigir que se vayan todos para la casa. O lo peor de todo: jamás escucharán a César Tobón inventar pleitos a gritos con sus compañeros.
Tampoco emplea el micrófono para saldar cuentas, ventilar rencores o pagar favores políticos. Más bien, en sus intervenciones utiliza un lirismo cercano a la poesía: cuando los ruteros van hacia el Cerro de la Muerte congelados en la bruma, describe la neblina como “la novia del páramo”. En los circuitos, una campana anuncia cuando falta una vuelta; entonces dice que suenan “las voces de bronce”.
Escuchar a Tobón es aprender sobre la historia de este deporte, desde la época en que los ciclistas solo se tomaban una Alka Seltzer para reponer sales y la bicicleta pesaba más que un pick up. Combina esos pedalazos del recuerdo con acertados pronósticos y explicaciones técnicas de lo que pasa en la carretera.
En las transmisiones, alterna con Rodolfo Méndez, un narrador ecuánime que solo se enoja cuando le tocan a su amado Cartaginés. Para la llegada de cada etapa, Rodolfo se encarga de encender a los aficionados con su grito de guerra: “Coooorredores en el último kilómetro”. Entonces empieza un ping pong entre los dos, mientras los pedalistas se lanzan a meta en espectacular sprint. Escuchar esa narración de los últimos 1.000 metros equivele a un electrocardiograma.
La gran lección del Emperador Tobón es que no hace falta ponerse el traje de la eterna polémica para sobresalir en el paisaje. Los aficionados agradecen al que sabe y no destruye; al que critica sin pisotear y comenta sin ofender. Al que incluso hace un breve paréntesis en la jornada para hablar de Julio Jaramillo, cantando desde la eternidad “no puedo verte triste porque me mata”. Ese cambio de ritmo cuando la etapa no da para mucho también es una forma de respeto a la audiencia.
Si usted es de los que se queja del periodismo actual por las discusiones sin sentido, la cobertura tóxica, los que viven del veneno en redes y en YouTube, y cuanto mal aqueja la comunicación deportiva en Costa Rica, le propongo que este diciembre, además del fútbol, se refresque como en los viejos tiempos, con una buena dosis de César Augusto Tobón y ciclismo de la Vuelta. Escuchando la radio, antes de que terminen de aniquilar ese medio de comunación.
Yo lo tengo claro: a mí no me vengan con los Faitelson de versión Temu. En mi equipo, por favor siempre Tobón.
