La Nación permaneció en el mitin de seguidores del presidente Rodrigo Chaves desde que llegó al Congreso, hacia las 3 p.m. de este 5 de mayo, hasta que el mandatario se fue, al caer la noche, después de saludar a sus seguidores. Estos fueron los cinco puntos más destacados del evento.

1. El aliento que necesitaba Chaves antes del discurso
Parecía que el presidente necesitaba sentir el aliento de sus seguidores antes de entrar al Congreso, una de las instituciones con las que se ha enfrentado durante su administración, y que, en los próximos meses, tendría que analizar una posible renuncia suya para buscar una diputación, o una eventual solicitud del Poder Judicial para levantarle la inmunidad, como parte de una acusación de la Fiscalía General por el supuesto delito de concusión.
Chaves llegó primero a la Casa Amarilla (Ministerio de Relaciones Exteriores) y caminó unos 600 metros hasta la Asamblea Legislativa junto a su esposa, Signe Zeikate, y al frente de su equipo de ministros. Ahí lo recibió la diputada oficialista Pilar Cisneros, su mano derecha, otros legisladores del gobierno y unos cientos de simpatizantes.
El encuentro fue íntimo con algunos de ellos. Abrazos, emociones, besos y apretones de manos. Fue un ‘baño de gente’ dador de adrenalina o respaldo de cara al discurso en el plenario. Charla que, se sabría luego, sería más bien un desfile de videos.
Poco antes de las 3 p.m. el presidente terminó la ronda de saludos e ingresó al Congreso. Ocurrió entonces algo más propio de torneos deportivos para los asistentes que no alcanzan a entrar en la arena: se acomodaron en las gradas del anfiteatro de la Plaza de la Democracia, alrededor de una pantalla gigante que transmitiría el evento, y esperaron el inicio del ‘partido’.
Como inyectado con el entusiasmo del piquete de ‘jaguares’ adeptos que lo celebraban al grito de “¡No está solo!” o “¡Sí se puede!“, el mandatario llegó enérgico al balcón legislativo.
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A partir de ahí, hablaría a dos grandes públicos cercanos —más allá de los televidentes—: su audiencia en el plenario; embajadores, gabinete, invitados especiales y diputados; y sus partidarios a escasos metros, quienes le harían bullas y gritos en cada gesto de la transmisión del discurso.
Pasadas las 3 p.m. el ambiente era similar a un partido de la Selección de fútbol: cada ataque del mandatario era celebrado como un gol. Y cuando aparecía en pantalla Rodrigo Arias, presidente de la Asamblea Legislativa, había un aluvión de insultos, seguido de gritos de “¡fuera, fuera!”.
Los que estábamos afuera no pudimos escuchar las palabras del presidente del Congreso, porque quitaban la transmisión en la pantalla y un animador tomaba un micrófono para arengar contra él:
—“¿Quiénes le quieren mandar un saludo a Rodrigo Arias?“— preguntaba el animador, riéndose, mientras la gente silbaba, sonaban las pitoretas y gritaban ofensas.
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2. ¿Cómo son los autodenominados ‘jaguares’ fanáticos?
Los seguidores que llegaron a apoyar a Chaves eran, en su mayoría, adultos mayores —cabellos blancos, algunos con bastones vestidos con camisetas blancas (con logos de un jaguar y alusivas a sus enemigos políticos: Rodrigo Arias, la contralora general, Marta Acosta, el fiscal general, Carlos Díaz, y el presidente del Poder Judicial, Orlando Aguirre), con cintillos, gorros, sombreros y banderas de Costa Rica. “Desearía ser altísimo para poder saludarlo”, dijo un señor, que no podía ponerse en primera fila de la multitud para “darle la bendición” a Chaves.
Algunos, en cambio, permanecían sentados mientras el presidente saludaba, abrazaba y contestaba a las preguntas de sus seguidores.
Los asistentes, decían, llegaron para “aplaudir” al presidente y gritar “¡no está solo!”, cuya consigna era casi única en el repertorio de apoyo al mandatario. Tampoco se escuchaban ideas, pero proliferaron los insultos: “Este edificio (de la Asamblea Legislativa) es un tanque séptico” dijo un señor. “Son unas ratas”, dijeron otros, en referencia a los diputados adversarios de Chaves.
Visto desde afuera, Chaves parecía hablar para esos simpatizantes, esos autonombrados “jaguares” fanáticos duros, enérgicos, que estuvieron apoyándolo durante ocho horas seguidas en la Plaza de la Democracia.
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Pese a que había amenaza de lluvia, la mayoría permaneció expectante, activa, beligerante. Unos pocos se fueron. Los asistentes llegaron —o fueron llevados en buses desde el interior del país— desde mediodía. Algunos permanecieron en el lugar hasta que su líder se fue. Hasta que los llamaron para abordar transportes, cuando ya había caído la noche.
3. Laura Fernandez y Francisco Gamboa, las estrellas del mitin
En medio del piquete se armó de pronto un tumulto. Al centro estaba la exministra de la Presidencia, Laura Fernández, quien era solicitada por gran parte de los asistentes para abrazarla, hablar con ella, pedirle selfies y hasta firmar libros. Las personas le decían que ella era la futura presidenta, y repetían que “el vicepresidente” tenía que ser Francisco Gamboa, exministro de Economía, quien la acompañó durante todo el evento.
Al finalizar el discurso de Chaves, Fernández fue la protagonista principal. Y ella, al estilo de Chaves, siguió con la misma narrativa de despotricar contra “los que han chupado de Costa Rica por décadas”, y dijo que es la última vez que el presidente da un discurso ante estos diputados, porque el próximo año serán diputados “patriotas”. Fernández avisó: “Vamos a dar la lucha que haya que dar, la que haya que dar, y la vamos a dar ¡con todo!”.
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Francisco Gamboa, el otro político que más acaparó los focos, dijo que si “todos esos logros que hoy mostró el presidente Chaves se lograron con solo el poder Ejecutivo, imagínese si tuviéramos todos los diputados, lo que lograríamos”.
4. Un evento preparado
A simple vista, el mitin de apoyo a Chaves fue organizado. Buses trasladando personas desde San Carlos, Guanacaste, Cartago, entre otras zonas, según dijeron los asistentes. Hubo una banda rítmica que amenizó la previa y danza de cimarrona, con sus cabezones y mantudos, al finalizar la manifestación.
Colocaron una pantalla gigante y dos conjuntos de parlantes en distintos lugares de la plaza. Un dron sobrevolaba para filmar todo. Había animadores que decían ser del movimiento político Generación de Hierro, que despotricaba contra Rodrigo Arias y Laura Chinchilla, la expresidenta de Costa Rica, entre otros políticos.
—¿A quién prefieren, a Laura Chinchilla o Laura Fernández? —decían, mientras la multitud se reía e insultaba a la expresidenta y, por el contrario, aplaudía y gritaba con Fernández.
Pese a que los ánimos se caldearon por momentos, no hubo licor ni personas ebrias —como en otros países—. Las consignas de “fuera, fuera”, “Sí se puede”, “Gracias, presidente” y “llegó papá” eran monótonas y repetitivas.
5. Los guiños autoritarios
El discurso airado de Chaves lo interiorizan y hasta lo repiten sus seguidores. Dentro del Congreso, el jerarca dijo que era necesario alcanzar 38 diputados, porque “el Estado costarricense tiene que sufrir una transformación profunda si queremos seguir avanzando para lograr el bienestar común”.
Este es un discurso polarizante que comparten sus seguidores y es propio de líderes autoritarios, como Nayib Bukele, presidente de El Salvador, o de Daniel Ortega, presidente nicaragüense con el que, dijo Chaves en diciembre de 2023: “De vez en cuando le consulto”. Ambos mandatarios centroamericanos, de distintas formas, se saltaron los controles de los poderes del Estado para tomar las instituciones de sus países.
El mandatario costarricense, que dice que “hay que rescatar al pueblo de los que han capturado las instituciones”, quiere gobernar sin contrapesos.
En la misma línea del control del Congreso, también llamó la atención que en el mitin, de pronto, se empezó a repartir mano a mano una carta —con algunas faltas gramaticales—, acreditada al Movimiento Jaguares Nacionales, con el mapa de Costa Rica y la imagen distorsionada de un jaguar, en la que le pedían a Chaves que aceptara ser diputado.
“Debemos garantizarnos los mejores, porque para tomar las mejores decisiones, se necesitan verdaderos representantes de los habitantes de esta tierra”, justificaba la carta. “Necesitamos al mejor defensor del pueblo, necesitamos al presidente Rodrigo Chaves Robles, en la Asamblea Legislativa”, concluía.
Antes de irse, Chaves regresó para saludar a sus fieles simpatizantes. Ya había dado “con todo” adentro, y ahora tocaba volver para otra dosis de aliento.
Fue entonces, al caer la noche, que ocurrió otro gesto simbólico: un grupo de mariachis sonó “El Rey”, de Vicente Fernández, la ranchera que entona que: “No tengo trono ni reina, ni nadie que me comprenda, pero sigo siendo el rey”.
Esta era una de las canciones favoritas del expresidente de Nicaragua, Arnoldo Alemán, cuando había salido de la Presidencia y, en medio de procesos judiciales en su contra, quería seguir en la política, como presidente de la Asamblea Nacional.